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¿Cómo pueden contribuir las empresas a un crecimiento que genere beneficios para toda la sociedad? Esta pregunta ha guiado nuestra investigación 2020 en el Observatorio empresarial para el crecimiento inclusivo (OEPCI). Junto a ésta, inevitablemente surge otra cuestión: ¿Es posible el crecimiento inclusivo en momentos de crisis? 

Desde el Observatorio -iniciativa conjunta de Fundación CODESPA con un grupo de empresas españolas- empezamos con la investigación en crecimiento inclusivo antes de que apareciera la pandemia en nuestras vidas. Pero, indiscutiblemente, esta pregunta ha estado presente a lo largo de la investigación. Durante la investigación, nos hemos dado cuenta que la COVID-19 ha supuesto una oportunidad para algunas empresas de potenciar su implicación e impacto social, y han dedicado muchos esfuerzos a través de su filantropía, pero también a través de la adaptación de sus productos y servicios y de sus relaciones comerciales con sus diferentes grupos de interés para apoyarles en su recuperación económica.

En los últimos años, en España hemos dado pasos importantes hacia un mayor compromiso. Vemos que los paradigmas de la buena gestión se ensanchan, porque han de responder a nuevos desafíos... En esta situación estábamos cuando se presentó la pandemia del COVID-19, de la que todos hemos extraído enseñanzas muy valiosas.

Es cierto que las empresas ahora están centradas en sobrevivir y en mantener a sus empleados, y eso es lo que tiene que hacer porque el concepto de “crecimiento inclusivo” que promovemos desde el Observatorio comienza desde dentro y hacia el interior de las empresas. En ocasiones, se busca tener impacto hacia fuera, cuando lo importante es empezar por la propia organización. Una empresa que quiera crecer de forma inclusiva, debe comenzar desde el corazón de su corporación y con sus empleados, el principal grupo de interés de cualquier compañía. Como dice Jordi Canals (IESE Business School) en una entrevista para nuestro informe de crecimiento inclusivo “no hay empresa más social que la que es capaz de crear y mantener el empleo”, aunque esta contribución no parezca muy brillante ni parezca digna de destacarse en un informe de responsabilidad empresarial.

Sin embargo, hay un dato llamativo, tomado de un informe de KPMG y que recogemos en nuestro IV informe anual: “El 70% de los directivos se siente más conectado con el propósito social tras la crisis sanitaria por la COVID-19”. Sin duda, hemos visto un antes y un después de “lo social”. Pero, ¿cómo hacer realidad ese propósito?

Tal y como indica Ramón Baeza, socio de Boston Consulting Group y miembro del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo, se trata de una falsa disyuntiva el hecho de que las empresas tengan que elegir entre contribuir a la triple sostenibilidad (económica, social y medioambiental) y tener que centrarse en su supervivencia y en la conservación de sus resultados. Si algo ha dejado patente la pandemia es que el crecimiento inclusivo cobra ahora en la crisis socioeconómica más relevancia que nunca y que la salida de esta crisis pasa por una recuperación también inclusiva.

Desde el OEPCI proponemos el concepto de crecimiento inclusivo, con el que promovemos un crecimiento económico cuyos beneficios se distribuyen por toda la sociedad, sin dejar a nadie atrás y generando oportunidades para todos; en particular, para quienes encuentran demasiadas barreras para mejorar sus condiciones de vida. La propuesta de crecimiento inclusivo se basa en que la empresa puede generar riqueza y valor de forma inclusiva desde su propia actividad (desde sus productos y servicios, y a través de las diferentes áreas de la empresa) y contemplando todos sus grupos de interés.

Hace falta concretar qué aspectos de la vida de la empresa impactan más directamente en la vida de las personas. Profundizando en esa línea, en OEPCI constatamos la falta de unos objetivos y estándares de desempeño para los criterios sociales en los sistemas de medición actual. Por eso hemos definido cuatro dimensiones del compromiso empresarial.

  1. Valor económico: empleo generado, directo e indirecto; valor generado, retenido y distribuido (empleados, proveedores, impuestos); innovación en productos y servicios; prácticas de inversión responsable.
  2. Valor social: formación y desarrollo de los distintos stakeholders; garantizar diversidad e igualdad de género, así como inclusión de grupos sociales desfavorecidos, en los distintos stakeholders; desarrollo de productos y servicios inclusivos; preservar los recursos naturales de las comunidades.
  3. Prácticas éticas:  compensación digna (sueldos, protección social y beneficios) a lo largo de la cadena de valor; diseño y venta de producto responsable, transparente y honesta; compromiso con el respeto a los derechos humanos a lo largo de la cadena de valor.
  4.  Promoción interna y externa del crecimiento inclusivo: codificación del compromiso con el crecimiento inclusivo en un propósito empresarial; políticas y órganos de gobierno dedicados a ESG (fomento, transparencia y reporte); apoyar la transformación de la industria coordinando sector privado y público (asociaciones, lobbying).

Este esquema es el que hemos seguido en nuestra investigación de este año. Poco a poco, se ha materializado en una herramienta de medición que ya está en fase piloto, denominada Prosper4ALL –empresas comprometidas con el crecimiento inclusivo–. Es una iniciativa de Fundación CODESPA, desarrollada en colaboración con un sólido grupo de instituciones: IESE Business School, The Boston Consulting Group, Deloitte y Open Value Foundation, junto a otros socios.

Después de un año de investigación, podemos responder con certeza a la pregunta con que empezaba este artículo. Sí. Muchas empresas están demostrando que adentrarse en el crecimiento inclusivo es una vía de innovación social empresarial y un medio para crear valor económico y social para sus grupos de interés. Lo hemos plasmado en nuestro informe con historias, ejemplos empresariales y testimonios de expertos y empresas como BBVA, Caixabank, La Fageda, Divina Pastora, Gestamp, Moderna Alimentos, UNIR, Ilunion, Patagonia… Hay muchos casos de buenas prácticas que hemos podido recoger. Nos servirán para poner en práctica el crecimiento inclusivo, como actividad futura de nuestro observatorio. 

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