Hoy celebramos de nuevo un Día del Medio Ambiente y aunque en España cada vez destinamos más recursos para la protección ambiental aún queda mucho por hacer. Por ilustrar con algunas cifras, el presupuesto asignado a la Secretaría de Medio Ambiente para este ejercicio de 2023 se ha incrementado un 26,4% con respecto a 2022 y ha alcanzado los 4.675 millones de euros [1].
Bajando al escalón de lo tangible, el Barómetro de Opinión elaborado por el CIS del mes de marzo arrojaba otro dato revelador [2]. El cambio climático y el medio ambiente ocupan la primera y tercera posición entre los problemas que más inquietan a los españoles. Resultado que queda respaldado por una encuesta del instituto de investigación Kantar en la que se constata que nueve de cada diez españoles se muestran preocupados por esta cuestión [3].
A pesar de los pasos de gigante que se han venido dando en los últimos años —tanto a nivel empresarial como social— aún queda mucho por hacer. Precisamente aquí es donde las nuevas tecnologías adquieren un papel protagonista. De hecho, hoy en día la protección del medio ambiente no puede entenderse sin ellas, van de la mano.
De entrada, las nuevas tecnologías son clave para la generación y el desarrollo de energías renovables que ayudan entre otras cosas a reducir la huella de carbono y cumplir el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050. Pensemos cómo la automatización de procesos, el Big Data o el Internet de las Cosas (IoT) están transformando, entre otros aspectos, los sistemas de almacenamiento energético, claves para garantizar la transición hacia las cero emisiones y la integración de las renovables en la sociedad.
Si ponemos el foco en uno de los sectores más próximos a las personas: la movilidad. Las baterías de iones de litio juegan un papel crucial en la descarbonización en el sector del transporte, tanto profesional como particular, pero se deben abordar ciertos retos como su ciclo de vida, las posibilidades de reutilización en instalaciones fotovoltaicas o el propio almacenamiento.
Los drones forestales son otra de las aplicaciones que constatan la relación esencial y necesaria entre tecnología y sostenibilidad. Estos robots aéreos se emplean entre otras cosas para el mantenimiento de los parques solares, ayudan a predecir averías gracias al análisis de las vibraciones y la temperatura interna del aerogenerador, o examinar las placas solares o las turbinas de los aerogeneradores.
Por otra parte, tecnologías como la Inteligencia Artificial, se presumen esenciales para la creación de servicios asociados a la gestión de la demanda. Gracias a ella y al análisis de datos podemos conocer cuándo y dónde se producen picos de demanda energética lo cual permite que se reduzca el consumo de determinados recursos y contribuyen a eficientizar y optimizar procesos vinculados a la sostenibilidad medioambiental.
Entre las aplicaciones que se están pasando por alto y que resultan cruciales es la posibilidad que ofrecen tecnologías como el blockchain para acreditar que el 100% de la energía que se suministra es renovable. Además, de ser una salvaguarda ante posibles ciberataques.
De igual forma, no se puede dejar de lado el potencial que tienen las ciudades inteligentes (Smart Cities) para el cuidado del medio ambiente. Básicamente estamos hablando de utilizar nuevas tecnologías para optimizar procesos y recursos en el día a día de las ciudades y a la vez, mejorar la experiencia de las personas que las viven. Un claro ganar-ganar para sociedad y medioambiente que tendrá un impacto positivo en la sostenibilidad como ya demuestran estudios como el de Mckinsey Global Institute en 2018 que señalaba que las ciudades inteligentes podrían facilitar el cumplimiento del 70% de los Objetivos de Desarrollo Sostenible [4].
Desde la perspectiva empresarial, la integración de las nuevas tecnologías en los procesos, especialmente en el caso del sector de las renovables, contribuyen de manera importante a la reducción de costes y la eficiencia en el uso de los recursos y, por tanto, una mejora de las magnitudes económicas de las compañías y el medio ambiente en general a medio y largo plazo. Así, ese ahorro se transforma en inversión en innovación. Y lo que es aún más importante, inversión en personas.
Por mucho que los teóricos del catastrofismo digan lo contrario, las nuevas tecnologías no han venido a sustituir puestos de trabajo ni a deshumanizar el mercado laboral. Todo lo contrario, generan nuevas oportunidades de empleo y contribuyen a mejorar la cualificación de los trabajadores. Prueba de ello son los datos y previsiones de empleo en las actividades relacionadas con las energías renovables. Según la Agencia Internacional de la Energía de aquí a 2030 se crearán siete millones de empleos, de los cuales en torno a medio millón serán en España [5]. Es más, a día de hoy es uno de los sectores que cuenta con pleno empleo, siendo éste de calidad, con
salarios que, de media, superan los 30.000 euros [6]. Se da sin embargo la paradoja de que también está entre los que más se acusa la falta de profesionales cualificados.
La tecnología ha demostrado ser una poderosa aliada en la búsqueda de soluciones sostenibles. A medida que avanzamos hacia un futuro más consciente, es importante reconocer el impacto positivo que las nuevas tecnologías están teniendo en el medio ambiente, y cómo este impacto tecnológico está moldeando un mundo más ecológico y saludable para las generaciones venideras.
[1] Presupuestos generales del estado 2023
[3] Estudio “Nuestro Planeta” de Kantar
[4] Estudio "Smart Cities: Digital Solutions for a more Livable Future" de McKinsey Global Institute
[5] Informe Energy Technology Perspectives 2023 de la Agencia Internacional Energía