Mientras en el mundo haya personas con hambre, habremos fracasado como humanidad. A pesar de todos los avances de las últimas décadas en la lucha contra la desnutrición infantil, 45 millones menores de cinco años en el mundo sufren desnutrición aguda, y las predicciones apuntan a que esta cifra continuará creciendo en los próximos años. Así lo denuncia la ONG Acción contra el Hambre, que, además, advierte que abordar la desnutrición aguda en la infancia es la cara más dramática del hambre: en la actualidad, solo el 20% de los niños y niñas que sufren de desnutrición reciben tratamiento.
Es innegable que, en los últimos 30 años, a nivel global se han logrado enormes avances en la lucha para erradicar el hambre, sin embargo, no es suficiente. Hay que reinventar la forma de luchar contra esta lacra. Ayer, 16 de octubre, se celebró el Día Mundial de la Alimentación, una fecha que nos invita a reflexionar acerca de esta problemática urgente. Para debatir y encontrar nuevas propuestas, Acción contra el Hambre ha impulsado Together Against Hunger (Juntos contra el Hambre), un movimiento que fomenta la solidaridad, formado por expertos, activistas, filántropos, donantes y legisladores comprometidos con la urgencia de tomar acciones clave para acabar con el hambre en el mundo. El primer encuentro ha tenido lugar en Washington los días 12 y 13 de octubre. Se trata de una organización que busca ser innovadora en la búsqueda de soluciones.
Aunque parezca un tema del pasado, lo cierto es que el hambre continúa siendo una de las problemáticas más complejas de nuestros días y a la que aún no le hemos encontrado solución. Si atendemos al número de personas en el mundo que requieren asistencia alimentaria, se observa que este sigue aumentando a un ritmo alarmante. En 2021 ya había 828 millones de personas que padecían hambre (casi el 10% de la población mundial), un incremento de alrededor de 46 millones desde 2020 y 150 millones desde el inicio de la pandemia de la COVID-19, según el último informe de Naciones Unidas. Cifras completamente inaceptables y que deberían ponernos en marcha para cambiarlas.
Por su parte, Oxfam Intermón estima que, de aquí a final de año, es probable que cada 36 segundos una persona muera víctima del hambre en tres países de África Oriental, región muy golpeada por la sequía y cuyas zonas más afectadas se encuentran al borde de la hambruna. La organización internacional ha alertado de que la situación se está deteriorando rápidamente en Somalia, Etiopía y Kenia. En Somalia se está viviendo la peor crisis de hambre que se recuerda. El número de personas que padecen hambre aguda ya supera el de la hambruna de 2011, cuando más de 250.000 personas murieron. Actualmente, casi una de cada seis personas padece hambre extrema en Somalia.
Expertos de Acción Contra el Hambre explican que estas tendencias son el resultado de múltiples factores que se retroalimentan entre sí, que van desde conflictos hasta crisis climáticas, económicas y sanitarias. Todas estas causas están impulsando el hambre hacia formas más complejas e interconectadas que afectan, especialmente, a tres grandes zonas del mundo: la región africana del Sahel, Oriente Medio y Latinoamérica. Para afrontar esta crisis alimentaria global, Naciones Unidas estima necesarios 41 000 millones de euros destinados a ayuda humanitaria, de los que solo un 37’5% ha sido cubierto hasta ahora. Pero si tomamos como referencia la última década, podremos comprobar que la financiación humanitaria ha disminuido un 27% (informe “The Hunger Funding Gap”, publicado por Acción contra el Hambre).
Detrás de los números hay personas que sufren en carne propia la injusticia de la desigualdad. Pero también el dolor de la inacción, porque los datos están ahí y los responsables políticos poco están haciendo para transformarlos. Asumir el desafío de acabar con el hambre requiere, además de financiación, de innovación. En el Día Mundial de la Alimentación Together Against Hunger pone el foco en la importancia de idear estrategias novedosas como medio para reducir las cifras del hambre: por un lado, en la necesidad de realizar diagnósticos más sencillos -el diagnóstico es la entrada al tratamiento- y, por otro, en la mejora de los accesos a los tratamientos, empoderando a todos los agentes comunitarios.
Hoy más que nunca necesitamos soluciones globales ante las crisis mundiales. Apuntando a mejorar la producción, la nutrición, el medio ambiente y la calidad de vida en general podemos transformar los sistemas agroalimentarios y avanzar hacia la implementación de soluciones sostenibles y holísticas que consideren el desarrollo a largo plazo, el crecimiento económico inclusivo y una mayor resiliencia. “Hay que simplificar los protocolos de tratamiento, buscar alternativas a los productos nutricionales y seguir empoderando a los agentes comunitarios no sanitarios, algo que nos permita salir de los enfoques tradicionales”, concluye el director de i+D+I de Acción contra el Hambre, Amador Gómez.