La crisis no es igualmente grave para todos los países. No solo por las diferencias en la rapidez de contagio, sino y, sobre todo, por la infraestructura y los recursos con los que cuenta cada país. Las emergencias de salud anteriores, nos muestran que es probable que el impacto en la educación sea más devastador en países con resultados de aprendizaje bajos, altas tasas de deserción y baja resistencia a los choques. Si bien el cierre de escuelas es una solución lógica para imponer el distanciamiento social dentro de las comunidades, los cierres prolongados tienden a tener un impacto desproporcionadamente negativo en los estudiantes más vulnerables. Además de que, en muchos países de continentes con más desigualdad, los niños y niñas asisten a la escuela también para comer.
Además, en estos países los niños y niñas tienen menos oportunidades de aprender en casa y su tiempo fuera de la escuela puede presentar una carga económica para los padres quienes probablemente enfrentan dificultades para encontrar cuidado infantil prolongado o para proveer incluso nutrición adecuada en ausencia de programas de alimentación escolar.
Las mejoras obtenidas con tanto esfuerzo en el acceso a la educación podrían estancarse o revertirse a medida que se extiendan los cierres de escuelas y el acceso a opciones alternativas de educación, como el aprendizaje a distancia, para quienes no tienen los medios necesarios para conectarse. En el mediano plazo, esto puede causar una mayor pérdida de capital humano y una disminución de las oportunidades económicas.
El problema más preocupante es que la mayoría de los países de ingreso bajo (sobre todo aquellos en África al sur del Sahara y Latinoamérica) aún no reportan muchos casos. Esto crea incertidumbres tanto para la prestación de servicios como para la preparación para la crisis. No está claro qué debería guiar el proceso de toma de decisiones para estos países: ¿deberían tomar acciones preventivas a pesar de las posibles consecuencias económicas, o esperar y arriesgarse a una enfermedad generalizada? Operar en incertidumbre trae consigo riesgos sustanciales para todos los sectores, incluida la educación.
Posibles soluciones
El brote del virus y los bloqueos a nivel nacional podrían utilizarse como la mejor manera de probar la efectividad de las intervenciones de tecnología educativa para el aprendizaje a distancia. Desafortunadamente, pocos sistemas están completamente preparados. China es uno de los países en los que la educación continuó, independientemente del cierre de escuelas, a través de Internet y el aprendizaje a distancia. Otros países o sistemas escolares están menos preparados. El acceso a la tecnología en la mayoría de los hogares puede variar, y el acceso a Internet de alto ancho de banda o a teléfonos inteligentes está relacionado con el estrato socioeconómico, incluso en países de ingreso mediano. Por lo tanto, los programas que pueden enfocarse en los más necesitados rápidamente son cruciales.
Las intervenciones educativas durante una crisis pueden apoyar la prevención y recuperación de la salud pública al mismo tiempo que mitigan el impacto en los estudiantes y su aprendizaje. Cuando las instalaciones de salud son escasas, las escuelas pueden convertirse en centros de acogida improvisados. Todo esto debe tenerse en cuenta en la planificación. También vale la pena señalar que la educación tiene el potencial de contribuir a la protección de niños y jóvenes; les ayuda a sobrellevar o mantener cierta normalidad durante la crisis, y a recuperarse más rápidamente, en lo posible, con algunas nuevas habilidades útiles (es decir, adquiriendo habilidades de aprendizaje a distancia y desarrollando habilidades de índole digital, cuando corresponda). Además, en algunos entornos de baja capacidad, especialmente en franjas en África al sur del Sahara, las escuelas son a menudo la única estructura de gobierno permanente en las aldeas rurales y pueden servir como centros de respuesta a crisis improvisados. Los maestros, a menudo entre los más educados en estas áreas de difícil acceso, pueden recibir capacitación para servir como rastreadores de contactos y apoyo en campañas de comunicación.
¿Cómo están gestionado la crisis los países?
Muchos países están implementando diversas de las estrategias mencionadas, incluyendo:
Mirar hacia adelante
Lo que estamos aprendiendo de la COVID-19, similar a lo que hemos visto en pandemias anteriores, es que la preparación es crucial. Si bien existen diferentes escenarios, varios de ellos suponen que la propagación de la COVID-19 ocurrirá en oleadas o fases, lo que significa que el proceso de abordarlo debería ser cíclico. Los países que aún no se han visto afectados deberían comenzar a "prepararse", comenzando con un plan de respuesta. Esto facilitaría el “afrontamiento” una vez que la crisis golpee y minimizaría los impactos negativos. El plan puede incluir la introducción de protocolos para evaluaciones en las escuelas, el lanzamiento de campañas de prácticas de higiene, la imposición de cierres de escuelas, la oferta de aprendizaje a distancia, el uso de escuelas cerradas para emergencias, etc.
A medida que se disipa la fase de emergencia, las comunidades podrían pasar a una fase de "recuperación". En esta fase, los gobiernos implementarán políticas y medidas para recuperar el tiempo perdido. Los enfoques pueden incluir ajustes en el calendario académico, priorización a los estudiantes en los grados que se preparan para exámenes importantes, y continuación con el aprendizaje a distancia en paralelo a las escuelas. Los países que han mostrado una mayor capacidad de recuperación en crisis repetidas, como los del Este de Asia, fueron los que pudieron beneficiarse de las lecciones aprendidas y responder rápidamente a nuevas crisis, como esta. Han podido usar este impulso para volver a preparar, invertir y reforzar los sistemas para el futuro.
Es fundamental trabajar conjuntamente para aprovechar la experiencia de brotes anteriores (SARS, ébola, etc.) en apoyo de los gobiernos para comprender las opciones disponibles. El Banco Mundial está apoyando a países de todo el mundo en cada una de las tres etapas de preparación, afrontamiento y recuperación. Los encargados de formular políticas pueden usar esta crisis como una oportunidad para introducir nuevos modos de aprendizaje que llegen a todos, prepararse para emergencias y hacer que el sistema sea más resistente.
Para más información sobre COVID-19: El Banco Mundial y el COVID-19 (coronavirus)