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Imagine que estuviera en una de esas tiendas de una gran multinacional textil y que un dependiente en vez de preguntarle si desea otra talla le dijera: “¿Sabía que esta camisa está hecha en Bangladesh por trabajadores que reciben un salario digno, no el mínimo que establece la ley, que las fábricas cumplen todas las medidas de seguridad y que su producción no daña el medio ambiente? Ya lo ve, es muy buena”

Siga imaginando, porque por ahora esto no sucede. Y eso que ya han pasado tres años de la tragedia del Rana Plaza donde fallecieron más de 1.100 trabajadores que confeccionaban ropa para conocidas cadenas de moda. Costó pero los familiares de las víctimas y los heridos ya recibieron las compensaciones económicas. Sin embargo, aún queda mucho por mejorar.

Las grandes firmas deslocalizan su producción en países cuya mano de obra es barata o muy barata,  una vez allí subcontratan servicios una y otra vez hasta que seguir el hilo de toda la cadena de valor se convierte en una ardua tarea. Pagan el salario mínimo que establece cada país, pero no siempre estas cantidades corresponden al salario mínimo “vital”. Y tal y como se puede leer en la Campaña Ropa Limpia aún hay algún gigante textil cuyos proveedores auditados no disponen de salidas de emergencia adecuadas para poder evacuar las fábricas en caso de incendio. Y no en todos estos lugares las personas pueden sindicarse o hacerlo sin temor a represalias.

Pero cuidado, que la llegada del sector de la moda también repercute positivamente en estas zonas, el umbral de pobreza de muchas de estas regiones se está reduciendo gracias a estas cadenas de moda y al trabajo de los sindicatos locales.

Es un tema complejo, que la generalización induce a errores, tanto de un lado como de otro. Pero el boicot no es la solución, y sí más la exigencia y presión de la sociedad civil. Fuerza para que los Gobiernos de la empresa matriz también se sientan corresponsables y para que éstas asuman responsabilidades en todas las patas de la RSE; ya sean los salarios de los trabajadores, los impuestos país por país, los impactos medioambientales, la comunidad donde opera, el cliente final…

Y cómo no, la educación en el consumo responsable. Habituarse a no renovar el armario con cada nueva temporada, a reciclar la ropa, a quizás ahorrar unos euros más y comprar la camisa de esa tienda que sabes cómo y dónde fabrica. También a comprar a una gran multinacional que te informa con detalles, quién sabe si con una etiqueta específica, de que está concienciada y cumple con el respeto por los derechos humanos y todo lo que implica la Responsabilidad Social. Y por supuesto, no perder detalle de citas como la celebrada este fin de semana: la V Jornada de Moda Sostenible, para reflexionar de lo que aún queda por mejorar y para seguir el camino de lo que ya se está haciendo bien.

@ignaciocayetan 

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