Aunque las cifras de migrantes que cruzan el Mediterráneo han caído un 24% en 2024, la situación para los refugiados sigue siendo extremadamente peligrosa y precaria. Según Sivanka Dhanapala, director de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Nueva York, la reducción en las travesías por el mar no ha significado una mejora en el acceso a la protección para quienes huyen de sus países de origen en busca de seguridad. Las rutas terrestres a lo largo del norte de África continúan siendo escenarios de violencia, secuestros y trata de personas, lo que convierte el desplazamiento en un desafío mortal.
Dhanapala subrayó ante el Consejo de Seguridad de la ONU que las barreras para acceder al asilo y la protección continúan en aumento, a pesar de los esfuerzos internacionales por mejorar la situación. “Las personas refugiadas siguen enfrentándose a un camino lleno de peligros, expuestas a violencia de género, secuestro, extorsión y otros abusos graves,” destacó el funcionario, apoyado en informes de ACNUR y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Los informes recientes muestran que, si bien las llegadas a Europa han disminuido, muchas personas siguen quedando atrapadas en situaciones de peligro en países como Libia y Túnez. Solo en 2024, se estima que 1450 migrantes han muerto o desaparecido en el Mediterráneo, una cifra que, aunque ha disminuido en comparación con el año anterior, sigue siendo alarmante. A esto se suman las dificultades para obtener protección en países de tránsito, como la falta de acceso a centros de detención o la imposibilidad de ser registrados por ACNUR, según denunció Dhanapala.
Entre las recomendaciones urgentes de ACNUR para abordar esta crisis se encuentran la protección de los derechos humanos en las rutas migratorias, el refuerzo de las operaciones de búsqueda y rescate en el mar, y el combate contra las redes de contrabandistas y traficantes que explotan a los migrantes. El acceso a servicios básicos y oportunidades económicas en los países de origen y tránsito también son clave para reducir las causas profundas que impulsan a estas personas a arriesgar sus vidas.
El director de la OIM en Nueva York, Pär Liljert, también expresó su preocupación sobre las condiciones que enfrentan los refugiados, especialmente aquellos que son devueltos o desembarcados en Libia. Estas personas, muchas de ellas mujeres y niños, son sometidas a detenciones arbitrarias, tortura y trata, y enfrentan un futuro incierto en centros de detención que no garantizan sus derechos humanos.
Liljert hizo un llamado urgente a la comunidad internacional para no permitir que lugares como el desierto del Sahara o el Mediterráneo se conviertan en “fosas comunes de migrantes”. Insistió en la necesidad de un enfoque holístico para abordar las causas estructurales de la migración irregular, ofreciendo alternativas claras y seguras, como vías humanitarias y oportunidades de empleo y educación en los países de tránsito.
Las agencias de la ONU han instado a los gobiernos a ampliar los programas de reasentamiento y los visados humanitarios, y a mejorar las condiciones para las personas refugiadas en las rutas migratorias. “Debemos ir más allá de las medidas reactivas y desarrollar soluciones integrales que ofrezcan una verdadera esperanza a quienes buscan un refugio seguro”, señaló Liljert.
Con un aumento en el número de mujeres y niños en las rutas, la situación es cada vez más preocupante. La falta de protección efectiva y el abuso generalizado en las rutas hacia Europa resaltan la necesidad de una respuesta internacional más robusta, centrada en los derechos humanos de las personas desplazadas y refugiadas.
A pesar de los esfuerzos por reducir el número de migrantes que cruzan el Mediterráneo, la violencia y el riesgo siguen siendo una constante en sus viajes hacia Europa. La comunidad internacional enfrenta el reto urgente de implementar soluciones que no solo protejan a quienes ya están en movimiento, sino que también ofrezcan alternativas seguras y humanas para aquellos que huyen de la guerra, la persecución y la pobreza extrema.