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“El dinero no tiene desperdicio/ los más pobres lo ganan con paciencia/ y los ricos por correspondencia/ o sobornando a ruines sin prejuicio”, escribió Mario Benedetti en un  hermoso poema titulado ´soneto del dinero´ y cuyo primer verso es toda una declaración de intenciones: “¿Por qué será el dinero un maleficio?” Una pregunta que no parece retórica cuando leemos en los periódicos la referencia a la última lista Forbes de los humanos mas ricos del planeta y nos enteramos de que, pese al devastador impacto de la pandemia del Covid-19 en todo el mundo, 2.755 personas -600 más que en el año anterior- tienen una fortuna superior a los mil millones de dólares. El grupo de los mega ricos atesora un patrimonio conjunto de 13,1 billones de dólares, lo que supone 8 billones mas que el año pasado. Además, un 86 por ciento de ellos ha mejorado su estatus financiero. Al mentar los 13 billones y pico de dólares estamos hablando, aproximadamente, del PIB de la zona euro en 2020. Casi nada.

Jeff Bezos, el Creso del siglo XXI gracias a Amazon, tiene una fortuna personal de 177.000 millones de dólares y repite en la clasificación como el hombre mas rico del planeta llamado Tierra. El señor Elon Musk (Tesla) ocupa el segundo lugar del ranking con 151.000 millones, multiplicando por seis su fortuna durante la pandemia, y la medalla de bronce es para Bernard Arnault, presidente de LMVH, un referente en la industria del lujo. La fortuna de los tres suma casi medio billón de euros, dos veces y media el PIB de Portugal.

Y, mientras, por ejemplo, en determinadas zonas de este mundo nuestro, la pandemia ha provocado un aumento sin precedentes en los niveles de pobreza y ha impactado fuertemente en la desigualdad y el desempleo. La Comisión Económica para America Latina y el Caribe (CEPAL) proyecta -como consecuencia de la fuerte recesión económica en la Región- una caída del PIB de 7 puntos negativos, con tasas de pobreza extrema y de pobreza del 12.5% y del 33.7% de la población, respectivamente. Ello supone que casi 300 millones de personas en el area de America Latina estaban en 2020 en situación de pobreza y pobreza extrema.

Así son las cosas y lo hemos dicho muchas veces: Mientras unos llenan aún más su bolsa del dinero, otros, los invisibles, los desheredados, se sienten desprotegidos, pero como son pobres y viven lejos les prestamos escasa atención porque padecemos aporofobia. El Papa Francisco llamó a esta circunstancia la globalización de la indiferencia: hemos olvidado lo que significa compasión y estamos jugando con la dignidad de las personas mas desfavorecidas que, junto a todos y cada uno de nosotros, también habitan este planeta. Si queremos recuperar la perdida dignidad, el nosotros tiene que acabar imponiéndose al yo individualista que hundió sus raíces en el dinero y lo transformó de mero valor instrumental en el nuevo becerro de oro al que todos adoramos  como un equivocado principio y fin de todas las cosas. Adela Cortina nos ha dicho que “el cambio ético es una necesidad vital y no solo por la pandemia, sino porque día a día hay gente que sufre y padece”.

Nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad distópica, indeseable y deshumanizada, incluso en tiempos de una pandemia que ha producido un brutal aumento de la pobreza y la desigualdad, ademas de demasiadas muertes y un sufrimiento sin limites que parece no tener fin. La pandemia ha mutado en insondable  sima la brecha económica entre USA y Europa, y no digamos nada respecto Latinoamérica, Africa y los paises emergentes. Y la falta de vacunas que lleguen a todos los rincones del mundo, a todos los paises y a cada persona ha puesto sobre el tapete el debate de si deben suspenderse las patentes, al menos temporalmente, para garantizar a todos el disfrute de un bien común como son las vacunas.

Mientras, el llamado mundo animal nos ofrece casi cada día un ejemplo con enorme valor pedagógico. Dicen los papeles (diario “El Pais”) que en Puerto Rico, después de que el huracán “Maria” arrasara la isla y dejara tras de si 3.000 muertos, la destrucción de miles viviendas y de numerosas infraestructuras, y provocase ruina y dolor, en una pequeña isla llamada Cayo Santiago, donde vive una población de macacos salvajes, el huracán destruyó buena parte de su vegetación, que se redujo en un 63 por ciento, y los recursos naturales se limitaron extraordinariamente. Los científicos que estudian a esos monos comprobaron que los macacos, en lugar de replegarse con los suyos ante la adversidad, decidieron compartir con los extraños y “en un contexto de mayor competencia debido a la escasez de recursos, los monos se volvieron mas tolerantes y amigables entre si, lo que sugiere una sociedad menos competitiva”. El estudio considera este experimento natural un buen ejemplo de como responder ante los desastres y el apoyo social un mecanismo importante para adaptarse a cambios ambientales extremos. Y ahí lo dejo humanos...

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