Pues bien, el citado documental, basado en los últimos experimentos en psicología de la personalidad, nos afirma algo muy diferente. El hombre no es egoísta por naturaleza, sino todo lo contrario. El hombre es altruista por naturaleza: es la revolución altruista.
Para llegar a esta conclusión se experimentó con las reacciones de bebés de unos pocos meses ante determinadas situaciones en las que se les exponía a acciones contrapuestas, una egoísta, interesada o antisocial, y otra altruista y cooperativa. Los bebés siempre eligieron a aquellos sujetos que se comportaban de la segunda manera. No fue una reacción hacia los padres o hacia los cercanos, sino ante una situación que afectaba a personajes anónimos o desconocidos.
Las conclusiones filosóficas de estos experimentos se pueden resumir en que el supuesto egoísmo que todos observamos es por tanto una reacción cultural y aprendida, no innata. Lo natural es desear y buscar el bien hacia nuestros congéneres.
No hay que dar muchos pasos deductivos para llegar a la conclusión de que el paradigma en el que se basa gran parte de la economía de nuestros tiempos es erróneo. El egoísmo no tiene por qué ser el único ni el principal acicate de los comportamientos económicos. Tampoco se trata de crear entornos empresariales y sociales tremendamente competitivos. Económicamente, sin los filtros que nos han llevado a ser lo que somos, podríamos comportarnos de tal modo que nuestras acciones no estén motivadas solo por nuestro propio interés, sino también por el deseo de buscar el beneficio de la comunidad a la que pertenecemos.
Hay que tener en cuenta que la RSC ni siquiera aboga por un comportamiento "altruista" en su significado puro, de máximos, es decir, no pretende construir una economía en la que nuestro beneficio no esté contemplado y sólo se busque el interés del otro. La RSC en general y el business case en particular parten de la creencia de que el comportamiento ético y responsable acabará por beneficiarnos a medio-largo plazo. Es un egoísmo sano, en tanto en cuanto no pone en contradicción lo nuestro con lo del común, lo mismo que defienden otros tantos discursos desde lo psicológico, lo ético o filosófico.
La conclusión a la que quería llegar es que las últimas investigaciones científicas en el campo de la Psicología no convierten la ética y la responsabilidad económica en una camisa de fuerza artificial sobre la supuesta naturaleza depredadora del hombre, la innata y auténtica. En absoluto. Esta naturaleza lobuna es una construcción cultural. La economía ética, colaborativa y responsable es, por el contrario, nuestra verdadera naturaleza.