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Jean Ziegel, sociólogo y politólogo suizo, cuenta en uno de sus libros cómo en 1964, cuando era estudiante, fue chofer del Che Guevara durante las dos semanas que duró la Conferencia Internacional del Azúcar de Ginebra, donde el Che representaba a Cuba. 

Cuenta también Ziegel que, el último día, camino del aeropuerto, se armó de valor y le dijo: “Comandante: quiero ir con usted a Cuba”. Ante aquel ruego, el Che le contestó: “Has nacido en el cerebro del monstruo: es aquí donde tienes que trabajar y combatir”.

Pues bien, en cierta medida, la innovación social y los innovadores sociales tienen ese mismo objetivo: cambiar el sistema de economía de mercado desde dentro, desde el mercado… desde el “cerebro del monstruo”. Tan sistémico es el movimiento, que la propia Unión Europea lanzó en marzo de 2011 la iniciativa Social Innovation Europe una plataforma que quiere ser en 2014 un lugar de encuentro, virtual y real, para innovadores sociales, empresarios, ONG’s, responsables políticos y cualquier otra institución inspirada en la innovación social en Europa.

En este post intentaremos responder a algunas preguntas sobre este tema.

¿Qué es la innovación social? Aquella que persigue lanzar nuevas ideas (de productos, servicios y modelos de negocio) que sean capaces, a la vez, tanto de satisfacer necesidades sociales perentorias (de forma más eficiente que otras alternativas), como de crear nuevas relaciones sociales o colaboraciones en el tejido productivo (Libro de Innovación Social abierta, Murray, Calulier-Grice y Mulgan, marzo de 2010).

¿Qué es una empresa social? Para Social Innovation Europe es aquella que tiene como principal objetivo lograr resultados sociales, éticos o ambientales. Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), en su estudio Report on Social Entrepreneurship de 2011, las empresas sociales en las economías menos desarrolladas buscan cubrir necesidades básicas vinculadas a la sanidad, acceso al agua y su salubridad, o al apoyo a actividades agrícolas de zonas rurales. En cambio, en las economías desarrolladas, las empresas sociales se centran en apoyar la cultura, proveer servicios a las personas discapacitadas, colaborar en procesos de recogida de residuos y protección del medioambiente u ofrecer actividades gratuitas como puede ser el networking social (Marta Curto Grau, Los Emprendedores Sociales, Cuaderno 13, Cátedra “la Caixa” de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo).

Para las empresas sociales, su impacto social prevalece al reparto sistemático de los beneficios financieros. Por esta razón, se dice que las empresas sociales son “negocios híbridos”, porque se encuentran a mitad de camino entre las tradicionales empresas con ánimo de lucro y las organizaciones puramente filantrópicas, que no persiguen objetivos económicos.

Comparadas con las empresas tradicionales, se caracterizan por reinvertir las ganancias para maximizar su impacto social, por lo que no son tan interesantes para inversores privados. Y, al mismo tiempo, se encuentran lejos de las ONG’s porque buscan crear modelos de negocio sostenibles en el tiempo.

¿Qué es un emprendedor social? El emprendedor social es aquel que pone en marcha una empresa social tal y como la define la Unión Europea en su iniciativa Social Innovation Europe. Según la Fundación Skoll, los emprendedores sociales son «líderes probados cuyos enfoques y soluciones a los problemas sociales están ayudando a mejorar las vidas y circunstancias de incontables individuos desfavorecidos». Para Bill Drayton, fundador y presidente de Ashoka, la mayor organización del mundo de emprendedores sociales, el «emprendedor social es aquel emprendedor cuyo objetivo, único, o no, es generar cambio social».

Según el informe GEM, el perfil del emprendedor responde mayoritariamente a un hombre; con una edad comprendida entre los 25 y los 44 años (aunque en las economías más desarrolladas -sobre todo en EE.UU. y Suiza- la edad media se sitúa entre los 18 y 24 años); con un mayor nivel educativo, especialmente educación post-secundaria); y con un estatus laboral de trabajador autónomos.

¿Qué impacto tiene la economía social en Europa? La economía social emplea en Europa a más de 11 millones de personas, lo que representa un 6% de todos los trabajadores. Aproximadamente uno de cada cuatro empresas que nacen en Europa es una empresa social. En Bélgica, Finlandia y Francia, esa cifra se eleva a una de cada tres. A menudo, estas empresas son más productivas y competitivas, gracias a su personal comprometido y mejores condiciones de trabajo (por ejemplo, la estadística de personas con baja por enfermedad es un 50% inferior a la media).

El cambio desde el sistema. Quizá podamos aplicar aquí la anécdota de Jean Ziegel. En última instancia, el emprendimiento social persigue cambiar el modelo productivo de la economía de mercado y, en cierta forma, situarse en un plano intermedio entre las prestaciones sociales que ofrece el Estado y el fin estrictamente económico que persiguen las empresas. En definitiva, el cambio desde “dentro del sistema”.

Escrito para la Cátedra Económica y Empresarial de la Universidad Pontificia de Comillas, ICAI-ICADE

+ en albertoandreu.com

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