Niños sin infancia, que nos enseñan la cara más cruel del injusto reparto de la riqueza y de una sociedad llena de desigualdades y conflictos, que obligan a centenares de miles de familias a huir de la inseguridad, física y económica.
Este día Contra el Trabajo Infantil es una buena ocasión para recordar a Iqbal Masih, el niño pakistaní de 12 años que murió asesinado por los mercenarios pagados por los fabricantes de alfombras de ese país el 16 de abril de 1995, ahora hace 20 años. Iqbal Masih, cuando apenas tenía cinco años, fue vendido por su padre por 16 dólares a una fábrica de alfombras para poder pagar la boda de su hermano mayor.
El Frente de Liberación del Trabajo Forzoso consiguió su libertad cuando Iqbal tenía diez años, y se convirtió en un activista y líder de otros miles de niños y niñas en la lucha contra la esclavitud. Fue el presidente de la sección infantil del Frente de Liberación del Trabajo Forzado de Pakistán (BLLFP), y muy pocas semanas antes de su asesinato, recibió el Premio Reebok de Derechos Humanos.
Cuando apenas tenía cinco años, fue vendido por su padre por 16 dólares a una fábrica de alfombras para poder pagar la boda de su hermano mayor
Ese niño, que de mayor quería ser abogado, luchó contra la esclavitud de unas condiciones de trabajo y de vida que él conocía bien por ser muy parecidas a las de otros miles de compañeros suyos, y su lucha no fue inútil. El alcance mediático de su muerte y las fuertes movilizaciones de protesta en las calles de la India y Paquistán de niños descalzos, marcaron un antes y un después en la conciencia social mundial frente a la explotación infantil.
El conocido grito de Iqbal: "Ya no temo al patrón, él me teme a mí", resume el sentido de su lucha en la organización de otros niños esclavos y su participación en campañas internacionales de apoyo. Una lucha que pocos meses después de su muerte se tradujo en nuevas y potentes iniciativas por todo el mundo contra la explotación infantil, como las amenazas de bloqueo de muchos países al comercio de objetos fabricados con trabajo infantil. Esto a su vez consiguió poner en marcha proyectos de acción solidaria destinados a pagar a los padres pobres y ofrecerles otras alternativas que mandar a sus hijos pequeños a trabajar a las fábricas de alfombras, cristalería o ladrillos, minas etc.
Han sido muchos los avances que se han vivido en este campo, desde el asesinato, hace veinte años, de este joven luchador y sindicalista. Han sido, y hay que decirlo bien alto, muy importantes los avances en la conciencia social y la lucha por erradicar una de las peores formas de explotación y abuso, que pone en peligro la salud, la seguridad y la educación, y que atenta a la más elemental dignidad de las personas y de toda la humanidad.
Queda mucho por hacer, empezando porque los Estados cumplan con las promesas que hacen en las convenciones y declaraciones internacionales, como dedicar mayor cantidad de recursos y atención a los planes de acción o incrementar el nivel de apoyo local, nacional e internacional para lograr una educación gratuita, obligatoria y adecuada a la que tengan acceso todos los niños y niñas.
En este día en el que la OIT nos llama a la acción, miremos hacia atrás para recordar, a los niños y niñas, hombres y mujeres, que desde diferentes frentes, sindical, social, económico, religioso o político, han luchado por impedir la explotación infantil. Y a ese niño héroe, que cuando tenía 12 años gritaba con razón: "Ya no temo al patrón, él me teme a mí" y precisamente por eso, porque le tenían miedo, le asesinaron.
Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL