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Avanzar hacia un mundo libre de desechos plásticos y al mismo tiempo garantizar un futuro viable para la sociedad implica referirnos a un planteamiento real y no simplificar la realidad a escenarios utópicos como “usar o no usar plástico”. Debemos ser conscientes de que el plástico es uno de los materiales más usados actualmente en la sociedad. Es un elemento ligero, resistente y barato; esto es, útil para la sociedad tan dinámica y de consumo en la que vivimos. 

Teniendo en cuenta únicamente la contaminación marina, cada año, alrededor de 13 millones de toneladas de plástico acaban en los océanos. Como resultado de un proceso de degradación química muy lento, las partículas de menor tamaño o lo que comúnmente conocemos como microplásticos, terminan en el interior de peces, crustáceos, moluscos e infinidad de organismos consumidos por el ser humano. Esto conlleva la acumulación de estos materiales en nuestro cuerpo, pudiendo dar lugar a enfermedades de diversa índole.

Frente a este escenario, no es suficiente con que dejemos de usar pajitas o evitemos comprar alimentos envasados. Aunque las acciones individuales suman, no son la solución de fondo y durante años se pone el foco (y la culpa) en el consumidor. El sistema actual está diseñado para el uso excesivo y por tanto, el descarte de enormes cantidades de plástico. En este sentido, un verdadero cambio tiene que venir de alguien más que del ciudadano de a pie; deben presentar un mayor calado a nivel estructural y para ello, gobiernos y empresas deben replantear las decisiones políticas y comerciales que finalmente deban aplicarse a la población para garantizar un modelo de consumo sostenible sin perjuicio económico para la industria.

Para que este cambio estructural se produzca, es necesario que, a nivel político, tenga lugar una regulación legislativa que priorice el uso de plásticos reutilizables en detrimento de aquellos considerados de un solo uso. Esto que todos conocemos como economía circular, no termina de ser una realidad y la mayoría de productos que empleamos a diario continúan diseñándose para ser desechados tras un uso relativamente corto en lugar de repararse o reutilizarse. En la misma línea, incentivar la implantación de medidas económicas favorables, en materia fiscal por ejemplo, para la industria que invierta en este tipo de procesos circulares e innove en materia de tecnología ambiental, puede resultar atractivo para otras empresas del sector.

Para que este tipo de medidas sean efectivas a medio o largo plazo, sería recomendable que se consensuaran dentro del marco de regulación europeo y no a nivel local, con objeto de conseguir un mayor alcance a lo largo de toda la cadena de producción, distribución y consumo. De otra manera, este tipo de acciones pueden quedar reducidas a simples actos puntuales que se disiparán rápidamente sin suponer un impacto real o efectivo en el modelo de consumo actual.

El sector político, en su labor más pedagógica, debería además, fomentar campañas estatales de concienciación. La educación ambiental en colegios y universidades es fundamental para dar a conocer al público más joven que se incorporará al tejido industrial y administrativo en los años siguientes y por lo tanto, tendrá un papel relevante en la toma decisiones que afectará directamente al resto de la sociedad.

Papel no menos importante tienen los medios de comunicación. Su gran alcance es necesario no sólo para dar altavoz a campañas informativas y de divulgación sino también para permitir a la ciudadanía el acceso a una información clara y veraz sobre qué alternativas al plástico existen realmente o garantizan una mejor reutilización del producto; qué empresas están implicadas en garantizar la sostenibilidad ambiental sin perjudicar su desarrollo económico; o cuáles de ellas se aprovechan de la situación para llevar a cabo lo que se conoce como “greenwashing” o lo que es lo mismo, ofrecer un marketing de dudosa credibilidad con el objetivo de blanquear su imagen corporativa mientras ciertamente, no están aplicando ninguna medida de acción real al respecto.

Continuando con el sector empresarial, y jugando este un papel clave en el avance hacia un modelo de consumo de plásticos justo y sostenible, es necesario que el nivel de implicación mejore, al mismo tiempo que garantice su desarrollo económico futuro.

El tejido industrial vinculado al entorno marino es enormemente grande y es tal su complejidad que engloba sectores tan dispares como el acuícola, las energías renovables instaladas offshore, el transporte marítimo y por supuesto, la actividad pesquera y otras actividades de carácter porturario, entre otras.

Todas ellas, hacen un uso ingente de plástico y como resultado, el nivel de desechos de este mismo material es prporcionalmente elevado. Todo el sector presenta en su globalidad un gran margen de mejora. El uso de materiales reutilizables, la recuperación de equipos mediante sensores o una mayor inversión en tecnología de monitoreo y materiales más resistentes, son necesarios para hacer frente al cuidado de un entorno que, además de proveer de recursos económicos a la sociedad, también es fuente de recursos ecológicos, sociales y patrimoniales.

Así, no deberíamos poner el foco únicamente en “eliminar los desechos plásticos”, sino en hacerlo sin poner en riesgo la estabilidad social, económica y ambiental del futuro. Para ello, debemos ser conscientes de que la contaminación por plásticos ya no es solo una cuestión ambiental, sino que se trata de un problema de salud pública y responsabilidad política. Para abordarlo y garantizar la sostenibilidad futura será necesaria una transición estratégica hacia un modelo social y económico basado en evidenciasreales.

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Opinión#medioambiente2025

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