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Si continuamos construyendo modelos de bienestar para mejorar nuestra calidad de vida, debemos enfatizar la relación entre sostenibilidad y felicidad. Se defiende que no es posible imaginar un futuro en el que la búsqueda de la felicidad no esté unida a la sostenibilidad

El concepto de “felicidad” ha irrumpido con fuerza en la escena política, social y empresarial. Toda una tendencia.

Gobiernos como el danés impulsan la investigación sobre el tema a través de su Happiness Research Institute , y centros universitarios como la London School of Economics o la escuela de negocios de la Universidad de Stanford comienzan a desarrollar investigaciones e impartir programas sobre “felicidad y políticas públicas” o el impacto de la felicidad en la empresa.

¿Es posible extender este tópico hasta el comportamiento sostenible? Así parece si ojeamos el informe presentado por el Ministerio danés de medioambiente bajo el título de Sustainable happiness y el no menos sorprendente subtítulo que indica “por qué la reducción de desperdicios puede contribuir a incrementar la calidad de vida” (1).

Diferentes estudios han manifestado que las políticas públicas que promueven estilos de vida más sostenibles, entre los que se encontraría la prevención de excedentes y residuos –sean estos alimentarios, textiles, informáticos o de cualquier tipo-, incrementarían nuestra percepción de bienestar.

La psicóloga canadiense Catherine O’Brien lleva investigando la “felicidad sostenible” desde comienzos de los dos mil, y considera imprescindible superar la actual interpretación de la realidad que vincula crecimiento económico con incremento de la calidad de vida y, necesariamente, consumo intensivo de recursos naturales, energéticos y humanos (2).

El planteamiento es sugerente, pero debemos preguntarnos si realmente la calidad de vida está vinculada con la sostenibilidad o habrá otras variables intermedias. En general, las conductas sostenibles mejoran el entorno ambiental y también reducen costes de tratamiento de residuos que revierten en la comunidad, repercutiendo por tanto en la satisfacción y felicidad de las personas.

Diferentes estudios avalan la hipótesis de que los espacios “verdes” incrementan la percepción de la calidad de vida. Sin embargo, el informe Sustainable happiness refleja que entre las dos dimensiones investigadas (felicidad y comportamientos sostenibles) puede haber una relación espuria, lo que supone que estén influidas por una tercera variable: el altruismo.

Las personas más altruistas muestran motivación prosocial, de apoyo a personas y también de respeto a entornos sostenibles, incluyendo por ejemplo mayores prácticas de reciclaje y reducción de residuos. En este sentido el altruismo se correlaciona con la felicidad, al haberse verificado que el apoyo a otros produce efectos positivos en la satisfacción vital.

Y es que pocas cuestiones son más altruistas que adoptar conductas coherentes con el desarrollo sostenible que, al fin y al cabo, no es más que satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.

@AntonioBlancoTW

Artículo original en el blog El Mirador.

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Nota: Esta entrada es un extracto y adaptación del artículo “Reducción de pérdidas y desperdicios alimentarios y bienestar social: una relación posible“, publicado en la Revista Distribución y Consumo (nº 146) y que ha recibido el III Premio Asedas al mejor artículo publicado en la revista durante 2016.

Fuentes de información:

(1). Happiness Research Institute (2015). Sustainable Happiness. Why Waste Prevention May Led to an Increase in Quality of Life. Copenhagen: HRI-Danish Ministry of the Environment.

(2) O’Brien, C. (2008). “Sustainable Happiness: How Happiness Studies Can Contribute to a More Sustainable Future”, Canadian Psychology, 49:4, pp. 289-295.

 

 

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Opinión#felicidad

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