La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido un alarmante llamado de emergencia para hacer frente a una crisis sanitaria mundial sin precedentes, exacerbada por conflictos, desastres climáticos y epidemias. Según el informe, 305 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria urgente en 2025, lo que pone en evidencia una creciente convergencia de factores que agravan la vulnerabilidad global y desafían la sostenibilidad del desarrollo humano.
Para abordar esta situación, la OMS ha solicitado 1.500 millones de dólares, fondos destinados a apoyar intervenciones críticas en 42 emergencias sanitarias activas, incluyendo 17 de máxima gravedad. Estas iniciativas no solo buscan salvar vidas a corto plazo, sino también fortalecer la preparación y la resiliencia de los sistemas sanitarios.
La crisis sanitaria actual no puede entenderse de forma aislada, ya que está profundamente entrelazada con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Fenómenos como el cambio climático, los desplazamientos masivos y la desigualdad económica agravan las emergencias sanitarias, mientras que el deterioro de la salud pública dificulta avances en educación, igualdad de género y erradicación de la pobreza.
Por ejemplo, las comunidades más afectadas por el cambio climático enfrentan no solo desastres naturales, sino también brotes de enfermedades infecciosas, malnutrición y estrés mental. Estas problemáticas minan los pilares básicos del desarrollo, al tiempo que generan una carga económica insostenible para los países más vulnerables.
En palabras del director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus:
“Empoderar a las comunidades, dar prioridad a la equidad y construir un legado de preparación son acciones esenciales para proteger el derecho a la salud y la dignidad humana en los contextos más difíciles.”
La OMS destacó cuatro desafíos clave: el cambio climático, los conflictos, los desplazamientos y los brotes de enfermedades. Estos factores no solo intensifican las crisis existentes, sino que crean un ciclo de retroalimentación negativa que afecta desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables.
Las estrategias propuestas incluyen:
El Llamamiento de Emergencia Sanitaria no solo representa una solicitud de fondos, sino un recordatorio urgente de que la salud global es una responsabilidad compartida. La brecha entre las necesidades y los recursos sigue aumentando, y los riesgos de inacción son inmensos: pandemias más letales, comunidades desplazadas y una carga sanitaria y económica que los sistemas actuales no pueden soportar.
Además, el riesgo de mutación del virus de la gripe aviar H5N1, que ha mostrado un alarmante aumento en casos reportados, subraya la necesidad de invertir en prevención. Cada brote representa una oportunidad para que el virus se adapte y se vuelva más transmisible, un peligro que el mundo no puede ignorar.
En zonas de conflicto como Gaza, la OMS y sus socios enfrentan el desafío adicional de garantizar que la ayuda llegue a quienes más la necesitan, superando obstáculos políticos y logísticos. Este esfuerzo ilustra la necesidad de un financiamiento flexible y sostenido, acompañado de una coordinación eficiente entre actores globales y locales. En última instancia, garantizar el acceso equitativo a la salud no solo responde a una crisis inmediata, sino que refuerza las bases para un desarrollo sostenible y justo, donde ninguna comunidad quede atrás en el camino hacia un futuro resiliente y saludable.
