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Pongámonos, por un momento, en los zapatos de otra persona, de Amelia por ejemplo, una mujer de 21 años que nació en Bangladesh y trabaja en una fábrica textil en Jordania.

Es muy religiosa y que lleva su túnica y su hiyab con mucho orgullo. Tiene un problema con un supervisor: le acosa y le dice cosas inapropiadas. Amelia tiene miedo. Una compañera de trabajo, más mayor y muy amable, le cuenta que hay una manera de denunciar a este hombre. Le dice que hay un poster en la cartelera de la cafetería que explica cómo poner una queja con la gerencia. Amelia se ruboriza porque no lee árabe, en realidad no lee ningún idioma. No sabe leer. La compañera le sonríe y le dice: “no te preocupes, puedes simplemente mirar los dibujos”.

Amelia se anima, se acerca a la cartelera y ahora está de pie frente al dibujo (es el que acompaña este texto). ¿Quién es esta gente? No entiende como relacionar a las personas del dibujo con su problema, ni consigo misma. No cree que las mujeres del dibujo trabajen en una fábrica. ¿Cómo van a operar una máquina de coser o estar de pie durante horas con esos zapatos? ¿Y quién es ese hombre de traje? Observa a esa mujer dibujada frente al hombre, una…dos…tres veces. No se mueven. ¿Estarán discutiendo un problema como el suyo? ¿Estarán enfadados? No logra descifrarlo, los personajes no tienen cara. No tienen ojos, no tienen bocas. Y al final ese martillo, ese martillo enorme… Amelia no logra dilucidar si todo esto es bueno o es malo. Pero definitivamente es raro y no lo entiende. Ahí mismo decide que lo mejor será callarse y tratar de olvidar que tiene un problema.

Volviendo a nuestros propios zapatos, surge preguntarnos: ¿Por qué una fábrica, que por lo general alberga gente de distintos lugares e idiomas y con infinitas diferencias en sus habilidades y capacidades, trataría de explicar algo tan importante como un procedimietno de quejas de una forma tan incomprensible? La falta de entendimiento sobre el otro tiene algo de falta de empatía y mucho de distracción. Lo más probable es que quien haya hecho esos dibujos simplemente se descargó de internet lo que estaba más a mano. El verdadero entendimiento es mucho más fácil de lograr de lo que parece. El verdadero entendimiento requiere de observación, búsqueda sincera, paciencia y, sobre todo, ganas de entender al otro y de hacernos entender. Hacer ese pequeño esfuerzo está al alcance de todos, y los frutos de esa apertura son francamente valiosísimos en las fábricas y en la vida.

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