Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son desde hace varios años, centrales en la lucha por la construcción de sociedades más justas e igualitarias. En el contexto actual, atravesado por la crisis social y económica generada por la COVID-19 se consolidan como una herramienta clave para la recuperación. Estos Son, además, un pilar fundamental para las bases de un sistema de organización social y económica que permita prevenir futuros desastres medioambientales o sanitarios.
El 2020, era prometedor. Antes de la pandemia que azotó al mundo entero, este era el año en el que arrancaba la Década para la Acción en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Objetivo que claramente se ha visto postergado por las urgencias generadas por la pandemia de COVID-19 que ha generado una crisis económica y sanitaria que marcará un punto de inflexión para la sociedad en su conjunto y por ende, para la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Si bien serán mayores los desafíos y quizás cueste aún más lograr alcanzar todos los objetivos propuestos en 2015, hoy los ODS son, más que nunca, una guía fundamental para garantizar, no ya la transición hacia un modelo sostenible, sino un puente a la supervivencia, tal y como subraya el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Nada en nuestras vidas es igual desde marzo de este año. En solo seis meses la normalidad tal como la conocíamos dejó de ser así. La pandemia ha cambiado las reglas del juego y, por tanto, las condiciones para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Problemas derivados de la pandemia, como el acceso al agua potable (fundamental para la higiene frente al virus) o la distribución y cosecha de alimentos, hacen más complicado perseguir algunos de los ODS como son el fin de la pobreza o el hambre cero. Al mismo tiempo, la resiliencia e inclusividad de las ciudades se ve amenazada por la pandemia, pues se ha comprobado que en las zonas de alta densidad de población es muy complicado garantizar la seguridad, por no hablar de los campos de refugiados y las zonas de conflicto bélico, donde la población está más directamente expuesta a la enfermedad.
Casi todos los ODS se han visto afectados de manera negativa por la pandemia. Algunas de las consecuencias directas de la COVID-19 son, en materia de Derechos Humanos y según la OMS, el detrimento de la salud comunitaria y el aumento de la desigualdad como consecuencia de la desaceleración económica mundial. La eduación también se ha visto seriamente amenazada por el confinamiento en sus diferentes formatos en todo el mundo, ya que el 87% de la población estudiantil mundial se ha mantenido alejada de escuelas y universidades en más de 165 países, según datos de Naciones Unidas.
En su informe de respuesta ante la COVID-19, la principal autoridad de Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) reconoce que, de haber avanzado más rápidamente en la consecución de los ODS, el mundo hubiera estado mejor preparado frente a la COVID-19. Mejores sistemas sanitarios, menos personas en situación de pobreza y desigualdad y un medioambiente más saludable, hubiesen permitido contar con sociedades más fuertes y resilientes frente a una emergencia sanitaria de esta magnitud.
La preocupación por el medioambiente ha aumentado también tras la pandemia. En el informe Responsabilidad compartida, solidaridad global: una respuesta a los impactos socioeconómicos de la COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el confinamiento ha confirmado cómo un cambio en nuestras dinámicas de consumo, movilidad y trabajo tiene efectos inmediatos sobre las emisiones de CO2. Este escenario puede servir como refuerzo positivo para la consecución de los ODS, tal y como subraya Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque es necesario entender que no es suficiente ni supondrá un cambio de paradigma a medio o largo plazo.
Pese a que en algún momento pensamos que la pandemia traería efectos positivos para el medioambiente, aunque Naciones Unidas ha calculado que las emisiones mundiales de CO2 disminuirán alrededor del 6% durante la pandemia de COVID-19, lo cierto es que la recesión económica fruto de la pandemia no sustituirá a una acción climática duradera, aunque puede servir como punto de inflexión sobre la conciencia y conveniencia de acelerar la descarbonización y fomentar las inversiones verdes, de manera que se contribuya a la recuperación del mercado laboral dentro de una estrategia marcada directamente por la acción climática global.
El PNUMA señala además que, aunque puede parecer que la crisis climática (en comparación con la velocidad de la pandemia) es un proceso más lento, es probable que sus efectos a largo plazo sean mucho más amenazantes. El calentamiento global descontrolado y la pérdida de biodiversidad llevarán al planeta Tierra a vivir situaciones de pandemia y emergencia global del nivel de la COVID-19 con mayor frecuencia si no hay un compromiso real (y global) con la descarbonización y la transición energética.
Finalmente, los Derechos Humanos han sido los grandes perjudicados tras la pandemia. Amina Mohammed, secretaria general adjunta de las Naciones Unidas explicó que “La propagación de la pandemia del coronavirus, tanto en los países desarrollados como los que se encuentran en desarrollo, expone las fragilidades y desigualdades de nuestras sociedades”. Tan solo en Latinoamérica, 215 millones de personas (casi el 35% de la población) quedarían en situación de pobreza extrema, según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. La economía informal o sumergida es uno de los principales problemas de este escenario laboral, ya que según la Organización Internacional del Trabajo, representa casi la mitad de la fuerza de trabajo mundial con 1.600 millones de trabajadores.
Alcanzar la Agenda 2030 parece estar cada vez más lejos y el contexto claramente no ayuda. Sin embargo, pese a que el escenario no sea muy alentador, es justamente ahora cuando más necesario será apostar por los ODS y redoblar esfuerzos para lograrlos.