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El Parlamento Europeo está trabajando en un proyecto de Informe sobre el futuro de los robots inteligentes, posiblemente los robots biomiméticos, y sus implicaciones en la sociedad de este siglo; entre ellas, y objeto de este artículo, en el campo del empleo

Dado que el proyecto ha de plantearse necesariamente desde una óptica lo más pluridisciplinar posible, el grupo de trabajo cuenta con los miembros de la Comisión de Asuntos Jurídicos y representantes de la Comisión de Industria, Investigación y Energía (ITRE), de la Comisión de Mercado Interior y Protección del Consumidor (IMC O) y de la Comisión de Empleo y Asuntos Sociales (EMPL).

Estamos hablando de robots que no solo realizarán tareas repetitivas que ahora realizan muchas personas en su puesto de trabajo; serán capaces desarrollar rasgos cognitivos y autónomos, de aprender de la experiencia y consecuentemente reorganizar su comportamiento para sustituir al ser humano en numerosas actividades. (Conducir vehículos, realizar operaciones quirúrgicas, fabricar sofisticados productos y otras muchas que actualmente no imaginamos). Es decir, robots capacitados para tomar decisiones y actuar en consecuencia, interactuando con el entorno y modificándolo de forma significativa.

Si pueden tomar decisiones habrían de ser sujetos de derecho; pero que los robots tengan personalidad jurídica va más allá de añadir un nuevo grupo a la vieja clasificación: tendría consecuencias sociales, económicas y éticas hasta el punto de modificar la visión del mundo que tenemos actualmente.

Hasta el momento, el Derecho distingue entre personas físicas, personas jurídicas, animales u objetos; pero este tipo de robots que se vislumbran en un futuro muy próximo no encajan exactamente en ninguna de las cuatro categorías.

En el Proyecto de Informe se explica que cuanto más autónomos sean los robots, menos se los podrá considerar simples instrumentos en manos de otros agentes y, por lo tanto, resulta cada vez más urgente abordar la cuestión fundamental de si los robots deben tener personalidad jurídica…”

El Parlamento Europeo está estudiando la posibilidad de crear la figura jurídica específica para los robots inteligentes, una especie de "persona electrónica" con sus derechos y deberes, que se aplicaría en el caso de que los robots puedan tomar decisiones autónomas inteligentes o interactuar con terceros de forma independiente.

Y más concretamente en el ámbito del trabajo, se pide a la Comisión que se siga de cerca la evolución del empleo, sobre todo lo concerniente a la creación y / o destrucción de puestos de trabajo en todos los ámbitos laborales, con la finalidad de conocer en cuáles se crean o se destruyen como consecuencia de la implantación de robots.

Consideran importante este seguimiento porque las oscilaciones en el empleo se acusan directamente en la sociedad: una empresa que amortiza puestos de trabajo como consecuencia de la utilización de robots inteligentes está incidiendo (positivamente) en sus resultados económicos y (negativamente) en las arcas del Estado, puesto que repercute en la fiscalidad y en el cálculo de las cotizaciones a la Seguridad Social.

Por eso recomiendan que los robots inteligentes coticen a la Seguridad Social (no entraremos aquí en las vertientes fiscal y jurídica) y que se ponga en marcha una renta básica universal que se nutra de los beneficios generados por los robots y palíe las consecuencias del desempleo.

También se cuidan de detallar cómo sería la composición ideal de un comité de ética (aplicada a la investigación): multidisciplinar, incluir a hombres y mujeres, estar constituido por miembros con una amplia experiencia y conocimientos en el ámbito de la investigación en robótica, con un equilibrio adecuado entre conocimientos científicos, formación filosófica, ética o jurídica, así como diferentes puntos de vista.

Si nos ceñimos al mundo del trabajo, ese comité de ética debería diseñarse con mucho más detalle, puesto que sus recomendaciones tendrían repercusiones directas sobre muchísimos trabajadores: cómo habría que repartir entre las personas y los robots la responsabilidad sobre los resultados, la seguridad, los plazos, la calidad, los costes de elaboración, los ingresos salariales… todo un abanico de derechos y deberes que abren un nuevo futuro laboral.

En este nuevo panorama los robots inteligentes no solo se ocupan de realizar tareas rutinarias y programadas: de hecho, ya existen empresas que cuentan con robots-jefes. En Hitachi, por ejemplo, la tecnología organiza el trabajo de los empleados basándose en una interesantísima combinación de inteligencia artificial, filosofía kaizen y big data; los investigadores de MIT están trabajando sobre la interacción entre robots y personas; existen estudios que afirman que para 2018 (mañana mismo) más de 3 millones de trabajadores serán supervisados por robots y que el 45% de las compañías tendrán trabajando más robots inteligentes que empleados… y cada día tenemos más ejemplos.

Así pues, la ética aplicada a la investigación no será suficiente. Necesitaremos, mañana mismo, una ética especializada en la relación persona - robot y todas los matices que eso conlleva respecto a la forma de tomar decisiones, diseñar las interrelaciones, solventar los conflictos, definir los objetivos y medir los resultados de cada parte, por citar solo algunos aspectos.

Y todavía nos queda por plantear la parte más intangible e intrínsecamente humana: todo ese bagaje de valores, pensamientos y emociones que la persona aportará a este nuevo medio laboral. Es evidente que los planteamientos éticos que se hagan habrán de formularse en un nuevo marco de responsabilidad social que ya estamos tardando en comenzara diseñar. Algo retador y trascendente que contribuya a configurar la nueva sociedad del XXI. Pongámonos a ello con esa ilusión tan típicamente humana en la que - esperemos - ganaremos por goleada a las máquinas.

Edita Olaizola (@EditaOla)

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OpiniónEmpresas

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