Es evidente que el capital humano es el pilar sobre el cual se erige cualquier empresa exitosa y la gestión adecuada de los recursos humanos es fundamental para mantener un ambiente laboral propicio y saludable. El bienestar de los empleados se traduce en un aumento en la productividad y en la calidad del trabajo. Por otro lado, una mala gestión puede generar descontento, desmotivación y, finalmente, una alta rotación de personal que, a largo plazo, puede afectar negativamente a la rentabilidad y a la reputación de la empresa.
Actualmente existen tres focos de prioridad para cualquier compañía: liderar el nuevo modelo de trabajo derivado de la pandemia para todos los empleados; desarrollar o implementar un plan de crecimiento con programas de atracción de talento para ser capaces de captar perfiles cualificados y, a la vez, mantener el buen clima laboral a través de programas o iniciativas de fidelización enfocadas a los profesionales que ya forman parte del equipo; y por último, impulsar y fomentar medidas de diversidad e inclusión.
A raíz de la pandemia las nuevas tecnologías ganaron peso dentro de las compañías. La automatización y la inteligencia artificial, por ejemplo, están transformando la forma en que trabajamos. No obstante, si bien las tecnologías pueden aumentar la eficiencia y reducir costes, el factor humano es insustituible en términos de cercanía, creatividad, empatía y liderazgo. Por ende, las empresas que entiendan y valoren el potencial de su capital humano estarán mejor posicionadas para enfrentar los retos del futuro.
Esto está estrechamente ligado con el segundo foco, empezando porque las empresas deben seleccionar y contratar talento cualificado en estas nuevas áreas y especializaciones que, usualmente, son perfiles muy buscados y de alta demanda en un mercado laboral globalizado. Para ello, deben existir programas internos innovadores y de fidelización que impulsen las carreras tanto de los profesionales con mucha experiencia en la compañía como las de las nuevas incorporaciones.
Es imperativo que las organizaciones inviertan en el desarrollo de sus recursos humanos a través de capacitaciones, programas de crecimiento profesional y fomento de un entorno laboral inclusivo y saludable.
En este sentido, la diversidad y la inclusión componen la tercera piedra angular de cualquier empresa. La pluralidad de habilidades, conocimientos y experiencias que los empleados aportan a la empresa es un activo invaluable. Fomentar la diversidad e inclusión en el lugar de trabajo no solo es ético y moralmente correcto, sino que también puede aportar beneficios tangibles, como la generación de ideas innovadoras y la adaptabilidad a nuevos mercados y desafíos.
En definitiva, fomentar el bienestar de los empleados, impulsar la transformación y adaptación de la empresa y del equipo a la nueva realidad del mercado, y promover el talento y la inclusión, son las claves para una gestión de los recursos humanos eficiente que responda a una buena estrategia de responsabilidad social corporativa.