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Avanzar hacia un mundo libre de contaminación y garantizar el derecho a un medioambiente sano para todas las personas no es únicamente una cuestión técnica o ambiental: es, ante todo, una transformación de la sociedad que exige decisiones políticas valientes, una reconfiguración económica profunda y una nueva conciencia social. ¿Estamos dispuestos a este cambio de paradigma? Puedo aseguraros de que, en este proceso, los datos y la inteligencia artificial (IA) son herramientas decisivas, pero solo si están al servicio de un modelo centrado en la responsabilidad social.

Paso a explicaros mi visión sobre cómo podríamos transformar nuestro modelo. No es sencillo pero ningún cambio por pequeño que sea lo es. Supongo que el argumentario perfecto para dar el primer paso sería qué vamos a ganar si lo hacemos. Si abordamos este cambio, sólo podría hacerse desde una perspectiva 360º que incluya una transformación social, económica y política y esto supone un cambio estructural a todos los niveles.

1.Transformación social: educación y participación

La transición hacia una sociedad libre de contaminación comienza por sensibilizar y concienciar a la ciudadanía utilizando el conocimiento y su participación. Todos queremos formar parte de algo. Tener ese orgullo de pertenencia. Para ello, es necesario la alfabetización en sostenibilidad y el acceso transparente a los datos. Aquí, la IA puede actuar como puente, democratizando el acceso a información clave —como calidad del aire o niveles de residuos— a través de sistemas de monitorización en tiempo real accesibles para cualquier persona, independientemente de su ubicación o nivel educativo.

Además, es importante incorporar la perspectiva de justicia ambiental. ¿A qué nos referimos con esto? Las comunidades más vulnerables —históricamente excluidas— son las que más sufren los efectos de la contaminación. Necesitamos políticas que reparen estas desigualdades, basadas en datos desagregados que visibilicen las brechas territoriales y socioeconómicas en la exposición a riesgos ambientales.

2. Transformación económica: del extractivismo al modelo regenerativo

La economía actual está basada en un paradigma extractivo y lineal que perpetúa la contaminación. El cambio hacia una economía circular, descarbonizada y regenerativa no es una opción, es una necesidad. Para ello, es necesario repensar los incentivos económicos: eliminar subsidios a industrias contaminantes, implementar impuestos al carbono y fomentar la innovación con foco en la sostenibilidad, no sólo en la parte medioambiental, pero claro, debemos asegurarnos de contar con una infraestructura que nos permita esta transición y eso no se consigue de la noche a la mañana. Si no desarrollamos la infraestructura necesaria que soporte este cambio, no valdrá para nada. Volveremos a vivir un 28 de abril, día del apagón, de manera constante.

Los sistemas basados en IA y análisis de big data permiten optimizar el uso de recursos, prever impactos ambientales en tiempo real y diseñar cadenas de suministro sostenibles. Pero estas tecnologías deben integrarse en modelos económicos que midan el bienestar más allá del PIB, incorporando indicadores de salud, calidad de vida y equidad intergeneracional.

3. Transformación política: gobernanza y regulación inteligente

Me encanta cuando hablamos de la necesidad de garantizar un medioambiente sano, de transformar los modelos de negocio y equilibrar nuestras acciones en pro de un futuro limpio, bueno para el planeta. Creo que por regla general todos nos sentimos identificados en ir en esta dirección. El reto, y es aquí donde debemos poner foco, requiere una gobernanza fuerte, colaborativa y anticipatoria. Una gobernanza basada en el consenso y actualmente, con la polarización que vivimos lo veo complicado. Es fundamental que los Estados fortalezcan las instituciones ambientales, creen marcos regulatorios robustos y garanticen mecanismos de rendición de cuentas basados en evidencia. Aquí, los datos abiertos y la IA pueden detectar incumplimientos, prever catástrofes y mejorar la fiscalización ambiental, pero su efectividad depende de una regulación ética y transparente.

También se necesita una cooperación internacional más ambiciosa. La contaminación y el cambio climático no reconocen fronteras, por lo que urge una gobernanza global que comparta información, tecnología y responsabilidades con un objetivo climático.

La verdadera transformación hacia un mundo libre de contaminación exige cambiar la manera en que producimos, consumimos, gobernamos y nos relacionamos entre nosotros y con la naturaleza. Solo entonces podremos garantizar el derecho a un medioambiente sano como un derecho humano incuestionable, no como un privilegio geográfico o de clase.

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Opinión#medioambiente2025

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