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En los dos próximos años, las agencias de calificación ESG se verán enfrentadas al desafío de mejorar sus metodologías y transparencia, así como al reto de gestionar potenciales conflictos de interés, sobre todo a la luz de la futura creación del Registro europeo. Las recientes crisis geopolíticas han destacado la fragilidad de las puntuaciones ESG puramente sectoriales, sobre todo cuando están influenciadas por grupos de opinión o necesidades de los inversores.
Una etapa histórica para las calificaciones ESG y sus proveedores

Estas evaluaciones no siempre reflejan una situación que evoluciona; no solo faltan de transparencia, sino que se ajustan demasiado rápidamente a las opiniones de partes interesadas individuales más que a las estrategias globales de sostenibilidad. 

Por ejemplo, la urgencia del suministro de energía a raíz de la crisis de Ucrania resaltó los límites de las posiciones dogmáticas, a pesar de la existencia de evidencias concretas, y la vuelta, si bien temporal, de recursos más contaminantes dio muestras de la falibilidad de metodologías de calificación ESG establecidas de antemano y más rígidas.

Asimismo, la necesidad de un sistema de defensa moderno adaptado a los desafíos de los tiempos desveló la debilidad de algunos prejuicios éticos frente al deber de defender valores y democracia. Esta es la razón por la cual es útil que las calificaciones ESG sean guiadas por recomendaciones internacionales, que a su vez cumplan con estrategias generales de sostenibilidad con vistas a afrontar la transición energética y los temas sociales en contextos dinámicos y crisis políticas. La decisión de Standard Ethics de fundamentar su manera de trabajar alrededor de las estrategias de la UE, la OCDE y la ONU, sin adoptar métodos de interés especiales o éticos, es garantía de un punto de referencia claro para sus calificaciones y las empresas que las reciben.

En términos de análisis sectorial en el marco de la OCDE, la Agencia observa que los sectores de la banca, los seguros, el servicio público y los multi-servicios han logrado una buena conformidad con las estrategias globales, en parte gracias a la presencia de reguladores muy activos en el ámbito de la sostenibilidad y a orientaciones más puntuales de la UE, la OCDE y la ONU. La Agencia prevé una baja volatilidad de las calificaciones en estos sectores en los dos/tres próximos años, salvo crisis sistémicas. Lo anterior significa esencialmente calificaciones estables, basadas en la confianza de que estas compañías serán capaces de seguir el ritmo de los cambios.

Por otra parte, sectores que están más lejos de las directrices internacionales y por consiguiente tienen más espacio de mejora son, por ejemplo, los sectores manufacturero y tecnológico. Entre diferentes sectores, la automoción, el transporte y el lujo parecen ser los que podrían ofrecer perspectivas más interesantes que otros. El sector de la tecnología guiará el desarrollo en el futuro inmediato y este sector parece verse afectado por importantes innovaciones, tales como el uso y desarrollo de la Inteligencia Artificial, que plantea enormes problemas regulatorios y retos de sostenibilidad, tanto en términos de la energía que requiere como en la vertiente de los derechos. Lo último, pero no menos importante, es que el sector de la tecnología, estrechamente vinculado al sector de la comunicación, muestra vulnerabilidades adicionales en dos temas cruciales: la independencia y el estatus de tercera parte en relación con el poder político y la transparencia fiscal. Este último aspecto ha sido un problema durante años para las compañías tecnológicas globales, que a veces tratan de maximizar su rentabilidad en detrimento de su obligación fiscal hacia la sociedad.

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