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En el ámbito de las finanzas, muchos nos preguntamos cuáles son las principales diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres, y las implicaciones que tiene la brecha de género latente en nuestras sociedades. En lo que respecta a su participación en el sistema financiero global, las mujeres todavía hoy se enfrentan a diversas barreras tanto estructurales como culturales. La falta de educación financiera, las expectativas y estereotipos sociales de género, la desigualdad salarial, o la falta de representación femenina en el sector son sólo algunos de los ejemplos que ilustran esta realidad.
La importancia de reconocer los sesgos de género en las finanzas, y las claves para combatirlos

Un estudio reciente elaborado por N26 revela que las mujeres en España han demostrado tener una mayor capacidad de ahorro un 15% superior a la de los hombres mes a mes, a pesar de ingresar significativamente menos (un 22% menos de media al mes). Estos datos concuerdan con las conclusiones extraídas de la investigación desarrollada el pasado año 2021 que ahonda en la brecha de género en el mundo de la inversión analizando datos de las principales economías europeas –Alemania, Austria, Francia, Italia y España–.

Pero, ¿a qué responde esta tendencia? Es una pregunta difícil. En general, hay diferencias considerables si nos referimos al espectro biológico de género; sin embargo, todavía hay mucho que no entendemos cuando se trata del cerebro humano. El libro Mujeres invisibles: Data Bias in a World Designed for Men ha sido un poderoso recordatorio de que sigue habiendo enormes lagunas de datos en torno a las diferencias de género en la ciencia. Además, es importante recordar que no todas las mujeres y los hombres actúan de la misma manera, ni todas las personas se identifican con las mismas identidades de género.

Otro factor a destacar es que, a nivel mundial, las mujeres realizan el 75 % de los trabajos no remunerados relacionados con el cuidado de otras personas (una media de 4 horas y 25 minutos al día), lo que supone más del triple del promedio ejercido por sus homólogos masculinos[1]. Esto suele implicar, además, que tienen que reservar parte de su dinero para cuidar de los niños y de las personas mayores que tienen a cargo en su entorno.

A esto hay que sumarle la penalización por maternidad, el cuidado no remunerado de otras personas, y la distribución desigual de la riqueza, que contribuyen sin duda a su situación de riesgo financiero. Todo esto explica que las mujeres posean únicamente el 32 % de la riqueza mundial, y que tengan un 80 % más de probabilidades de empobrecerse a partir de los 65 años.

Al percibir un mayor riesgo financiero personal que los hombres, probablemente ellas escogen mitigar esta incertidumbre por medio del ahorro. Esto a menudo hace que las mujeres prefieran ahorrar en el sentido tradicional antes que invertir, por lo que guardan más dinero en cuentas de ahorro o en cuentas bancarias alternativas. Si bien esta forma de ahorrar no tiene nada de malo, puede ser problemática si la adoptan porque se sienten incapaces de administrar su renta disponible de otra manera[2]. 

En gran parte, muchas mujeres se sienten menos capaces que los hombres en lo que respecta a las finanzas debido a expectativas y estereotipos sociales, y a la falta de representación femenina en el sector. Casi todas las mujeres que he conocido (al igual que yo) han estado en algún momento, consciente o inconscientemente, en desventaja por razón de género (tanto en la vida laboral como personal). Y los datos respaldan que se trata, claramente, de un problema estructural más amplio, que sin duda ha mejorado con el transcurso del tiempo, pero que aún requiere nuestra atención.

Para aliviar estas desigualdades, creo que se deberían considerar tres ingredientes fundamentales. En primer lugar, incrementar el número de referentes femeninos en el mundo de las finanzas. Tener un modelo a seguir es muy importante porque te da la confianza de que tú también puedes hacer lo que esa persona ha conseguido o hace en su día a día. En este sentido, los medios de comunicación deberían tratar de equilibrar la representación de mujeres y hombres en conferencias y paneles de discusión sobre temas financieros y de inversiones, cosa que cada vez se tiene más en cuenta. 

Además, debemos cubrir las necesidades educativas que puedan tener las mujeres respecto de la gestión de su dinero o su participación del sistema financiero. Es interesante apuntar que según el Financial Times, “las mujeres saben más sobre finanzas de lo que se reconoce”[3]. En mi vida, ciertamente, me he topado con muchas creencias infundadas, sobre la falta de capacidad por nuestra parte de gestionar el dinero, pero afortunadamente, este pensamiento está cambiando, pero aún nos queda mucho camino por recorrer. Por último, es clave que sigamos trabajando por acabar con la brecha salarial de género[4]. La desigualdad salarial limita la cantidad de dinero que las mujeres tienen disponible y, por lo tanto, sus decisiones financieras. Afortunadamente, el Parlamento Europeo acaba de aprobar medidas en pro de una mayor transparencia, con el propósito de mitigar estas diferencias[5].

En resumen, es esencial que tanto las empresas, públicas como privadas, como la sociedad en general seamos conscientes de los prejuicios que nos tenemos arraigados en nuestra cultura y vida diaria, no sólo hacia los géneros, sino en general, dado que el primer paso para poder cambiar una conducta o un comportamiento es, siempre, crear conciencia para ser capaces de identificarlo.

 

[1] https://www.actionaid.org.uk/our-work/womens-economic-rights/unpaid-care-and-domestic-work

[2] Estudio: “Las mujeres y la inversión: estudiamos la brecha de género”, banco online N26, 2022.

[3] https://www.nytimes.com/2013/05/18/your-money/erasing-the-gender-gap-in-financial-knowledge.html

[4] https://www.destatis.de/EN/Press/2023/01/PE23_036_621.html

[5] https://www.europarl.europa.eu/news/es/press-room/20230327IPR78545/brecha-salarial-de-genero-el-pe-aprueba-nuevas-normas-de-transparencia

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