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Ante los imparables y crecientes movimientos sociales a favor del respeto a la naturaleza, las empresas hacen esfuerzos por mejorar (y que se note) en materia de responsabilidad social, muy especialmente en todo lo relativo al cuidado del medio ambiente. De hecho, cada vez es más frecuente ver anuncios publicitarios de diferentes marcas y productos haciendo hincapié en las medidas que la empresa está tomando al respecto.

Ciudadanos, empresas y gobiernos trabajan por mejorar las condiciones de vida de este planeta agonizante, aunque sus esfuerzos son inconexos y faltos de visión sistémica. Ciudadanos y empresas se estimulan mutuamente, de forma que a mayor presión social en pro del medio ambiente mayor esfuerzo se produce en la empresa, que a su vez sirve de ejemplo a otras empresas para que no se queden atrás en esta carrera en pro de las buenas prácticas.

De hecho, las últimas encuestas (v.g., Approaching the Future 2019) indican que más de la mitad de los directivos encuestados aseguran que su empresa ha puesto o está poniendo en marcha algún plan de acción diseñado para frenar el cambio climático, y que más del 75% ha analizado o está analizando de qué forma puede su compañía ayudar a la consecución de los ODS. (Un poco de humor serio sobre los ODS, aquí).

Es importante prestar atención a esta tendencia, dado que las empresas tienen generalmente más poder que los gobiernos. Y no todas las empresas se alinean con estos loables objetivos.

A título de ejemplo, la organización no gubernamental Global Justice Now realiza una clasificación en la que compara la cifra de negocio de las principales empresas con los ingresos presupuestarios de los países. Por mencionar una, si Walmart fuera un Estado, ocuparía el 10º puesto, por detrás de EE UU, China, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido, Italia, Brasil y Canadá. En total, 69 de las 100 principales entidades económicas son empresas. Las 25 corporaciones que más facturan superan el PIB de numerosos países.

Ya en 2011 Vitali, Glattfelder y Battiston estudiaron el peso que las empresas tendrían en la toma de decisiones que afectan al conjunto de la sociedad. Estamos hablando de unas pocas empresas líderes en sus respectivos sectores, dotadas de alta tecnología, equipos interdisciplinares, algoritmos capaces de tomar decisiones en décimas de segundo y por lo general un conjunto de valores un tanto distraídos que se colocan por delante o al margen de las legislaciones vigentes.

Tendremos que estar muy atentos para ver qué vía va a tomar más protagonismo: pocas empresas con mucha capacidad de decisión y manga ancha respecto a las buenas praxis, o muchas empresas que se esfuerzan en poner de su parte para mejorar la situación actual y asegurar en lo posible un futuro sostenible.

Ante esta situación, los gobiernos tampoco quieren quedarse a la zaga; saben que la ciudadanía exige y premia medidas tendentes a disminuir la destrucción y / o mejorar las condiciones climáticas.

Alguno ejemplos:

  • Noruega ha decidido desinvertir en combustibles fósiles (decisión valorada en 13.000 millones de dólares) e invertir hasta 20.000 millones de dólares en energías renovables. A pesar de que esta decisión se enmarca obviamente en una estrategia de inversión, el origen del planteamiento, allá por 2015, radica en motivos éticos. Tal como explicó en su momento Bill McKibben (fundador de 350.org), el dinero inteligente está huyendo de este sector tanto por razones financieras como morales; es una señal de que el trabajo de decenas de miles de activistas en todo el planeta está dando sus frutos.
  • Gran Bretaña ha sido el primer país en declarar la emergencia climática. Una declaración meramente simbólica, pero con gran fuerza para arrastrar a otros países hacia un enfoque común en pro de frenar el calentamiento de la tierra.

En otros países se está optando por gobernar de forma que se ponga el énfasis en el bienestar de sus ciudadanos (lo que se supone que de algún modo también implicará cuidar el medio ambiente): por ejemplo Nueva Zelanda, que ha decidido centrarse en el bienestar real de la población en lugar del conocido PIB, de forma que el presupuesto ponga el foco en aspectos como la pobreza infantil, la violencia doméstica, la salud mental y los maoríes e indígenas del Pacífico, dentro de su nueva herramienta "Marco de los estándares de vida". Este modelo sigue en parte la ruta iniciada por Bután en 2008 con su Índice de Felicidad Bruta, FNB.

En cualquier caso, estamos hablando de gobiernos que están planteándose en serio ejercer sus responsabilidades mirando más allá de los números que, siendo importantes, están comenzando a ceder un espacio a otros aspectos vitales que hasta el momento se habían desatendido.

De forma que tenemos tres grandes bloques: ciudadanos, empresas y gobiernos, que están preocupándose por mejorar las cosas desde el punto de vista de frenar el deterioro social y medioambiental que afecta actualmente al planeta. Bien, es una buena noticia…

… pero es insuficiente. Todos esos enfoques tienen algo en común: una visión antropocéntrica. Algo es bueno si lo es para la humanidad, porque la humanidad es dueña y señora de este planeta y todo lo que contiene. Este es el foco que señala cómo mejorar la gestión medioambiental - entre otras cosas - para que la humanidad no se quede sin su sustento y su cobijo.

En realidad, somos muy capaces de dar un paso más, que de hecho ya lo dieron antes Da Vinci, Capra, Einstein y otros genios: adoptar la cosmovisión, en el sentido de comprender y aceptar que las personas - y por ende las empresas - somos parte de la naturaleza, nos movemos en la naturaleza, nos afectan las leyes de la naturaleza y podemos aprender indefinidamente de la naturaleza. Si lo lográsemos, vendría de suyo respetar a la naturaleza y así mantenerla por generaciones y generaciones. Votemos, pues, por empresas que imiten a la naturaleza. Los ingenieros hace años que copian a la naturaleza para diseñar sus productos y están teniendo mucho éxito. Es pues, el momento, de aplicar las enseñanzas de la naturaleza al mundo del management: Biomimética Organizacional, porque, de acuerdo con Einstein, mirar profundamente a la naturaleza es la forma de entender todo mucho mejor

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