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Según el Informe del Desperdicio Alimentario en España 2023, elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, casi 13 millones de hogares desperdician comida. Este es sólo un número que puede ir acompañado de muchos otros para tener verdadero sentido.
Desperdicio alimentario: objetivo individual y reto compartido

El organismo también asegura que los españoles tiraron a la basura más de 1.200 millones de kilos de comida y bebidas sin consumir (un 1,1% más en comparación con 2022) y El 23,6% de los alimentos se desperdiciaron a través de las sobras, mientras que el 76,4% es comida que ni siquiera llegó a consumirse.

Ante estos datos, creo que no se puede negar un hecho más que evidente: el desperdicio alimentario es uno de los problemas más alarmantes que existen en el siglo XXI. Sin embargo, esta verdad incómoda parece mantenerse en un ciclo sin fin. En 2023, alrededor de 733 millones de personas pasaron hambre en el mundo. Esta cifra es otra más en una lista infinita de tragedias. Equivale a 1 de cada 11 personas en el mundo y 1 de cada 5 en África, según el informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI), publicado por las Naciones Unidas.

Seguramente todos tengamos en la mente la voz de nuestros padres cuando éramos niños y ya no queríamos comer más. "No dejes nada en el plato", decían, como si intuyeran que ese gesto pequeño, casi insignificante, era una forma de honrar a aquellos que, en ese mismo momento, no tenían ni un pedazo de pan en la mesa. “Hay niños en el mundo que no tienen qué comer”. En eso consiste la vida, en llevar lo aprendido en el hogar durante la infancia a la vida adulta y, con ello, al mundo profesional. Es cierto que existen retos colectivos a abordar y uno de ellos se enmarca justamente en esta casuística: Hambre cero, para 2030. Aunque todo esto no solo hace referencia a temas de desperdicio alimentario (y eso es evidente), ya que el objetivo 2 del Pacto Mundial de la ONU pone aún más en relieve la necesidad de cuidar de los recursos naturales.

Si miramos más allá, vemos que el desperdicio alimentario no es solo una cuestión de lo que dejamos en el plato. Es un problema de dimensiones mayores, que se refleja en la tierra, en el aire y en la economía. Hablamos de problemas tales como la generación de grandes cantidades de gases de efecto invernadero o las pérdidas económicas que conlleva, tanto en el hogar, como en la vertiente social y empresarial. Cada alimento que no llega a ser consumido representa, por lo tanto, no solo una pérdida de recursos, sino una contribución al avance silencioso del cambio climático.

Por ello, las soluciones requieren un enfoque multidimensional. Y también necesitan compromiso, expresión muy usada pero más crucial que nunca. Para empezar, el consumidor, su educación y la concienciación son claves para generar el cambio en el comportamiento de los usuarios. En numerosas ocasiones, el desperdicio se produce en los hogares, usualmente por una falta de planificación en la conservación de los alimentos. En la cocina, los electrodomésticos juegan un papel fundamental: mantienen el estado de los alimentos o los cocinan con una serie de características que facilitan el proceso, eludiendo su despilfarro.

Por otra parte, aparece la perspectiva sociedad. Bien es cierto que a nivel gubernamental se han implementado políticas que favorecen la redistribución de excedentes, se han creado organizaciones benéficas que apoyan la causa, o se han promovido iniciativas que ayudan a toda esa concienciación. Los pequeños cambios diarios cuentan, y siempre hay que tener el objetivo en mente. No desviarse del camino. Se tienen que seguir produciendo avances.

Y, por último, y la que, en este momento, más me atañe: la visión empresarial. Las empresas tenemos mucho que aportar, en todo este viaje. Son conducidas por y para personas, y a veces se nos olvida ese toque social tan esencial. Las compañías tienen por delante un enorme terreno de actuación, mediante el aumento de su compromiso con la sostenibilidad y la demostración de su apuesta por el planeta y la sociedad. Y sí, también en temas de desperdicio alimentario. Mejorar los sistemas logísticos, innovar en tecnologías e implementar modelos de negocios más sostenibles está en nuestras manos.

Mejorar los sistemas logísticos, innovar en tecnologías, apostar por modelos sostenibles. No es una utopía. Es una necesidad. Porque no podemos seguir permitiéndonos la contradicción de un mundo que produce para tirar mientras otros pasan hambre. Hogar, sociedad y empresa, deben coexistir ante el desperdicio alimentario. No se dan el uno sin el otro. Compromiso individual, pero también colectivo.

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