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En este artículo de actualidad, Canyelles defiende que la responsabilidad social de las empresas es más vigente que nunca y que deberá adquirir una mayor capacidad de hacer frente a la complejidad y la resiliencia. Ya no sirven las soluciones simples; hay que activar nodos de responsabilidad y compromiso en cada persona y cada organización, entendiendo que estamos entrando en un nuevo estadio en el que la vulnerabilidad por razones climáticas, sociales, sanitarias, económicas, será mayor.

Hace años que la Responsabilidad Social es un activo relevante en empresas cotizadas en razón del incremento de la sensibilidad de los inversores. Y por sensibilidad en este caso entendemos la comprensión que este grupo de interés ha hecho de la correlación entre RSE y rentabilidad. De hecho, tras años de puesta en escena de la RSE, ya disponemos de suficiente series históricas que muestran que la rentabilidad de las empresas con políticas de RSE está por encima de la media de los índices generales, aproximadamente en un 5% (el diferencial sería de un 10% si no incorporamos a la muestra las empresas comprometidas).

Tradicionalmente, ante una crisis siempre han aparecido las visiones críticas de personas que, con cierta socarronería a veces, han manifestado que ahora la RSE se desvanecería. Recuerdo un acto que organicé en septiembre de 2008, inicio reconocido de la crisis, donde Josep Maria Lloreda, presidente de KH Lloreda, explicó su modelo de RSE. Un asistente le pidió si "ante esta crisis tan fuerte que dicen que viene usted seguirá manteniendo estas buenas prácticas de RSE". La respuesta de Lloreda fue contundente: "quizás no me he explicado muy bien; estas buenas prácticas forman parte de una de las patas de nuestra estrategia corporativa" (si no recuerdo mal eran innovación, crecimiento y RSE). Y siguió: "¿si gracias a esta estrategia hemos conseguido crecer dos dígitos anuales, ahora que viene una crisis debería desmontar la estrategia que me ha traído hasta aquí? Pues al contrario, si es necesario habrá más responsabilidad para asegurar por ejemplo la retención del talento y la plena implicación de todo el equipo". Pongo este ejemplo para explicar que no haré caso a quien ahora diga que la RSE se desvanecerá. En todo caso, lo dejarán de hacer las empresas que hacían uso de algunas buenas prácticas de manera colateral o incluso marketiniana, ¡pero es que esto ya no era RSE!

Los expertos ya apuestan por un sentido estratégico de la RSE, a diferencia de 15 o 20 años atrás. El Bank of America publica hoy un informe, según leo en el artículo "Ser bueno Tiene premio en la bolsa" de Roberto Casado en Expansión, que también rebate este sentido crítico de algunos opinadores: "Una crítica al foco en RSC es que en épocas de estrés, los inversores y las compañías desvían sus recursos para mantenerse a flote. Nuestra opinión es que la RSC es más crítica que nunca en una recesión".

La RSE ahora mismo es más que estratégica a nivel corporativo, es estratégica para la sociedad. En una crisis como ésta, con una caída nunca vista por el corto plazo con el que se ha producido y a la vez con un enemigo desconocido y unas consecuencias tan inciertas, la solidaridad de las empresas y la capacidad de poner sus recursos al servicio de la sociedad y de los investigadores es una muestra de gran responsabilidad. Hemos visto casos muy interesantes y sobre todo un estado de conciencia sobre la necesidad de que todos sumamos. Tal vez la percepción de gravedad de la situación y la comprensión de la incapacidad del sector público de dar por sí mismo una respuesta suficiente ha movido las personas y empresas a asumir un coliderazgo comprometido.

Todas las partes deberían incentivar la corresponsabilidad, las alianzas y las sinergias. De hecho, en contextos de tanta complejidad es necesario activar la inteligencia distribuida en la que los diferentes niveles de administración, y los diferentes sectores, público, privado y social, así como las personas, combinan el respeto a las autoridades con la capacidad propositiva y la búsqueda de alternativas. Mostrar responsabilidad hacia la sociedad significa ahora mismo poner todos los activos (talento, infraestructuras...) al servicio de la innovación social y la respuesta urgente para este gran reto. El concepto de resiliencia ahora toma más sentido que nunca. Y entendemos como nunca antes que la responsabilidad de las organizaciones debe estar al servicio de construir unas comunidades muy resilientes ante situaciones adversas de máxima complejidad, una idea que ya incorporábamos en la conceptualización de Territorio Socialmente Responsable hace una quincena de años.

Empezamos a intuir que esta no habrá sido una situación dramática pero puntual sino que puede convertirse en parte de los escenarios de futuro, ante los que debemos aprender a gestionar la adaptación y la innovación, conociendo los activos de la comunidad, con una administración pública con capacidad relacional y de liderazgo orientada a resultados sabiendo generar sinergias, con unas empresas con un sentido de la responsabilidad hacia la sociedad más desarrollado y con capacidad de intercooperación, con unos modelos organizacionales más avanzados.

Sobre el ahora, no puedo dejar de mostrarme crítico en la forma en que el gobierno español ha querido gestionar la crisis, movidos por unas ganas de mostrar capacidad de cara a la galería que se ha concretado con marketing, centralización autoritaria, discurso nacionalista con una imagen más militarizada que científica, rigidez y falta de adaptación ante una gestión evidentemente poco acertada... The Guardian afirma ¿Cómo puede ser que España haya respondido tan mal, lo que puede provocar una mortalidad catastrófica si no se toman inmediatamente las medidas oportunas. Parece que el gobierno español no quiere mostrar debilidad si finalmente acaba haciendo lo que el gobierno catalán le pide desde hace muchos días. Esta es una de las principales irresponsabilidades de estos días, junto con la gente que marchó de fin de semana, de otro lado una falta de conciencia también correlacionada con la negativa a confinar territorios bajo el argumento tan peregrino que los virus no entienden de fronteras.

Hay que decidir entre vida y economía. No es una decisión sencilla, en términos incluso éticos, ya que todo está interrelacionado. Parece que la decisión española también tiene otro factor en la demanda de ciertos poderes económicos de no reducir la actividad económica a cero. Todo es dramático, pero optar por la vida tomando la decisión de terminar de manera drástica con el virus, implicaría parar del todo durante al menos 15 días y recuperarse después. Rebajar la actividad a medias tintas significa ir arrastrando durante meses, sin una afectación de entrada tan fuerte a la economía, pero a la larga creo que mucho peor. Los más perjudicados de un período largo serán nuevamente los autónomos y las pymes, que no podrán resistir. En cambio las grandes empresas aprovecharán la oportunidad en medio de las aguas removidas. Que le digan a los grandes canales de venta en línea, que ganarán una gran cuota de mercado que en buena parte ya quedará consolidada. Una responsabilidad de los actores que toman decisiones es prever quién saldrá perdedor y quién ganador. La salida de la recesión será más una V que una U, según explica Oriol Amat, basándose en lo que ya se ve en Wuhan, donde la economía se está recuperando bastante rápidamente, por lo que no nos debería dar tanto miedo la caída en picado si es para menos tiempo que no que esto se prolongue semanas y semanas.

Aún no hemos salido del momento más crítico pero ya hay que empezar a pensar en el día siguiente (acciones de recuperación acelerada) y en el pasado mañana (los aprendizajes). Las empresas deberán pensar sobre qué sentido toma su RSE en un contexto de mayor incertidumbre y complejidad, como cambian los modos de trabajar, de interrelacionarse con el entorno, de generar alianzas, y de crear impacto social sostenible . Los gobiernos deberán pensar cómo se preparan para estos nuevos escenarios con estrategias para activar la colaboración y no de mera imposición, y cómo se redefinen los sectores estratégicos, que ya no pueden ser meramente los militares y en cambio la producción alimentaria de proximidad sí debería considerarse o la producción de ciertos productos industriales que no pueden quedar meramente en manos de una globalización que nos trae ventajas pero también pandemias y riesgos enormes de dependencia.

Y el sentido de compromiso de las personas. Hemos tenido décadas de desresponsabilización de la ciudadanía, porque se desarrolló un concepto de servicios públicos que eran como un supermercado que podían crecer hasta satisfacerlo todo. A pesar de que hace tiempo que el modelo ha decaído, la cultura asociada todavía está vigente y hay que volver a recuperar por parte de la gente un sentido de compromiso y responsabilidad de uno mismo, de nuestro entorno y del Planeta. El discurso que Edificios Positivos, iniciativa de la cooperativa TSR Territorio Socialmente Responsable, desarrolla toma más sentido que nunca: hay que fortalecer la buena vecindad para generar más capacidades de autoorganización y hacer las ciudades más resilientes. Hay que crear comunidades donde las personas puedan vivir positivamente la experiencia de ser vecinos y vecinas y abordar los retos de desarrollo sostenible desde los mismos edificios. Y hay que recuperar una responsabilidad social empresarial de proximidad, basada en la buena vecindad empresarial, para contribuir a expandir la positividad a la comunidad.

El desarrollo sostenible será transversal o no será. La Agenda 2030 de Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) lo muestran explícitamente. No podemos abordar un reto sin tener en cuenta los otros. Ya no sirven las soluciones simples y hay que activar nodos de responsabilidad y compromiso en cada persona y cada organización, entendiendo que estamos entrando en un nuevo estadio en el que la vulnerabilidad por razones climáticas, sociales, sanitarias, económicas, será mayor.

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