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Suecia aprobó su primera ley sobre una norma de derecho a la información en 1776, España hace poco más de dos años. “Es necesario tener un marco legal para comenzar a caminar, pero se necesita responsabilidad por parte de la sociedad”, señala Esther Arizmendi, presidenta del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno

En el siglo XXI todo se acaba sabiendo, es una época de observación, de ahí que gran parte de las administraciones públicas y compañías privadas hayan perdido la confianza por parte de los ciudadanos. “Lo importante de la transparencia es creérsela porque luego los comportamientos saldrán solos. Cuando nos observan nos comportamos mejor y realizamos menos errores”, comenta Arizmendi. Transparencia es escrutinio, participación, facilitar información accesible y sobre todo una ventaja competitiva. “Es la manera de transmitir confianza a todos los grupos de interés, cuando no se es transparente hay que explicar la razón. Los ciudadanos tienen que pasar de la queja a la exigencia”, ha subrayado la presidenta del organismo púbico que se encarga de lograr una administración más democrática y que ha participado en el II Corporate Transparency Summit. Un encuentro cuyo objetivo ha sido el de debatir sobre los retos y las oportunidades de mejora en políticas de transparencia empresarial.

Ninguna organización promulgará que no apuesta por la transparencia, sería políticamente incorrecto. Hay que verlo en los informes anuales o de Responsabilidad Social Corporativa. El reto es pasar de las declaraciones a la realidad. “La sociedad tiene que estar convencida de que los países con menos corrupción son más exitosos y esto se aplica de igual manera al ámbito empresarial. El empuje de la demanda social tiene que ser constante, si es grande los políticos harán y actualizarán el marco regulatorio que marque la inquietud social”, ha comentado Daniel Carreño, presidente de General Electric España. Pero, ¿hasta qué punto hay que predicar con la transparencia? ¿hay dilemas al iniciar este camino? Ignacio Sánchez, director general de Leroy Merlín, lo tiene claro: todo empieza desde arriba. “El CEO tiene que ser la mejor cabeza visible en transparencia, se lo tiene que creer haya o no una legislación. Ser transparente está muy bien pero tiene que venir acompañada del buen gobierno corporativo. El talento nunca irá a una compañía opaca. La transparencia es esencial para retener el talento, para conseguir empleados óptimos y proveedores de calidad”, ha apuntado. Tiene que haber una voluntad genuina, independientemente de los reguladores. El acceso a los datos genera confianza. Según Cristina Henríquez, presidenta de GSK, no se puede publicar todo tipo de documentos pero hay que intentarlo al máximo. “La transparencia es un viaje, no todo el mundo puedo hacerlo a la misma velocidad, la autorregulación es fundamental”, ha indicado la directiva.

La empresa Blablacar es una de las muchas que han surgido con el auge de la economía colaborativa. Una compañía que nació en 2006 y que ha sido capaz de generar confianza entre todo tipo de personas. “Hemos aplicado la innovación para generar confianza entre iguales. Sin transparencia no podríamos facilitar que 12 millones de personas cada trimestre compartan coche para viajar”, ha manifestado Jaime Rodríguez, country manager de BlaBlaCar España. Unas cifras que logran gestionando con mucho esmero la reputación digital, pero no comunican todo al cien por cien. En un mundo hipercompetitivo hablar demasiado te puede perjudicar. “Nuestras cuentas no son públicas, en Francia no es obligatorio, y lo hacemos para no dar pistas a nuestros rivales. Pero cumplimos todo al pie de la letra en materia fiscal en los países en los que operamos”, detalla el representante de la compañía francesa. Lanzar documentos de cientos de páginas no es sinónimo de transparencia, es más, hoy se puede llegar a ver como un intento de sobresaturar de información poco relevante al público objetivo. Hay que escuchar, el reto, tal y como describe Helena Herrero, consejera delegada de HP España, es saber qué, cuánto y en qué manera decir.

Sin educación crítica, la transparencia se tambalea. La mentalidad de transparencia hay que inculcarla en las edades más tempranas y luego reforzarla enseñando a gestionar los datos. Acorde con lo expuesto por Ana Revuelta, directora del Proyecto Integridad en Transparencia Internacional España, y María Rubiños, responsable de Reputación y Gestión de Intangibles de Kreab, la Ley de Transparencia de España no se configuró pensando en el sector privado. De 67 empresas cotizadas analizadas, solo 25 se ven afectadas y solo una cumple.  Las compañías tienen que presentar información derivada de esta ley pero lo hacen porque perciben dinero publico. Para algunos ser demasiado nítidos puede llevarles a perder su posición en el mercado, pero la opacidad cada vez es menos aceptada por la ciudadanía. La meta, como ha afirmado Mar Cabra,  jefa de la Unidad de Datos e Investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigaciones, no es otra que ser transparente y no ser el tonto de la fiesta.

@ignaciocayetan 

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