Este 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. El lema elegido por Naciones Unidas este año es claro: “Sin contaminación por plásticos”.
Los datos son abrumadores: cada año se producen más de 400 millones de toneladas de plástico, la mitad para un solo uso. Menos del 10% se recicla. Y más de 11 millones de toneladas acaban en lagos, ríos y mares. Estos residuos perjudican la salud humana, destruyen biodiversidad y contaminan todo tipo de ecosistemas, desde cumbres nevadas hasta fondos marinos.
El plástico está en miles de gestos diarios. Uno de ellos, tan rutinario como revelador, es tomar café. Un hábito aparentemente inocente que, bajo el modelo actual, deja una huella ambiental inmensa: cápsulas, envoltorios, vasos y tapas que duran segundos, pero permanecen décadas.
El sector cafetero no puede mirar hacia otro lado. Tiene una responsabilidad enorme, pero también una oportunidad real de transformación. Cada vez más productores, distribuidores, consumidores y oficinas se preguntan cómo eliminar los plásticos de un solo uso del ciclo del café.
En Filantrópico, como empresa social centrada en el café de especialidad, decidimos replantear desde cero cómo se distribuye y consume esta bebida. Nuestro propósito social —generar empleo para personas con discapacidad intelectual y en riesgo de exclusión— va de la mano de un compromiso ambiental firme: eliminar los residuos innecesarios.
Empezamos por lo más evidente: nada de cápsulas. Usamos café en grano con máquinas superautomáticas: misma comodidad, mejor sabor y cero residuos. Diseñamos un sistema de envases reutilizables para todas nuestras entregas a oficinas, con logística inversa incluida. ¿El resultado? Lo único que deja nuestro café es el poso.
Creemos que el futuro del café —y de tantos otros sectores— debe medirse no solo por eficiencia o margen, sino por su huella social y ambiental.
La buena noticia es que cada vez hay más personas que preguntan, exigen y eligen con conciencia. Que buscan trazabilidad, justicia, sostenibilidad real. Pero esa conciencia necesita empresas que estén a la altura, con respuestas auténticas.
El gran reto está en escalar sin traicionar. Sin convertir la sostenibilidad en etiqueta vacía. Sin promocionar cápsulas reciclables o compostables mientras ignoramos lo esencial: el café no necesita cápsulas. Incluso si se reciclaran todas —y no ocurre—, su fabricación, transporte y gestión siguen generando una huella evitable.
Este Día Mundial del Medio Ambiente es una invitación a fijarnos en lo pequeño, en lo que sí podemos cambiar. Porque una taza de café puede parecer poco. Pero cuando en España se consumen 22.000 millones al año, cambiar la forma en que tomamos café puede convertirse en una revolución silenciosa, cotidiana y profundamente transformadora.