Sin embargo, surge una pregunta crucial: ¿quién apoya a estas empresas que buscan transformar el mundo?
Aunque cada vez son más las empresas sociales que se abren un hueco en el mercado español, pero aún así se enfrentan a muchas dificultades, especialmente en las primeras etapas de su desarrollo. En España, las oportunidades de financiación para este tipo de proyectos son limitadas, y el panorama es aún más sombrío para los emprendedores de colectivos infrarrepresentados. Aunque este tipo de empresas tiene un gran potencial de impacto, el acceso a capital sigue siendo un obstáculo importante.
Es en este contexto, nace Fondo de Fundaciones de Impacto (FdF) que, desde su creación en 2019, se ha dedicado a capacitar a fundaciones y organizaciones del tercer sector en las prácticas de venture philanthropy e inversión de impacto. Este enfoque no solo pretende mejorar la eficacia en la asignación de recursos financieros, sino que también invita a las fundaciones a ser actores clave en la resolución de problemas sociales y medioambientales de manera sostenible.
Para muchas fundaciones y ONG, la inversión de impacto representa un cambio de paradigma respecto a la filantropía tradicional. A lo largo de los años, estas organizaciones han centrado su labor en la donación de recursos, pero ahora se enfrentan a una nueva oportunidad: utilizar el capital de manera estratégica para generar un retorno social y medioambiental a la vez que económico. Es un modelo que propone sostenibilidad en el largo plazo, permitiendo que los recursos invertidos se reciclen y sigan apoyando más proyectos.
FdF es un ejemplo de cómo el tercer sector puede adoptar prácticas de inversión responsables y efectivas. Tras un programa formativo en el que las fundaciones aprenden a evaluar y realizar inversiones con impacto, cada una aporta 10.000 euros a un fondo colaborativo. Este vehículo de inversión se dedica a invertir en empresas sociales cuyo principal objetivo es mejorar la calidad de vida de personas en situaciones de vulnerabilidad o riesgo de exclusión.
Hasta la fecha, FdF ha invertido en siete empresas sociales: Apadrina un Olivo, una empresa que lucha contra la despoblación rural; Robin Good, una plataforma que facilita la compra de productos de alimentación 100% sociales y genera trabajo para personas en riesgo de exclusión social; Plant on Demand, otra plataforma que apoya la agricultura sostenible; La Hormiga Verde, empresa que promueve el reciclaje de residuos electrónicos; Filantrópico y Mescladís, ambos dedicados a la integración social; y Soulem, empresa que trabaja en el empoderamiento de mujeres en riesgo. Además, están brindando asistencia técnica a Vacapop, una app para compraventa de ganado y artículos para el mundo rural.
El Fondo de Fundaciones es, sin duda, un ejemplo de cómo se puede financiar la transformación social. Pero también resalta la necesidad de seguir innovando en los mecanismos de apoyo a las empresas sociales, especialmente aquellas que surgen de sectores más desfavorecidos. El potencial para que este modelo se replique y amplíe es enorme, pero requiere un compromiso continuo de todos los sectores.
El futuro de la economía de impacto en España dependerá, en gran medida, de la capacidad de instituciones, inversores, empresas y consumidores para reconocer y fomentar este tipo de iniciativas. Y, sobre todo, dependerá de que sigamos cuestionándonos: ¿quién apoya a quienes buscan cambiar el mundo?