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En 1914 Louis D. Brandeis en Other People's Money, and how the Bankers use it declaraba que “la luz del sol es el mejor desinfectante”, y hoy en 2016 la transparencia se ha convertido en ese ansiado “limpiador”. Andrea Bonime-Blanc, en su recién publicado Manual de Riesgo Reputacional, habla de sobrevivir y prosperar en la era de la hipertransparencia; y el filósofo Chul Han, en su libro La Sociedad de la Transparencia habla no solo de ésta, sino del riesgo a la exposición en el que está inmersa la sociedad: “todo está vuelto hacia fuera, descubierto, despojado, desvestido, expuesto” manifiesta

La transparencia se ha convertido en uno de los principales mecanismos para que las empresas y las instituciones recuperen la confianza de la sociedad. Hay una demanda de coherencia y compromisos tangibles hacia las organizaciones. Y los diferentes actores así se lo exigen.

Un ejemplo es que una entidad como Transparencia Internacional España, que habitualmente centraba su objetivo en las instituciones públicas, acaba de publicar su “Proyecto Integridad”, un informe sobre la Ley de Transparencia y sus implicaciones en el Sector Privado, y se encuentra además realizando una investigación sobre el nivel de conocimiento y cumplimiento de dicha Ley entre las empresas españolas.

La pregunta que surge cuando hablamos de estos temas es ¿cómo deben trabajar las organizaciones esa transparencia? ¿Aplican las mismas reglas y modelos para todas? En este proceso, una de las claves es la gestión de los grupos de interés, su conocimiento y su engagement, ya que son los que nos pueden advertir de una oportunidad latente para la reputación de la compañía y la mejora en el desempeño y la información brindada.

Hablar de stakeholder engagement es pensar en términos de relaciones, de interacciones necesarias para el desarrollo de la propia actividad y del negocio.  La relación y monitorización activa de nuestros grupos de interés permite una continua actualización de la agenda común, generar un marco que acompaña a la gestión de riesgos y oportunidades. Todo esto, sin dudas, contribuye a una mayor transparencia y apertura.

Además, estos procesos permiten transformar los datos anónimos en personas y grupos reales, a partir de su lectura inteligente, es decir, en información que cobra mayor sentido, vinculada a las particularidades, necesidades y tendencias actuales de nuestros grupos de interés.

¿Están las empresas realmente preparadas para ese compromiso? Estos retos son oportunidades para la acción. Y esa acción, además, la están requiriendo los stakeholders y la sociedad en general. Y no solo a las empresas, sino también a las instituciones. Durante 2016 las reclamaciones y denuncias de los ciudadanos ante el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, por falta de información sobre las instituciones y su actividad, han crecido un 135%, al pasar de 517 en enero a 1.217 en octubre. Las empresas e instituciones están abocadas a la resiliencia, entendida como la habilidad para ser ágil, flexible y capaz de reaccionar a los cambios. Su capacidad de respuesta y la transparencia en cómo lo hace, es vital para el negocio.  Ninguna empresa opera ya de manera aislada, sino en una larga y compleja cadena de valor con escenarios abiertos.

@Ilopeztriana

@canvasRSC

Isabel López Triana

Socia CANVAS Estrategias Sostenibles

Imagen. Fuente: unsplash.com (Cia Gould)

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