Cuando nuestro entorno cambia inesperadamente la rutina se disipa y nos vemos envueltos en mantos y mantos de incertidumbre que procuramos aminorar con distintas herramientas, en función del bagaje, la cultura, el entorno social, los rasgos de personalidad de cada uno y otras variables.
Una de las herramientas que tengo a mi alcance es hacer el ejercicio de traer a la consciencia el nivel de bienestar y la cantidad de oportunidades que esta sociedad me ha proporcionado, porque disfrutar de lo que se tiene pone el foco en lo positivo (para coger fuerzas) en vez de lo negativo (para hundirse en el desasosiego), y a la vez me permite visualizar hasta qué punto sería capaz de sobrevivir sin esos bienes.
Y veo entonces que me despierto en un cómodo y amplio lecho… ¿sería capaz de dormir en un estrecho catre provisto de una sola sábana? Disfruto de una cálida ducha… ¿sería capaz de ahorrar durante días y días para poder pagarme una ducha pública?
Me preparo un desayuno a mi gusto… ¿sería capaz de salir de casa sin desayunar y sin saber cuándo tendría mi próxima comida? Me traslado a la ciudad utilizando un cómodo servicio público… ¿sería capaz de caminar kilómetros para no desperdiciar ni una moneda que podría utilizar en comprar algo de comida?
Me permito tratar a mi jefe / cliente de igual a igual… ¿sería capaz de soportar tratos vejatorios para asegurar un mínimo sustento? Trabajo en lo que me gusta… ¿sería capaz de aceptar puestos de nula cualificación profesional, máximo esfuerzo y mínima retribución?
Vivo en una casa cómoda… ¿sería capaz de vivir en un minúsculo piso compartido con un grupo de personas? Y tantas otras preguntas del mismo cariz que puedan ayudarme a comparar dónde me encuentro y dónde me podría encontrar.
Si mis respuestas son negativas, estoy en un precioso momento de agradecer a la sociedad todas las oportunidades que me ha brindado y sentirme dichosa por ello. Si mis respuestas son positivas, estoy en un precioso momento de sentirme fuerte y con capacidad de hacer frente a posibles adversidades futuras, además de disfrutar de los bienes que me depara el presente.
De forma que en ambos casos tengo la oportunidad de sentir la maravillosa sensación de sentirme mimada y/o privilegiada en varios sentidos. Es un posicionamiento positivo que genera energía para avanzar en estos tiempos de desasosiego.
Además, haciendo la comparación entre lo que tengo y lo que podría no tener, recuerdo que Aristóteles ya nos decía que la virtud está en el centro. De forma que ahora se me perfila una tercera alternativa: la primera es de abundancia, la segunda de carencia; esta tercera - Aurea mediocritas - me hace reflexionar: ¿qué tal si procurara no tener tanto para que los demás pudieran tener algo?
Quizás sea el momento de replantearse en serio cómo desandar este camino que hemos andado hacia el despilfarro a cuenta de la miseria de otros. Quizás sea el momento de hacer un propósito de enmienda para no gastar más de lo preciso, no comprar cosas superfluas, moderar el gasto en todos los ámbitos de la vida y, paralelamente, velar en la medida de mis posibilidades para que tantos millones de personas puedan acceder a los bienes básicos que a mí me desbordan. Es un asunto de justicia social y a la vez de responsabilidad social personal, porque los gobiernos se inclinan a legislar al compás de los intereses de los ciudadanos.