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Loa avances médicos y científicos de los últimos años no sólo han conseguido alargar la vida de las personas, sino mejorar de manera significativa la calidad con que la podemos vivirla. A medida que se van produciendo estos avances, el contraste entre la esperanza de vida en los países desarrollados y los menos desarrollados es cada vez mayor. Estas diferencias se agravan no sólo por la falta de acceso a la medicina; además, influyen determinantes sociales y un entorno difícil.

El dolor de espalda afecta, según la Organización Mundial de la Salud, al 70 por ciento de las personas en los países industrializados, y numerosos expertos afirman que es la primera causa de discapacidad en el mundo. The Lancet, en un estudio publicado en 2018, cifraba en 540 millones las personas que padecen de dolor de espalda. Estos datos ponen de manifiesto que, aunque esta dolencia se asocie sobre todo a los países industrializados, también afecta a las personas de países en vías de desarrollo.

Como neurocirujano especializado en cirugía no invasiva de la columna vertebral por vía anterior y ADR (sustitución artificial de los discos afectados), mi equipo y yo estamos intentando conseguir reducir el dolor que presentan nuestros pacientes y mejorar su calidad de vida. Decidimos que también debíamos exportar nuestro conocimiento a aquellas regiones del planeta donde la necesidad es urgente. Por ello, en 2014, creamos la Fundación Clavel, con el doble objetivo de prestar servicios sanitarios a personas en situación de pobreza o riesgo de exclusión social, especialmente en los campos de patología de columna o cerebral y el fomento del estudio para la curación de estas patologías.

En la Fundación contamos con diferentes programas para llevar a cabo nuestra misión. Por un lado, ofrecemos becas de formación en cirugía de la columna, que atraen anualmente profesionales cualificados de todo el mundo a formarse en el Instituto Clavel para mejorar la calidad de vida de los pacientes en sus países de origen, y por otro, organizamos expediciones médicas a países en vías de desarrollo. Un equipo de voluntarios médicos y profesionales sanitarios nos desplazamos a los hospitales de estos países.

Actualmente organizamos cinco expediciones médicas por año, en las que llevamos material hospitalario y quirúrgico, atendemos a pacientes, realizamos y ayudamos a realizar operaciones con frecuencia complejas y formamos a los médicos y profesionales sanitarios de la zona.

Hasta ahora hemos dirigido nuestra actividad a la región de África del Este, donde hemos colaborado en proyectos en Zanzíbar (Tanzania), y hemos impulsado la creación  de  la  primera  unidad  de  neurocirugía  en  Etiopía. Nuestro objetivo es trabajar en países con un gran número de población y un ratio bajo de neurocirujanos por habitante. Según la World Federation of Neurosurgical Societies, en Etiopía hay alrededor de 40 neurocirujanos que cubren las necesidades de más de 100 millones de habitantes (en España hay 1 neurocirujano por cada 70.000-80.000 habitantes).

La formación es la parte más importante de nuestras misiones. El objetivo es capacitar a los profesionales de estos países para que puedan atender a la población sin que nosotros tengamos que estar presentes, y que sean ellos, a su vez, los que formen a los próximos neurocirujanos de la región.

En resumen, combatir enfermedades, garantizar el trato adecuado de los pacientes y formar a nuevos profesionales locales es nuestra labor en la Fundación, con el objetivo de mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas.

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