África se enfrenta a una crisis climática sin precedentes. Así lo confirma el informe sobre el estado del clima en África 2024, publicado esta semana por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y difundido por Naciones Unidas. El documento alerta sobre el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos que, lejos de remitir, se intensifican y golpean a los sectores más vulnerables del continente.
Según las investigación, las temperaturas no dejan de subir: 2024 fue uno de los años más cálidos jamás registrados, con una media de 0,86 °C por encima del periodo 1991-2020. El norte de África encabeza esta tendencia, alcanzando un incremento de 1,28 °C, lo que lo convierte en la subregión que más rápido se está calentando. Además, las temperaturas de la superficie marina en el Atlántico y el Mediterráneo superaron todos los registros anteriores, perturbando los ecosistemas costeros y aumentando el riesgo de tormentas tropicales.
El informe muestra que la sequía extrema ha arrasado con cosechas enteras en el sur del continente. Malawi, Zambia y Zimbabue atraviesan la peor sequía en veinte años, con una caída del 16% en la producción de cereales respecto a la media de los últimos cinco años. Este descenso ha desencadenado una crisis alimentaria a gran escala, agravada por los cortes de energía derivados del bajo nivel del lago Kariba, el mayor embalse artificial de África.
Por otro lado, las inundaciones torrenciales han afectado a millones de personas en África Occidental, Central y Oriental, causando cientos de víctimas mortales y desplazamientos masivos. En contraste, el este de África sufrió precipitaciones muy por debajo de lo normal en la última temporada de lluvias, lo que eleva la preocupación por el abastecimiento de alimentos. En el norte del continente, la situación tampoco mejora: se acumulan ya tres campañas agrícolas consecutivas con rendimientos por debajo de la media, principalmente por la falta de lluvias y las temperaturas extremas.
Más allá del ámbito agrícola, el aumento del calor está condicionando también la productividad laboral, la calidad de la educación y la salud pública. Escuelas cerradas, personas trabajadoras expuestas a golpes de calor, y un mayor riesgo de enfermedades transmitidas por vectores como los mosquitos son algunas de las consecuencias ya visibles.
Tecnología para adaptarse y resistir
En este contexto, algunos países africanos están apostando por la transformación digital para fortalecer sus sistemas de alerta temprana y mejorar la gestión de riesgos climáticos. Kenia, por ejemplo, difunde pronósticos a agricultores y pescadores mediante apps y SMS; Nigeria ha creado plataformas digitales para compartir información climática vital, y Sudáfrica ha integrado herramientas de inteligencia artificial y sistemas de radar avanzados.
En 2024, dieciocho centros meteorológicos nacionales actualizaron sus sistemas digitales para ofrecer alertas más eficaces y accesibles. Aun así, el informe advierte que es necesaria una inversión mucho mayor para garantizar infraestructuras resilientes, marcos sólidos de intercambio de datos y servicios más inclusivos. La OMM insta a los gobiernos, al sector privado y a los organismos internacionales a acelerar las inversiones en resiliencia climática. A través de la iniciativa Early Warnings for All, Naciones Unidas busca ampliar la cobertura de sistemas de alerta temprana en todo el continente, como herramienta clave para salvar vidas y reducir daños económicos.