Ante una fecha como el 8M cabe recordar que el 8 de marzo no es un día de celebración, sino una conmemoración de las luchas feministas y de los derechos conquistados. Sin embargo, cada año, en estas fechas, encontramos numerosos artículos y publicaciones en redes feministas que alertan sobre el purplewashing[1] y la superficialidad de muchas acciones en torno al Día Internacional de la Mujer, así como llamamientos a evitar que esta sea la única fecha en la que se nos da voz, y la constatación de que la realidad no cambia lo suficiente.
Desde sus orígenes, el sistema capitalista ha estado marcado por desigualdades estructurales que han afectado de manera diferenciada a distintos actores sociales. Como señala Silvia Federici en Calibán y la bruja, la consolidación del capitalismo estuvo ligada a la opresión de las mujeres (y otros colectivos minorizados) y a la restricción de sus derechos, una dinámica que aún hoy persiste bajo nuevas formas.
El avance de discursos conservadores a nivel global y el recrudecimiento de tensiones sociopolíticas de la actualidad nos presentan un gran desafío: el movimiento llamado por muchos anti-woke, busca deslegitimar políticas de diversidad, igualdad e inclusión (DEI) que han costado décadas de avances. En Estados Unidos, se observa de manera evidente el retroceso en relación con estas políticas. Figuras como Donald Trump intentan trasladar esta agenda a Europa, presionando, por ejemplo, a las empresas estadounidenses transnacionales en suelo europeo para que eliminen sus políticas de DEI. En Europa, por su parte, el crecimiento de ideologías ultraconservadoras refuerza estos discursos, poniendo en tela de juicio derechos legítimamente conquistados.
Liderazgos diversos: más allá del modelo tradicional
Frente a este contexto, las empresas no pueden permanecer al margen. El mundo corporativo tiene el potencial de ser un motor de cambio (y resistencia), con la capacidad de generar un impacto significativo y positivo en su entorno.
Pasamos una gran parte de nuestras vidas en el trabajo. Es un espacio clave de socialización, e incluso formativo; las organizaciones pueden promover valores sólidos que favorezcan el bienestar de las personas y contribuyan a generar dinámicas saludables para una sociedad más equitativa y responsable.
Un aspecto clave para proteger y fortalecer los derechos conquistados es repensar cómo se ejerce el liderazgo dentro de las organizaciones. No se trata solo de que las mujeres lleguen a ocupar puestos de responsabilidad, sino de transformar la manera en que se gestionan dichos espacios. De revisar los modelos tradicionales de liderazgo, que a menudo responden a una visión vertical y dar lugar estilos de liderazgo más diversos, con un enfoque más colaborativo, basado en el diálogo y la confianza.
Evitar el purplewashing: se necesitan acciones reales y sostenibles
Otro punto que debemos abordar es el del purplewashing, aquellos mensajes u acciones que se apropian de los discursos feministas sin el respaldo de cambios estructurales reales que los respalden. El compromiso con la equidad requiere de transformaciones profundas dentro de la cultura organizacional, requiere de la implementación de políticas y prácticas claras que promuevan la igualdad de género de manera efectiva, garantizando que todas las personas que trabajan en ellas, sin importar su identidad, puedan desarrollarse en un entorno inclusivo, seguro, justo y con oportunidades.
Además de fortalecer el entorno laboral, un compromiso real con la equidad contribuye al desarrollo de un discurso social más respetuoso y a debilitar los discursos de odio y exclusión, promoviendo sociedades de paz.
Interseccionalidad: un enfoque necesario
Por último, quisiera destacar que en la búsqueda de una sociedad más inclusiva y equitativa, la igualdad de género no puede pensarse de manera aislada. El feminismo interseccional, una corriente feminista de los 90s, propone que las personas vulneradas por el sistema suelen enfrentar múltiples formas de discriminación simultáneamente, no solo por cuestiones de género. Contempla también el origen racial, la clase social, situación migratoria e identidad sexual. Incorporar esta perspectiva en el ámbito corporativo permitiría desarrollar estrategias de equidad e inclusión más integrales y efectivas, con un impacto real y sostenido en el tiempo.
En conclusión, más que centrar el 8M en acciones aisladas o iniciativas simbólicas, considero que lo importante es construir estrategias que formen parte integral de la cultura organizacional. Y entender muy bien para qué lo hacemos, el impacto que tenemos y cómo podemos capitalizar cambios sociales relevantes. Una transformación estructural no se logra en un solo día, sino a través de las decisiones diarias y el compromiso constante de las organizaciones para generar un cambio duradero.
[1] El Purplewashing, o lavado violeta, es un concepto acuñado por la escritora Brigitte Vasallo, que denuncia la apropiación superficial de las luchas feministas, mientras se mantienen o refuerzan políticas que excluyen a mujeres y otros colectivos minorizados o antihegemónicos.