Sin dudas, el acero es un ingrediente clave de nuestro mundo moderno, que se utiliza en todo tipo de materiales, desde edificios hasta bicicletas y, además, es muy intensivo en CO2. Su producción es responsable de alrededor del 5% de las emisiones de CO2 en la UE y del 7% en todo el mundo. No podemos vivir sin él, pero, ¿cómo podemos vivir con él? A esta pregunta busca dar respuesta una publicación recientemente hecha por el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés). Al respecto, los expertos explican que tenemos que dar saltos -grandes, caros y complicados- para generar enormes beneficios a través del acero ecológico. Simultáneamente, tenemos que dar pasos más pequeños, fáciles y rápidos hacia un acero más ecológico.
Los grandes cambios, como el paso de la iluminación de gas a la eléctrica, pueden tardar décadas en aplicarse e implicar nuevas infraestructuras masivas. Pero las mejoras graduales también pueden tener un gran impacto y, al mismo tiempo, ser sencillas y poco costosas. Un ejemplo es la optimización de la eficiencia de la combustión: cuando se mezcla la cantidad justa de oxígeno con el gas natural, se obtiene la llama azul, caliente y limpia de una estufa moderna, en lugar de la llama amarilla de hollín de un quemador no regulado.
El término "acero verde" se refiere a una forma de producción de acero que busca minimizar el impacto ambiental y reducir las emisiones de carbono. La industria siderúrgica tradicional es una de las principales fuentes de emisiones de dióxido de carbono (CO2) debido al alto consumo de energía y al uso de carbón y coque en el proceso de producción. Sin embargo, el acero es un material esencial en nuestra sociedad y se utiliza ampliamente en la construcción, la fabricación y otros sectores.
El Pacto Verde europeo está impulsando a las industrias a examinar sus procesos y cadenas de suministro para comprender mejor dónde se producen sus emisiones de CO2 y cómo reducir la huella global. La tecnología es un motor clave en este ejercicio, ya que ayuda a las empresas a recopilar los datos que necesitan, no sólo de sus propias operaciones, sino también de las de toda su cadena de suministro. Las empresas necesitan datos para saber que sus pasos las llevan en la dirección correcta.
En este escenario, desde el WEF afirman que para la industria siderúrgica, el mayor salto hacia la ecologización procede de las fuentes de energía y los métodos de producción, con un futuro que mira hacia tecnologías ligeras en carbono, como la producción directa de hierro reducido en carbono (HRD) con hidrógeno, frente a los altos hornos de carbón (AH).
Alrededor del 60% de la producción europea de acero se basa en la producción de hierro AH a partir de mineral de hierro, con lo que una tonelada de acero supone alrededor de 1,9 toneladas de emisiones de CO2. El 40% restante de la producción europea de acero se obtiene a partir de HRD alimentado con gas natural, en algunos casos utilizando chatarra reciclada como materia prima, lo que supone unas emisiones más modestas de entre 1,4 y 0,4 toneladas de CO2 por tonelada de acero. Es importante destacar que este proceso más circular, que utiliza material reciclado, es más ecológico, pero el metal resultante se considera inferior y sólo es apto para determinadas aplicaciones.
Para lograr una siderurgia sostenible, es necesario adoptar prácticas y tecnologías que reduzcan las emisiones de carbono y minimicen el impacto ambiental. Algunas de las estrategias clave para lograr esto son:
Finalmente, la publicación explica que para dar el mayor salto hacia el acero ecológico es necesario sustituir el gas natural por hidrógeno en una planta de HRD. Pero no cualquier hidrógeno: debe ser hidrógeno "verde". Hoy en día, la gran mayoría del hidrógeno se produce en un proceso que utiliza gas natural, lo que se conoce como hidrógeno "gris". Para que una planta de HRD sea realmente ecológica, debe alimentarse con hidrógeno verde, producido mediante electrólisis utilizando agua y electricidad de fuentes renovables, como la eólica y la solar.