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Todos los días, a las nueve en punto de la mañana, te encuentras en el campo de batalla. No es un coliseo ni una trinchera; es la sala de reuniones de tu empresa. Y ahí, en el centro del ruedo corporativo, se libra la misma lucha de siempre: David contra Goliat. O, en términos actuales, líder contra jefe.
David contra Goliat en el liderazgo actual

Si eres un profesional con cierta experiencia, es probable que hayas presenciado esta lucha en primera fila. De un lado, el líder, ese David moderno, aparentemente frágil pero astuto, que se enfrenta al Goliat de turno: el jefe de toda la vida, enorme, imponente y convencido de que su método es el único válido porque «siempre se ha hecho así».

Goliat: El jefe de la vieja escuela

Goliat es ese jefe que aparece en todas las historias de terror corporativas. No grita, pero su sola presencia hace que la sala se congele. Su autoridad no se cuestiona, su agenda es inamovible y sus órdenes no admiten réplica. Se mueve con la seguridad de quien lleva años gobernando con mano de hierro y una montaña de procesos burocráticos a su espalda.

Para él, los empleados son recursos, no personas. Mide el rendimiento en hojas de cálculo, no en impacto real. Y cualquier iniciativa que implique cambiar las cosas se encuentra con su temida frase: «Aquí no venimos a innovar, venimos a trabajar».

Goliat se siente invencible. Como en la historia bíblica, es grande, fuerte y ha aplastado a muchos antes que a ti. Su poder se basa en el miedo y en la estructura jerárquica. No se plantea que alguien pueda desafiar su liderazgo. Hasta que aparece David.

David: El líder que cambia las reglas del juego

David es otra historia. No tiene la fuerza bruta de Goliat ni, tal vez, tanta experiencia en «el arte de mandar». No se impone con la fuerza de su voz ni con protocolos, sino con inteligencia emocional y empatía. En lugar de un arsenal de normas inamovibles, David tiene algo mucho más peligroso: ideas.

Mientras Goliat exige resultados inmediatos, David fomenta la creatividad y la autonomía. En lugar de asfixiar con control, inspira confianza. Sabe que las personas trabajan mejor cuando se sienten valoradas y escucha más de lo que habla. Donde Goliat ve empleados que deben seguir órdenes, David ve talento que debe potenciarse.

Y aunque pueda parecer frágil frente a la estructura mastodóntica de Goliat, David tiene un arma secreta: la agilidad. No necesita permisos infinitos para probar cosas nuevas. No se aferra a lo que ya no funciona. Y, sobre todo, sabe que para ganar no tiene que enfrentarse a Goliat en su propio terreno; tiene que cambiar las reglas del juego.

La batalla en la oficina

Seguro que, más de una vez, has sido testigo de cómo se desarrolla esta lucha en reuniones, proyectos y pasillos en tu oficina. Los Goliat imponen su autoridad con la esperanza de mantener el control, mientras que los David intentan transformar la cultura  sin acabar aplastados.

El problema es que los David suelen ser vistos como una amenaza por los Goliat. Mientras que el jefe tradicional piensa que el respeto se gana con años de servicio, el líder moderno lo construye con credibilidad y cercanía. Y eso es algo que a los Goliat no les sienta bien.

Lo paradójico es que, en el largo plazo, las empresas que sobreviven y prosperan son aquellas que apuestan por los David. La rigidez de Goliat ya no funciona en un mundo que cambia a la velocidad de la luz. Las organizaciones necesitan líderes ágiles, no jefes autoritarios.

¿Y qué pasa con los empleados en esta batalla?

Si eres un soldado raso en este campo de batalla, probablemente tengas que lidiar con ambas figuras. Puede que tu jefe directo sea un David inspirador, pero su superior sea un Goliat que boicotea cualquier intento de cambio. O quizás estés en una empresa donde los Goliat dominan y los David han sido exiliados a posiciones sin influencia real.

Mi consejo: alinea tus esfuerzos con los David. Aprende de ellos. Desarrolla habilidades de liderazgo, aunque no tengas un puesto directivo. Porque en algún momento, los Goliat se irán o caerán bajo el peso de su propia inflexibilidad, y entonces serán los David quienes tomarán el relevo.

Mientras tanto, sigue afinando tu honda. Nunca se sabe cuándo llegará el momento de enfrentarte a tu propio Goliat.

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