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Todos sabemos que vivimos en un mundo empresarial altamente competitivo donde los éxitos se valoran de forma distinta según sea la situación de la empresa y, por lo tanto, la subsistencia en algunos casos y el crecimiento en otros son de obligado cumplimiento

La normativa laboral a través de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), del Estado, de las Comunidades Autónomas, de los Ayuntamientos y Organizaciones Sindicales es muy clara, aunque su cumplimiento sea origen de duda en algunas ocasiones. 

Es fácil constatar que aunque el trabajador tenga establecido una jornada laboral de 38-40 horas semanales, dependiendo del trabajo desarrollado, esta jornada puede duplicarse, normalmente en dirección inversa a la capacidad intelectual que el puesto precise. Es decir, el trabajador manual por turnos u horarios pactados (fábricas, construcción, servicios…) suelen ajustarse a su horario, pero trabajos intelectuales (consultores, abogados, directivos empresariales…) algunas veces tienen jornadas interminables.

Esta situación, la cual es bien conocida, resulta difícil de revertir debido a la existencia de muchos matices, unos interesados, otros por pasotismo y otros por imposición. Entonces, ¿cómo encaja en la Responsabilidad Social Corporativa (RSC)?

Considero que no es preciso volver a filósofos como Hegel, cuando empleaba expresiones muy graficas y fáciles de entender como “amo y esclavo”. Esta forma de expresarse, después de las experiencias vividas, las considero poco recomendables. La realidad actual es otra, aunque algunos matices puedan ser similares. 

Permitidme que deje aparte a los vagos, los gilipollas (perdón por utilizar esta palabra tan gráfica y a la vez tan impropia), los manipuladores, los irresponsables, los trepas, los malhumorados, etc. que “haberlos haylos” y que sean los departamentos de Recursos Humanos los que hagan la selección adecuada para evitarlos. En adelante me referiré a trabajadores normales, con más o menos capacidad, para ejercer un puesto determinado, y que se encuentran con serios problemas para conciliar su vida profesional, familiar y personal.

Siendo como soy, defensor a ultranza del esfuerzo, la formación y el conocimiento, no estoy de acuerdo en que la vida se tenga que reducir al trabajo, aunque sea esencial en nuestro desarrollo.

En España y en toda Europa, con algunas diferencias, tenemos un índice de natalidad muy bajo, lo que está suponiendo un envejecimiento sostenido de la población. Este asunto es de importancia capital en muchas cuestiones sociales y económicas, sabiendo, además, que esta cuestión es contraria a lo que llamamos productividad y que además crea problemas serios de equilibrio, no solo en las pensiones.

La incorporación de la mujer a la vida laboral, aunque recomendado y deseado por razones de justicia, igualdad y libertad, es también necesario, muchas veces, para hacer frente a los gastos familiares.

La consecuencia de todo lo expuesto son las dificultades a las que las parejas deben hacer frente, provocando que la maternidad se posponga en el tiempo, creando varios problemas conocidos: infertilidad, riesgos en la salud del feto y de la madre, y sobre todo, el  aumento de la edad en la reproducción, que lleva implícito reducir al máximo el número de embarazos.

Esta circunstancia es tan determinante que, unido al concepto de hedonismo y subjetividad absoluta del mundo moderno en el que nos encontramos, está produciendo desajustes que se pretenden solucionar a través de la inmigración y no será posible.

Sin querer ser exagerado, la incorporación de la mujer al trabajo también desemboca en una falta de educación a los hijos, que necesitan el ejemplo y el contacto de sus padres, sobre todo en edades tempranas.

Por favor, no pretendamos que la relación paterno/materno-filial sea sustituida por la TV, el ordenador o el teléfono móvil. Si alguien pudiera tener dudas acerca de esta cuestión, le recomiendo que haga un sencillo análisis con ejemplos que, sin duda, tendrá a su alrededor, pero que podrá incrementar con estudios sociológicos de países y regímenes conocidos.

Esta tesis entronca de lleno en la RSC. Así, las Administraciones Públicas y las empresas en general deben ser conscientes de esta situación y proporcionar los medios necesarios para proteger, incrementar y desarrollar sistemas para favorecer la natalidad. Además, es necesario que se establezcan mecanismos para mejorar la educación para que, con una buena formación posterior, podamos ver el futuro con optimismo y seguridad.

Reflexiones de este tipo suelen vender poco dentro de las empresas, las cuales intentan conseguir el máximo rendimiento en el mínimo tiempo posible, y en las Administraciones Publicas, cuyo objetivo es consolidar el poder adquirido o conseguir objetivos políticos de dudosa eficacia. Así, los trabajadores ven como se les manipula, sin criterios definidos, para conseguir resultados, algunas veces, para su jefe inmediato, cuando no son esfuerzos baldíos. Pero no podemos generalizar, pues en esto se diferencia claramente la empresa bien o mal gestionada.

Ante este panorama a  veces es más espectacular organizar voluntariados, trabajos de recogida de residuos, conferencias de expertos, cursos específicos de formación en RSC, que sin duda son aspectos positivos, pero con ello dejamos en segundo lugar la educación de nuestros hijos.

La conclusión de esta reflexión es sencilla: es necesario el esfuerzo, la dedicación y el conocimiento, pero lo es mucho más el criterio ajustado a la realidad, con programaciones adecuadas a largo plazo, facilitando la vida social con la profesional y personal. Si somos capaces de cambiar los hábitos adquiridos, seremos más productivos, evitaremos problemas raciales, culturales y religiosos y además veremos una regeneración positiva de la sociedad.

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