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La digitalización está reescribiendo las reglas del buen gobierno: datos comparables, voto a distancia y canales de alerta confidenciales que elevan la transparencia y agilizan el control de riesgos.
Gobierno corporativo en clave digital

La digitalización se ha convertido en una palanca decisiva para el buen gobierno empresarial. Del reporte sostenible legible por máquinas al voto remoto en juntas, pasando por canales confidenciales de alertas internas y controles de cumplimiento automatizados, la tecnología está ayudando a ganar eficiencia, trazabilidad y rendición de cuentas en las compañías.

El primer salto llega con la información corporativa. El paso de los PDF a formatos electrónicos etiquetados —que permiten leer y comparar datos automáticamente— reduce asimetrías, acorta tiempos de verificación y facilita la supervisión externa. Este enfoque está alineado con la regulación europea más reciente sobre información financiera y de sostenibilidad, que impulsa datos comparables y accesibles para inversores, administraciones y la ciudadanía.

La participación accionarial también se moderniza. La normativa europea sobre derechos de los accionistas promueve procesos más digitales: identificación ágil de titulares, comunicación previa a la junta por vías electrónicas y voto a distancia con garantías. El resultado es una gobernanza más inclusiva y decisiones mejor informadas, con actas y evidencias que quedan registradas de forma auditable.

Otro frente clave es la integridad interna. La Directiva europea de protección de las personas que informan de infracciones obliga a las empresas a contar con canales de denuncia confidenciales y procedimientos claros de seguimiento. Las plataformas digitales aportan anonimización, custodia de pruebas y trazabilidad del caso, reforzando la cultura ética y la confianza de los grupos de interés.

En cumplimiento, las soluciones RegTech (para empresas) y SupTech (para supervisores) automatizan controles, cruzan grandes volúmenes de datos y detectan anomalías en tiempo real. Esto libera recursos para tareas de mayor valor, reduce errores y permite anticipar riesgos financieros, operativos y ESG. Todo ello favorece una supervisión más proactiva y una respuesta más rápida ante incidentes.

La ciberseguridad cierra el círculo: con la nueva normativa europea (NIS2), la gestión del riesgo digital pasa a ser un asunto de consejo de administración: evaluación periódica de amenazas, planes de continuidad, notificación de brechas y responsabilidades claras. La ciberresiliencia deja de ser un tema técnico para integrarse en la estrategia y el control interno.

En España, el Código de Buen Gobierno de la CNMV —bajo el principio de “cumplir o explicar”— refuerza recomendaciones en información no financiera, gestión de riesgos y control interno. La digitalización facilita cumplirlas con más calidad, gracias a registros completos, indicadores comparables y un seguimiento continuo por parte de las comisiones del consejo.

En definitiva, del documento al dato, del pasillo a la plataforma y del papel al protocolo, la tecnología está acortando la distancia entre lo que las empresas dicen y lo que hacen. El buen gobierno del siglo XXI se escribe con transparencia verificable, participación informada y controles que funcionan en tiempo real.

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