No voy a entrar en este tema, pero si recoger la preocupación de mi compañero y trasladar la pregunta que me hago en este tercer artículo sobre el panorama global que se observa en nuestra sociedad y rodea al ciudadano: ¿Por qué tenemos la sensación de que nos estamos quedando sin ética en nuestra sociedad? ¿Por qué, al parecer, se ha reducido la ética a una cuestión de normas intercambiables que ponen en peligro los principios morales de la dignidad humana y de la propia vida?
Es cierto que existen en la sociedad proyectos, encabezados por diferentes asociaciones e instituciones de mérito en esto de la solidaridad y la persecución de la justicia, pero la realidad de estas preguntas es la que al final se impone. En definitiva, parece que lo económico y lo político terminan implantando sus intereses y el derecho queda reducido al juego de las normas y sus redefiniciones.
En mis dos artículos anteriores ya he dado algunos rodeos sobre esta cuestión que, al menos, relacionan algunos aspectos ya citados, pero no el fondo del problema. Es cierto que la filosofía moral tiene muchas cosas que decir, pero creo que no va por ahí todo el problema. Falta, una cuestión previa: ¿qué es lo que realmente sucede en el conjunto de la sociedad y en sus ciudadanos? ¿Por qué las personas -todos pegados a su ideología política-, votan lo que votan o los periodistas critican lo que critican y dicen lo que dicen cuando opinan a través de los medios de comunicación sobre lo que sucede en la vida social? ¿Por qué lo normal es que la moral quede siempre en segundo o tercer lugar de importancia o quede sumergida en el mar de la indiferencia? Voy a intentar responder a estas cuestiones con el fin de discernir, si algo de lo que podemos llamar ética pervive en sus respuestas, y, sobre todo, en sus formas de comprender los comportamientos, e interpretar lo que sucede. Mi opinión no es un análisis psicológico y tampoco sociológico. No pretendo, en tan breves párrafos, llegar a ningún diagnóstico definitivo, sino, tan solo, dar algunas breves pinceladas de lo que nos rodea y delimitar un poco más la forma en que las personas estamos sutilmente condicionadas en nuestras opiniones y comportamientos.
A partir de aquí, los diversos enfoques que han explicado los nuevos sistemas, surgidos frente a las antiguas filosofías, los iniciales objetivos de la Ilustración y la posterior crisis del pensamiento moderno, han derivado en muy diversas explicaciones sobre la moral. Pero, a mi modo de ver, la realidad es que nos estamos quedando sin ética por nuevos y varios fundamentales motivos de fondo, que se observan y ejemplifican en la propia vida de las personas.
Lo primero que hay que observar es una cuestión de carácter general que se concreta en las investigaciones de los hábitos y opiniones que se han venido haciendo en la sociedad occidental, especialmente, en la segunda mitad del último siglo (J. Benavides Delgado 1997)[1]; contenidos, algunos de los cuales se han llegado a convertir en mitos. Porque la verdad es que lo que se mitifica en la sociedad sucede cuando ésta institucionaliza como símbolos residuales, lo que en su origen fueron opiniones, análisis científicos o filosóficos y la propia dramaturgia de la vida psíquica de las personas.
A este respecto, me parece interesante recordar algunas reflexiones de G. Steiner, que llenan de más contenido lo que acabo de decir. Este autor estimaba que se habían producido en occidente nuevas mitologías en sustitución de las religiones tradicionales, especialmente, respecto al cristianismo, y que tienen muchas semejanzas con la teología a la que pretenden sustituir. En la actualidad se padece hambre de mitos y se anhelan profecías con garantías. No se debe olvidar, -según este autor-, que los tres criterios de cualquier mitología es la pretensión de totalidad, la generación de herejías como posiciones contrarias y un lenguaje propio con sus liturgias, símbolos, etc.[2] La verdad es que Steiner las reduce a tres fundamentales áreas de contenidos que concreta en tres conceptos: la alienación, la represión y la cultura. Más allá de los saberes científicos relacionados, estos contenidos resumen tres proyectos, tres ideas con sus creadores originales: Marx, Freud y los principales protagonistas de la Escuela Francesa de mediados del siglo XX. Sin duda las obras de estos autores han sido decisivas para la mejor comprensión del siglo XX y, en buena medida, han cambiado y dirigido la crisis de la modernidad y profundizado en la propia postmodernidad.
En efecto, Steiner entiende que, a lo largo del siglo XX, se han ido extendiendo tres fundamentales tendencias y propuestas derivadas de la investigación en ciencias sociales. La primera se refiere a los conceptos introducidos por C. Marx como explicación de la alienación ideológica que confunde a la persona en sus acciones; la segunda deriva del psicoanálisis de S. Freud y los aspectos represivos que sufre la persona en el origen de su personalidad; y una tercera ha venido a determinar y definir los nuevos enfoques para comprender lo que significa la el protagonismo de la cultura sobre la propia naturaleza.
De estos tres nuevos contenidos que han producido las ciencias sociales, han surgido un conjunto de discursos míticos residuales sobre la persona y la sociedad, que pueden explicar muchas de las preocupaciones que han circulado alrededor y dentro de las personas a lo largo de casi un siglo. Tres grandes categorías -alienación, represión y representación-, y tres grandes derivaciones -ideología, libertad y cultura-, como grandes constitutivos de la nueva sociedad, hoy convertidos en mitos que determinan lo que somos como personas y nuestro objetivo como sociedad. Unos mitemas, que, en una sociedad individualista, pragmática y tecnológica como la nuestra, se convierten en una relación explosiva para los gestores y responsables institucionales convertidos en los garantes de la verdadera democracia.
Estos son los mitos que se han extendido en la sociedad occidental, que han venido a sustituir a las antiguas religiones y que ya tienen algunas consecuencias tangibles, atendidas en la actualidad por muy diversos autores de los que no puedo ocuparme ahora. Pero la realidad es que parece que para algunas opiniones, los discursos creados ya son suficientes para hacer de la realidad científica y libre de ideologías y del sujeto individual en libertad absoluta, no solo algo creíble y libre de máscaras, sino algo tan suficientemente maduro y objetivo como para hacer de aquellos algo sujeto a leyes y principios. Por eso para otros filósofos, no sólo la filosofía se ha vuelto loca, sino que los propios responsables del poder también se han convertido en creyentes irresponsables sin solución posible. Tenemos en España, y en el mundo, ejemplos que ayudan en la comprensión de lo que actualmente sucede en relación con el pensamiento, la ética y el curso de la política, cuando se gestionan decisiones y se promulgan leyes, -algunas de dudosa legitimidad moral-, en las sociedades democráticas.
Por todo ello, si recurro nuevamente a la pregunta inicial de estos comentarios: ¿Por qué nos estamos quedando sin ética?¿Por qué hacen los políticos lo que hacen y los ciudadanos votan lo que votan? Solo me cabe añadir, que, en efecto, estos mitos han dejado a la sociedad sin el sentido que otorgaba la religión y la percepción de lo absoluto y, la han derivado, -pienso yo-, a una ausencia total de los principios morales sustantivos del propio sentido de la humanidad. Nos hemos quedado reducidos a la nostalgia de lo absoluto y a algo, todavía más grave, nos hemos quedado sin la convicción de lo que significaba la verdad, la realidad y lo que somos y debemos ser como personas.
Al trasladar estas reflexiones a un segundo plano de opinión, me encuentro con el propio individuo, con uno mismo. Es una situación parecida al personaje del relato de ciencia ficción de Philip K. Dick, La fe de nuestros padres, que hace reflexionar al propio autor sobre la superación de su viejo ateísmo[3]. Pensar que estamos sin ética porque hemos definitivamente confundido la realidad con nuestras propias ideaciones científicas es, quizá, una idea exagerada, pero no desenfocada. La vida cotidiana, como la filosofía, se han vuelto locas. Es probable que eso nos ha pasado siempre a los humanos; pero también y desde siempre había una importante contención: la propia persona. En la actualidad, sin embargo, hemos preferido eliminar a la persona y sustituirla por nuestros propios sueños, integrarla en las propias pulsiones, que orientan nuestro comportamiento. Por eso hablamos más que nunca de ética cuando la realidad se enturbia y tampoco acompaña. Nos pasa lo que ya les lleva pasando a los políticos y a los propios medios, que ya desconocen lo que es la moral aunque presuman de ella: Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Un desastre.
Regresar al espacio de nosotros mismos, exige establecer una correlación con las propias mentalidades que se extienden en la vida cotidiana de las personas: entretenimiento, vida personal y familiar…, donde la ideología también tiene su presencia. Como acabo de comentar, hace un momento hablando de la sociedad, esto de cambiar o confundir la realidad con los relatos discursivos, en el fondo, nuestras propias ideaciones, no solo puede obligar al individuo a cometer errores graves, sino convertir la opinión pública en un producto estratégico, el producto de los relatos mediáticos, que existen, normalmente, como representación ideológica, lo cual es todavía mucho más grave e irresponsable. Es decir, nos quedamos definitivamente sin la reflexión moral. Sin duda, los nuevos mitos se han extendido en las sociedades democráticas y, por ende, en la vida de las personas, removiendo todas las mentalidades y convirtiendo la vida -como recuerdan tanto algunos slogans publicitarios-, en una especie del todo vale porque tú lo vales. Este individualismo hedonista y radical conduce a situaciones verdaderamente peligrosas y casi irreversibles para la vida de las personas: la supresión de la moral a costa de la propia dignidad humana. Por eso si la ética no existe en muchos espacios de la vida pública, habrá que reducirla a los pequeños espacios de la religión. Pero ojo, porque esto no supone una reducción nostálgica hacia el pasado sino que exige un imprescindible y nuevo replanteamiento de la ética; a ello dedicaré nuevos comentarios.
Referencias Bibliográficas
Benavides Delgado, Juan,
(1987), Lenguaje Publicitario. Hacia un estudio del lenguaje en los medios, Ed.Síntesis, Madrid.
(2023), “Los relatos de la ética en ética. Las voces de la Universidad y la empresa”, Editorial Kolima, Madrid.
DICK, Ph. K., (1983) “La fe nuestros padres” en Visiones Peligrosas II (Antología de Harlan Ellison), Martínez Roca, Barcelona.
STEINER, G.,(1971), Nostalgia del Absoluto, Ed. Siruela, Madrid 2014.
[1] Ver, J. Benavides Delgado, Lenguaje Publicitario. Hacia un estudio del lenguaje en los medios, Ed. Síntesis 1987.
[2] George Steiner, Nostalgia del Absoluto (1971), Ed. Siruela, Madrid 2014, pp. 14-19 y ss.
[3] En Visiones Peligrosas II (Antología de Harlan Ellison), Martínez Roca, Barcelona 1983, p. 59.
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