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Los gobiernos no pueden financiar por sí solos la transformación hacia una economía sostenible y más justa y equitativa.  De manera que el sector privado tiene un papel clave que jugar.En este sentido un estudio para Pictet AM del Instituto de Finanzas Internacionales estima que la emisión de bonos soberanos y empresariales etiquetados ASG (con criterios ambientales, sociales y de gobernanza) puede alcanzar 4,5 billones de dólares en 2025, frente a 863.000 millones de 2022.
Hay que ir más allá de la etiqueta ASG

Pero no se trata solo o necesariamente de activos etiquetados ASG. Preferimos una visión mucho más amplia.  Efectivamente, lo que hace que una emisión de deuda empresarial sea sostenible no es necesariamente la etiqueta y, de hecho, no toda la deuda ASG emitida es sostenible.  Hay numerosos bonos sin etiqueta de empresas cuyas credenciales de sostenibilidad son más que satisfactorias. Mucho depende del emisor y la industria.

Es verdad que históricamente y en muchos casos los bonos etiquetados ASG han sufrido menor volatilidad que los convencionales durante turbulencias del mercado. Por ejemplo, en marzo de 2020, cuando el mundo casi se estancó con la pandemia Covid, la deuda empresarial calificación crediticia BBB ASG perdió solo 6 %, en comparación con 10 % de la no etiquetada. Incluso se ha recuperado más rápidamente.

La deuda etiquetada es sectores que ya hacen una contribución a la transición sostenible

Pero un examen detallado de tal deuda etiquetada revela que tiende a ser de empresas en sectores que ya hacen una contribución a la transición sostenible, como energía limpia,  tratamiento de aguas residuales o educación.  Estas empresas pueden prosperar, pues los gobiernos aceleran esfuerzos para combatir el cambio climático. Nuestros economistas esperan que la Ley de Reducción de la Inflación de EE. UU. movilice 1,5 billones de dólares en redes eléctricas, energías renovables y subvenciones y las iniciativas ecológicas en Europa cuatro billones.

Pocos controles que garanticen que lo recaudado se use según lo previsto

Sin embargo y a pesar de una creciente popularidad de los bonos etiquetados ASG, no existe una definición oficial de actividades empresariales «sostenibles». Sigue siendo responsabilidad de los inversores la diligencia debida, lo que requiere tiempo, recursos y experiencia.

Así, aunque a primera vista, los bonos verdes estén diseñados para recaudar fondos para proyectos medioambientales específicos, hay pocos controles que garanticen que lo recaudado se use según lo previsto.  Más aún, casi cualquier empresa puede emitir esa deuda, incluyendo aquellas cuyas principales fuentes de ingresos están lejos de ser sostenibles.  Es el caso de empresas que generan electricidad a partir del carbón, que pueden acceder al mercado de bonos verdes tan fácilmente como las de energía solar.

Nuevo conjunto de estándares de bonos verdes

De manera que a principios de este año la UE ha aprobado un nuevo conjunto de estándares de bonos verdes que requerirá que las empresas que emitan este tipo de deuda proporcionen información más detallada sobre cómo utilizan los fondos.  El reglamento también contiene disposiciones que obligarán a demostrar cómo los proyectos financiados con bonos verdes apoyan los planes de transición de la empresa.  Estas medidas son un paso importante en la dirección correcta, hasta el punto de que pueden establecerse como modelo para otras regiones en el mundo, pues de momento falta una regulación consistente y clara en todas las jurisdicciones.

También hay que tener en cuenta que, aunque los bonos verdes es un universo de emisores es limitado y pocas industrias. Así que los inversores centrados exclusivamente en bonos verdes tienen dificultades para diversificar.  Lo mismo puede decirse de los bonos que incorporan objetivos sociales.  En los últimos dos años han representado alrededor de 10% de las emisiones globales etiquetadas ASG, aunque esperamos que aumente.

Universo inspirado en la Taxonomía verde de la UE

En este estado de cosas hemos desarrollado cuadros financieros y ASG propietarios para evaluar la sostenibilidad del modelo de negocio de cada empresa.  De esta manera, a partir de un universo de inversión sostenible inspirado en la Taxonomía verde de la UE, formado por empresas que operan en recursos hídricos, prevención de la contaminación, protección de la biodiversidad y mitigación del cambio climático, solo invertimos en bonos verdes si los compromisos del emisor están justificados, con evaluación de salud del negocio y del instrumento de deuda.  El resultado es que actualmente tenemos gran proporción en bonos no etiquetados de empresas que obtienen ingresos de actividades respetuosas con el medio ambiente.  

Hay que evitar determinados bonos verdes

Implica evitar determinados bonos verdes. Ha sido caso de deuda de bancos con credenciales ASG deficientes. También identificamos empresas con trayectoria de transición sostenible, que aún no se han visto plenamente apreciadas.  Ha sido el caso de bonos de una empresa de servicios públicos con grandes progresos ASG, la cual, dada naturaleza del negocio puede tener un impacto significativo en la transición hacia la energía limpia.

La inversión sostenible también requiere una sociedad más equitativa

En todo caso, la inversión sostenible también se requiere una sociedad más equitativa, lo que a su vez debe fortalecer el respeto por el planeta. Por esta razón, alrededor de un tercio de nuestra cartera está invertida en empresas que pueden tener contribución social positiva, mediante la educación, seguridad en el uso del agua o infraestructuras de telecomunicaciones que mejoran el acceso a la información y la conectividad y con ello la cohesión y la integración social. Asimismo, la relación con las empresas es crucial para ayudarlas en la transición hacia un futuro más sostenible.

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