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Este comentario no sale a destiempo. El Green Friday no es un día concreto del calendario: es una actitud. La de quien no echa balones fuera y responsabiliza a los unos y a los otros, sino que asume la parte que le toca. La de quien no se instala en el pesimismo o en la crítica destructiva del esto no hay quién lo salve o es el sistema, amiga, y qué le vamos a hacer. El Green Friday es la actitud del “por mí que no quede”. La actitud de quien se sabe con capacidad, en su metro cuadrado, de hacer algún cambio. Porque los sistemas cambian, más lento de lo que nos gustaría, pero cambian. Y cambian porque la suma de muchos actuando en su metro cuadrado puede iniciar trayectorias de cambio.  

Cuando elijo a una marca pequeña, con un modelo de negocio sostenible, estoy cambiando el mercado. Si no, miren cómo están entrando las marcas grandes a este negocio, atraídas por sus tasas de crecimiento. Que las marcas nicho sostenibles en una categoría sean elegidas en el supermercado, hace que las grandes empiecen a cambiar sus modelos de producción.  

Y cuando elijo un negocio cerca de mi casa para hacer las compras, estoy ayudando a sostener la familia de mis vecinos y a mantener la vida del barrio. Y de rebote, estoy limpiando el aire que respiramos y descongestionando las calles.  

Cuando elijo productos bio o con menos químicos, ayudo a que el suelo se limpie y a que mis nietos tengan alguna posibilidad de cultivar en él.  

Y si compro a granel y evito envases, le doy una posibilidad a mis hijos de que, cuando esto pase, se bañen en mares de agua y no en océanos de plástico.  

Si compro ropa o electrónica o juguetes de segunda mano evito que se llenen los vertederos de basura textil y electrónica que ya no sabemos dónde meter. Y les ahorro un problemón a los que vengan detrás de mí que tendrán que gestionar estos residuos, porque en su generación el problema será ya urgente.  

Y así, con todas mis decisiones económicas: hay una sobre la que tengo poder y que deja mi metro cuadrado más limpio y más seguro; siempre hay una alternativa que nos acerca más a la senda de asegurar que le doy la oportunidad a mis hijos y a mis nietos de poder seguir viviendo.  

El Green Friday es justo esto: una invitación a repensar el por qué y el para qué de lo que consumo. A tomarme un tiempo para pensar si hay opciones mejores, porque traen más beneficios en el corto y en el largo plazo. A reorganizar mi presupuesto porque quitando esto que tampoco necesito tanto, libero recursos para poder comprar lo demás de otra manera. A unirme a otros en comunidades físicas o virtuales que están empujando por construir(nos) de otra manera.  

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