Un informe realizado recientemente por ECODES muestra una tendencia creciente en proyectos y cantidad de combustible y a su vez contrarresta con el común mensaje de que estos impulsan la descarbonización, mostrando sus impactos negativos ambientales y en la salud. Vemos a menudo noticias gatopardistas que sugieren que estos biocombustibles pueden llenar nuestros depósitos sin cambiar nuestra manera de vivir mientras salvamos el planeta. ¡Ya nos gustaría que existiera una fórmula mágica! Pero no, el impacto ambiental de los biocombustibles es, al contrario, digno de ser tenido en cuenta y su implantación tiene que hacerse con cautela.
La clave de la sostenibilidad de los biocombustibles está, en gran medida, en cómo se obtienen las materias primas y dónde se usan. Su origen es, por definición, biológico. Originalmente, se hacían de cultivos, pero se ha comprobado que muchos eran un remedio peor que la enfermedad, con emisiones en algunos casos más altas que las de los combustibles fósiles y con peligrosos efectos en la seguridad alimentaria. En concreto, 745.061,23 m3 o el 28,5% de las materias primas de los biocombustibles analizados producidos en España en 2023 procedían de cultivos. Además, se descubrió que el aceite de cocina usado o las grasas animales podían servir también como materia prima, con el argumento añadido de que podían impulsar la economía circular al darle un uso a diversos residuos. La mayoría de la inversión actual se está enfocando en los biocombustibles que provienen de residuos. Procedentes de estas materias, pueden tener altas reducciones de emisiones, pero debemos ser conscientes de que tienen un gran defecto, que son escasos y provocan problemas de transparencia, fraude y competencia con otras industrias.
El informe de ECODES sobre “El escenario de los biocombustibles en España” analiza la situación actual sobre el desarrollo de estos combustibles hasta la fecha, su impacto ambiental y los principales proyectos anunciados. El incremento en inversión e importancia de los biocombustibles ya es visible con el HVO. Es el más usado en transporte por carretera, cuadruplicando sus ventas de 2022 a 2023. En el mismo periodo el HEFA, el único apto para la aviación, creció de 64 a 25.221 m3 en producción. Las grandes petroleras que conocemos están apostando por esta alternativa a los combustibles fósiles con inversiones multimillonarias.
En España, se consumieron 57.045.623 toneladas de combustibles fósiles en 2023, como advierte la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES). Sumando las estimaciones de los mayores proyectos en España analizados en el informe, se calcula una producción de unas 3.850.000 toneladas anuales de biocombustibles. Por tanto, hay una enorme brecha entre la oferta y la demanda de combustible que muestra la clara necesidad de reducir la demanda.
La independencia energética también está cuestionada con esta tecnología, ya que la mayoría de las materias primas son de fuera de España: un 75% de las del biodiésel y un 86,36% de las del HVO provenientes sólamente de China, Indonesia y Malasia. La combustión de los biocombustibles sigue produciendo NOx que daña nuestras vías respiratorias y ruido que provoca alteraciones en nuestro sistema inmunitario.
Los biocombustibles pueden ser una herramienta muy útil en la descarbonización de ciertos sectores que no tienen alternativa electrificable en el corto y medio plazo, como la aviación y el marítimo. En España, las empresas han decidido apostar fuertemente por la producción de biocombustibles para aviación y se prevé que más del 40% de la producción total de biocombustibles estará dedicada a combustible de aviación. Sin embargo, queda un gran camino por recorrer y hay que replantearse algunos de sus posibles riesgos, como la casi segura falta de materia prima y riesgo de fraude o la revisión de las emisiones en su ciclo de vida. En 2023, sólo el 0,00002% se usó en aviación, dejando el uso principal al transporte por carretera.
Priorizar la electrificación como la alternativa más eficiente a los combustibles fósiles es la clave para acelerar la descarbonización, y los biocombustibles se deben relegar para aquellos sectores donde no haya alternativa. Es importante reconocer su rol en esta transición: deben ser parte de una estrategia más grande, con apoyo a tecnologías más escalables y renovables, como los combustibles sintéticos, apoyada todo lo posible en la electrificación y con el impulso a la reducción de la demanda.