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Cuando llega el 8 de marzo y la celebración del Día Internacional de la Mujer, una tiene la tentación de no escribir nada, de no celebrar ni festejar, ni tampoco lamentarse. Estos días se suceden los artículos de opinión y hay muchos ejemplos de mujeres inspiradoras que desaparecen de los medios una vez pasada la fecha, como si su poder o su magnetismo se evaporara a lo largo del año.

Pero, de repente, empieza a sonar el teléfono, la bandeja de entrada se llena de correos invitándote a participar en una sesión, a escribir una columna o a colaborar en un reportaje. La gente se pregunta: ¿cómo no vas a decir nada, si fundaste, junto con otra mujer, una empresa formada prácticamente en su totalidad por un equipo femenino?

Luego, revisas los datos. Y lees que el impacto económico de la brecha de género en el empleo supera los 200.000 millones de euros, un 16,8% del PIB (ClosinGap & PwC, 2020). Que la brecha de género a nivel global alcanza el 31,4% (Foro Económico Mundial, 2020). Que todavía en 2020, un 47,4% de la población del mundo dice que los varones son mejores líderes políticos, y un 41,4% cree que son más idóneos para liderar en los negocios (PNUD, 2020).

Escuchamos en numerosas ocasiones el compromiso del sector empresarial con la igualdad de género. Pero, al mismo tiempo, las mujeres ocupamos menos del 5% de los puestos directivos en todo el mundo (Credit Suisse Research Institute, 2019). Se nos reclama ser referentes y visibles en las esferas públicas; pero, a la vez, solo el 21% de nosotras firma artículos de opinión en los medios de comunicación españoles (FAPE, 2018). Nos hacemos eco y lideramos la lucha contra los crecientes riesgos medioambientales; pero, al mismo tiempo, somos las mujeres las más afectadas por las migraciones climáticas (ECODES, 2019).

Son contradicciones presentes en la economía, en la sociedad y en el medio ambiente. Allí por donde pasa la responsabilidad. Allí por donde tienen que replantearse nuevas formas de hacer, liderar y gestionar.

La diversidad de género y el impulso al talento femenino en puestos de liderazgo es uno de los asuntos que presenta una mayor paradoja. Frente al creciente peso que tiene este tema en el discurso de las organizaciones, los resultados aún siguen siendo deficientes, con el consiguiente riesgo reputacional de abanderar discursos lejanos a la realidad.

Seamos, pues, conscientes de estos retos. Y ante el ruido imperante, ante la división actual que existe en nuestro país entre dos bandos, ante la crítica fácil y el insulto rápido, volvamos a los datos y a un propósito común inspirador que nos mueva a trabajar a todos juntos para lograr esa necesaria igualdad real.

Que no existan diferencias salariales entre un hombre y una mujer en igualdad de funciones, que una mujer pueda crecer profesionalmente de igual manera y obtenga el mismo reconocimiento a todo nivel, sin discriminación alguna. Hace ya cinco años que las Naciones Unidas lanzaban los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con el objetivo principal de “no dejar nadie atrás”.

Con los ODS, por primera vez, los grandes problemas globales están en una única agenda para gobiernos, organizaciones, universidades y sociedad. Se trata de desafíos profundamente éticos, ya que requieren no solo soluciones técnicas, sino también la actualización de principios y valores universales como la dignidad humana, la equidad social, el bienestar compartido.

Y con este convencimiento, en CANVAS continuamos trabajando a través de nuestro propósito: impulsar el liderazgo social hacia un futuro sostenible para lograr estas metas. Para que estas reflexiones y necesidades estén vivas todo el año. No hay futuro sostenible sin mujeres.

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