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Primero vinieron a por los fumadores,
Y yo no hablé porque no era fumador.
Después vinieron a por los niños gordos,
Y yo no hablé porque ya no era un niño gordo.
Después vinieron a por los que se cubrían la cara,
Y yo no hablé porque mi cara estaba descubierta.
Después vinieron a por mí,
Y para entonces, ya no quedaba nadie que hablara por mí.

 

Francisco Álvarez Cano

En las últimas semanas, se han producido o acordado, en España y también a escala internacional, una serie de medidas que tienen en común su carácter prohibicionista, de las que destacamos cuatro:



 

 

Aunque destacamos estas cuatro, la ambición prohibicionista resulta, también en su ámbito, y valga la redundancia, totalitaria, afectando a pueblos, comunidades, países, continentes, y mirando en tan sólo estos tórridos días de verano hacia las corridas de toros (en Catalunya o en Madrid), los crucifijos, las putas (ya están prohibidas según su ubicación en algunos sitios), la publicidad con mujeres desnudas (en Sao Paulo), la publicidad con Pamela Anderson cuarteada como una vaca, besarse el público (en México), practicar esquí acuático desnudo (en Miami), el botellón (cada vez en más sitios), el alcohol en general (de momento, en Vietnam), los juguetes bélicos (en Argentina), twittear (si uno es político ¡en Holanda!), ir sin camiseta, pintar grafitis, aparcar motos en aceras, tragar agua (en Viena), los megáfonos (en Villavicencio), alquilar casas a sin papeles (en Nebraska), las citas online (si eres militar en China), los juegos de azar (si eres ecuatoriano), las operaciones empresariales (si eres una telefónica portuguesa), quemar paja, y hasta las repeticiones de las jugadas en los estadios de fútbol,  hablar de los árbitros o vender trompetillas en Pamplona o hacer sonar vuvuzelas en los estadios de rugby o de fútbol (los últimos, dos clubes ingleses). Llegando hasta el paroxismo cuando, por ejemplo, un pueblo escocés prohíbe tener patos, conejos, palomas... ¡y niños!

 

Y es que ante la moda, no cabe como pedían en los 60, prohibir todas las prohibiciones, sino que lo último es dar “libertad” para “prohibir” (a veces por no atreverse a ello), como pretendiendo casar a dos enemigos íntimos. Más afines parecen prohibir y multar, prohibir y encerrarse, prohibir el sexo a la más bella del mundo si es bueno para la salud o prohibir y censurar en esta irresistible tentación, que no se sabe dónde puede llegar, igual hasta prohíben respirar, o prohíben cosas imposibles, como defecar perros, esta pulsión por prohibir que se ha calificado como “la tiranía de lo correcto”.

 

Mi opinión: Prohibido prohibir


En el fondo y en la forma, tamaña espiral liberticida no es responsable. Lo responsable si se pretende salvaguardar elementos menores (la seguridad, la salud, esa entelequia que llaman salud pública, la dignidad de hombres, mujeres o animales, el peso de los niños, o cualquier próxima religión que se les ocurra) frente al elemento esencial de la Libertad, sería educar, aconsejar o convencer. Pero el poder, que sólo se alimenta de sí mismo, tiende a olvidarse de que se ejerce sólo desde la libertad. Tiende a creerse en posesión de la Verdad, cuando la Verdad no existe, y si existiera, siempre sería más etérea que la Libertad.

 

El caso del liberticidio antifumador en este país llamado España (que algunos, contentos ellos de que se prohíba a un pueblo autodenominarse nación o a otro pueblo leer prensa en su lengua, llaman Ex–paña) es paradigmático:

 

  1. - Primero impusieron espacios de no fumadores obligatorios en trenes, autobuses, aviones, etc.
  1. - Como no se llenaban los espacios de no fumadores, los ampliaron
  1. - Como se llenaban menos, impusieron que todos los espacios de todas las compañías de transporte fueran de no fumadores
  1. - Luego lo prohibieron en edificios oficiales, hospitales, metro, estaciones…
  1. - No contentos con ello, luego lo prohibieron en los centros de trabajo, dando libertad a los bares pequeños para elegir si permitían o no fumar y obligando a los grandes que quisieran dejar fumar a hacer obras faraónicas para separar espacios
  1. - Y como, haciendo uso de esa libertad, muchos de los pequeños decidieron ejercerla, y muchos de los grandes decidieron hacer esas inversiones, ahora les imponen a todos la prohibición total
  1. - Luego prohibirán fumar en calles adyacentes a algunos edificios
  1. - Luego harán barrios de fumadores y no fumadores
  1. Luego prohibirán “disfrutar” de la Seguridad Social a los “irresponsables” que sigan fumando.
  2. - Y finalmente prohibirán trabajos para fumadores, casas para fumadores, o incluso países para fumadores

 

Las excusas de los liberticidas para ejercer nuevas y más estrechas prohibiciones, son eso, excusas vacías de contenido. Siempre se han utilizado. La prohibición, también gradual, de los judíos en la época nazi no arrancó con las cámaras de gas (tardaron 9 años en construir la primera), ni se hizo sin poner sobre la mesa potentes razonamientos con la salud como telón de fondo. Las prohibiciones contra los homosexuales, hoy vigentes en gran parte del globo, tampoco.

 

El caldo de cultivo de todo este estiércol prohibicionista no deja de ser la combinación del atontamiento de las masas (que ya denunciaba Ortega), la propaganda infame y masiva, la tolerancia natural de las víctimas y las mayorías cambiantes. Resulta difícil en el territorio de la opinión pública y publicada, y a pesar de Internet, imaginar a alguien lo suficientemente independiente para oponerse, a la vez, a que prohíban el botellón, los toros, fumar, el velo, la nación catalana, el Egunkaria, los anuncios de putas y los bollos. Pues yo me opongo, lo dejo claro. A todas. Porque a lo que me opongo es al instrumento.

 

Casi cualquiera está de acuerdo con “alguna” prohibición, luego se apoyan en esos grupos afines, que además suelen ser militantes, y que les hacen el caldo gordo. Para coronar el liberticidio, se apoyan luego en los damnificados por un liberticidio para cometer el siguiente, siguiendo la lógica bíblica paulista del “que me quiten un ojo, si al prójimo le quitan dos”. Así, los editores piden que en vez de prohibir los anuncios de putas, prohíban las putas; y ya hay grupos de víctimas fumadoras que hablan de que, ya que han ido por el tabaco, que vayan por el alcohol, “que es peor”. La ingenuidad de las víctimas del liberticidio (tod@s) es el caldo de cultivo del propio liberticidio, que se apalanca en las prohibiciones para ser cada vez más necesario en esa lógica paternalista infame del todo por el pueblo pero sin el pueblo, del “me necesitáis, no sabéis por vosotros mismos lo que os conviene”.

 

En el fondo, el poder apunta, siempre, además de a la propia autocorrupción, al prohibido pensar, al panem et circensis. Un poder que prohíbe mucho se aleja de la libertad de que nació para morir en el despotismo, sea o no partitocrático. Por eso la prohibición como instrumento liberticida y socialmente irresponsable acerca a dictaduras y democracias (prohíben fumar en todos los espacios públicos techados de España, y a la vez Hamas prohíbe fumar en pipa a las mujeres en Palestina; prohíben el velo en Francia, piden prohibir el burka en España, lo prohíben en Siria, etcétera). Porque con el uso, cada vez más indiscriminado, del liberticidio, se lamina la diferencia entre dictadura y democracia que es, no nos engañemos, la TOLERANCIA, no el que al dictador lo votemos.

 

Cobran, ante tanto despropósito, nuevo sentido las palabras de Martin Niemöller en 1945 atribuidas a Bertold Brecht:


Primero vinieron a por los comunistas,
Y yo no hablé porque no era comunista.
Después vinieron a por los judíos,
Y yo no hablé porque no era judío.
Después vinieron a por los católicos,
Y yo no hablé porque era protestante.
Después vinieron a por mí,
Y para entonces, ya no quedaba nadie que hablara por mí.


Que yo reformularía así:

 

Primero vinieron a por los fumadores,
Y yo no hablé porque no era fumador.
Después vinieron a por los niños gordos,
Y yo no hablé porque ya no era un niño gordo.
Después vinieron a por los que se cubrían la cara,
Y yo no hablé porque mi cara estaba descubierta.
Después vinieron a por mí,
Y para entonces, ya no quedaba nadie que hablara por mí.


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Francisco Álvarez (@falvarezcano) es el Community Manager de Melania (CECA)

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