El término aporofobia estará en diciembre en la RAE. Lo ha creado Adela Cortina y se refiere al rechazo, la prevención y el miedo frente al pobre. “El cerebro del ser humano es aporófobo. Lo positivo es que también es cooperativo con los que tiene cerca”, apunta la catedrática en Ética. La desigualdad, la pobreza y el egoísmo asilvestrado pueden destruir a la sociedad. La crisis económica junto a los casos de corrupción que han saltado en los últimos años han despertado el sentir general de la población. Ya no vale todo con tal de conseguir un objetivo determinado.
¿Es posible hablar de Ética y dinero? Éste ha sido el tema principal del debate del Atrio de los Gentiles, moderado por Juan José Almagro, Vicepresidente de UNICEF España. Una iniciativa de diálogo cultural que organiza el Foro Ecuménico Social en España con la colaboración de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. La respuesta a la pregunta se contesta con un sí rotundo. No se puede decir qué ética y empresa sea un oxímoron. “Llevamos muchos años en los que la literatura de los negocios hablan de Responsabilidad Social de las Empresas (RSE/RSC), de códigos de conducta, de buenas prácticas… o más recientemente con el Pacto Mundial, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, sostiene la también fundadora de Étnor. El dinero nació para facilitar el intercambio y hoy en día es necesario para vivir. No hay que demonizar el dinero, pero tampoco olvidar su marco ético. “A los seres humanos nos mantiene unidos la justicia, así lo decía Aristóteles. Un filósofo que ya advertía del peligro de la crematística: el arte de hacerse rico”, expone Jesús Conill, catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valencia.
La empresa tiene que ganar dinero pero debe hacerlo creando valor para todos sus grupos de interés. “Si es inteligente genera aliados y no enemigos. La clave de la RSE es cooperar. Quién no sepa hacerlo perderá. Nos acercamos a las compañías que nos inspiran confianza”, advierte Cortina. La integridad ahorra dinero y tiempo, sirve para abaratar costes. La pobreza tiene externalidades negativas, nadie y de ninguna manera se beneficia de ella. “La empresa que intente acabar con la pobreza al final también ganará. Las compañías pueden, deben y es justo que sean éticas”, subraya la catedrática de la Universidad de Valencia. Crean trabajo y riqueza y además deben ayudar a crear buenas sociedades, los ODS de las Naciones Unidas también les empujan hacia ese camino.
El mensaje está calando. El consejero Ejecutivo de BBVA, José Manuel González-Páramo, reconoce que el sector de la banca está atravesando y poco a poco superando una crisis de reputación. Se cometieron errores que causaron mucho dolor, “la prudencia, la integridad y la transparencia siempre deben estar presentes. Principios que tienen que estar guiados por un liderazgo y una buena gobernanza”, detalla el representante del banco español. Asumir la Agenda 2030 del desarrollo sostenible y encontrar oportunidades de negocio tienen que ir de la mano. Las Naciones Unidas han destacado el trabajo de la Fundación Microfinanzas (FMBBVA) por integrar los ODS en su actividad. Su labor se centra especialmente en erradicar la pobreza y promover el crecimiento inclusivo y sostenible. Así, han invertido más de 8.300 millones de dólares en préstamos productivos destinados a cuatro millones de pequeños emprendedores en América Latina.
Hay medios suficientes para que nadie sea pobre, pero se necesitan sinergias entre organizaciones, economía y empresa. “Llevar adelante un plan de vida es un deber moral y una exigencia de justicia”, recuerda Adela Cortina. Para la catedrática valenciana, las empresas tienen que trabajar en tres niveles: el primero, desde su propio negocio y actividad; el segundo, con el compromiso social; y el tercero, sensibilizando y contribuyendo a que haya leyes justas. Sí, hay mucha relación entre ética y dinero; la ética es enormemente barata.