Durante cinco días, la ciudad francesa de Niza acogió a más de 15.000 personas, incluidos jefes de Estado, científicos, activistas y representantes de organismos internacionales, en un evento que pretendía marcar un antes y un después en la protección del océano. Organizada por Francia y Costa Rica, la cumbre culminó con la aprobación por consenso del Plan de Acción de Niza sobre los Océanos, un paquete político y técnico que recoge más de 800 compromisos voluntarios.
Según informa Noticias ONU, entre los anuncios más destacados se encuentran los mil millones de euros comprometidos por la Comisión Europea para ciencia marina, conservación y pesca sostenible; la creación por parte de la Polinesia Francesa de la mayor zona marina protegida del mundo (cinco millones de km²); y un programa alemán dotado con 100 millones de euros para retirar municiones sumergidas en el mar Báltico y el del Norte.
España también hizo su parte al declarar cinco nuevas zonas marinas protegidas, mientras que países como Nueva Zelanda, Indonesia o Panamá impulsaron alianzas para mejorar la gobernanza oceánica y combatir la contaminación acústica bajo el agua.
Avances diplomáticos y presiones pendientes
Uno de los objetivos centrales de esta cumbre fue acelerar la entrada en vigor del Tratado de Alta Mar (BBNJ, por sus siglas en inglés), aprobado en 2023 y clave para proteger la biodiversidad en aguas internacionales. De las 60 ratificaciones necesarias, ya se han alcanzado 50, según confirmó el enviado francés Olivier Poivre d'Arvor, quien celebró que “el 92% de los países ‘copropietarios’ del océano participaron en Niza”.
Sin embargo, la ausencia de delegaciones de alto nivel de potencias como Estados Unidos y la falta de consenso sobre una moratoria para la minería submarina en aguas internacionales dejaron al descubierto las tensiones políticas que aún rodean la gobernanza del mar.
El Sur Global marca el rumbo
Desde los pequeños Estados insulares hasta los colectivos científicos, muchas voces subrayaron que sin financiación real y justicia climática no se alcanzarán los objetivos. Países como las Islas Marshall, Vanuatu o Fiji recordaron su papel pionero en la protección marina y reclamaron mayor responsabilidad a las grandes potencias contaminantes.
“Si los países pequeños pueden asumir compromisos tan ambiciosos, ¿por qué no lo hacen los grandes?”, cuestionó Peter Thomson, enviado especial de la ONU para los Océanos. Con un collar de conchas regalado por comunidades isleñas, Thomson advirtió que “el verdadero cambio no está en los discursos, sino en lo que hagamos al salir de aquí”.
Rumbo a 2030: ¿meta alcanzable o promesa hueca?
El horizonte marcado es 2030: proteger al menos el 30% del océano, cumplir con los objetivos del Acuerdo de Kunming-Montreal sobre biodiversidad y consolidar tratados como el del plástico o el de las subvenciones pesqueras. Pero la declaración política firmada en Niza, titulada Nuestro océano, nuestro futuro: unidos para una acción urgente, no es jurídicamente vinculante.
“La verdadera prueba no es lo que dijimos aquí, sino lo que hagamos después”, advirtió Li Junhua, Secretario General Adjunto de la ONU. El desafío es inmenso: revertir décadas de sobreexplotación, contaminación y abandono de un ecosistema que cubre más del 70% del planeta y que es esencial para la vida.
Mientras el sol se escondía sobre el Mediterráneo y las sirenas del puerto sonaban como gesto simbólico de unidad, el mar –antiguo, vital y en peligro– quedó a la espera de que las promesas se transformen en hechos.