El clima no está cambiando. Ya lo ha hecho. Y las consecuencias que esto ha traído son múltiples y ninguna es positiva. El informe “Hambre y calentamiento global” elaborado por Oxfam Inntermón afirma que el cambio climático está agravando el hambre de millones de personas en todo el mundo. Concretamente, en los últimos 50 años, los fenómenos meteorológicos extremos se han multiplicado por cinco, y han destruido hogares, diezmado medios de vida, exacerbado los conflictos y desplazamientos, y profundizado las desigualdades. En este escenario, los expertos denuncian que los 10 países más afectados por el cambio climático han sufrido un incremento del 123% del hambre severa en los últimos seis años. Se trata de los países que han sumado un mayor número de llamamientos de emergencia de Naciones Unidas asociados a fenómenos meteorológicos extremos.
Sin dudas, es un problema complejo: la emergencia climática y la in justicia social son dos caras de una misma moneda, aunque muchas veces no se plantee de ese modo. Las causas del hambre son profundamente complejas, pero los conflictos y los problemas económicos, entre ellos los derivados de la COVID-19, siguen siendo determinantes. No obstante, el agravamiento de estos nuevos fenómenos meteorológicos, cada vez más extremos, está reduciendo la capacidad de las personas pobres, especialmente de las que viven en países de renta baja, para escapar del hambre y hacer frente a la siguiente crisis.
Oxfam ha analizado los 10 “puntos críticos” más afectados por el cambio climático en el mundo, es decir, los que han sumado un mayor número de llamamientos de las Naciones Unidas asociados a catástrofes climáticas desde el año 2000: Somalia, Haití, Yibuti, Kenia, Níger, Afganistán, Guatemala, Madagascar, Burkina Faso y Zimbabue. Concretamente, en la actualidad, 48 millones de personas se encuentran en situación de hambre severa en estos países, frente a los 21 millones de personas de 2016. De ellas, 18 millones están al borde de la hambruna. En el informe se resumen algunos ejemplos:
- Somaliase enfrenta a la peor sequía registrada, y se prevé que la hambruna se manifieste en dos de los distritos del país, Baidoa y Burhakaba. Un millón de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares debido a la sequía. El país ocupa el puesto 172 de 182 países clasificados según su preparación para hacer frente al cambio climático.
- En Kenia, la actual sequía se ha cobrado la vida de casi 2,5 millones de cabezas de ganado y ha hecho que 2,4 millones de personas estén pasando hambre, entre ellas cientos de miles de niños y niñas en situación de desnutrición aguda.
- En Níger, 2,6 millones de personas sufren hambre severa en este momento (lo cual supone un incremento del 767 % respecto a 2016). La producción de cereales se ha desplomado en casi un 40 %, ya que los fenómenos meteorológicos extremos, unidos a los incesantes conflictos, dificultan cada vez más las actividades agrícolas. Si el calentamiento global supera los 2°C, la producción de alimentos básicos como el mijo y el sorgo podría desplomarse hasta un 25 % más.
- Burkina Fasoha sufrido un alarmante incremento del hambre, que ha aumentado en un 1350% desde 2016, con más de 3,4 millones de personas en situación de hambre extrema en junio de 2022, a causa del conflicto armado y del agravamiento de la desertificación de las tierras de cultivo y pastoreo. Si el calentamiento global supera los 2ºC, la producción de cereales como el mijo y el sorgo podría reducirse entre un 15 % y un 25 %.
- En Guatemala, una grave sequía ha contribuido a la pérdida de casi el 80 % de la cosecha de maíz, y ha arrasado las plantaciones de café.
En palabras de Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional: "El cambio climático ya no es una bomba de relojería: está explotando ante nuestros ojos. Está provocando que los fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías, los ciclones y las inundaciones – que se han multiplicado por cinco en los últimos cincuenta años – sean más frecuentes y letales.”
Si bien es innegable que la emergencia climática nos afecta a todos, el efecto es diferente en cada país. En algunas regiones las condiciones previas y los recursos son más, para hacerle frente a esta problemática. Una de las conclusiones que se desprenden del informe de Oxfam es que la oleada de desastres climáticos supera con creces la capacidad de las personas pobres para hacerles frente, sumiéndolas aún más en una situación de hambre extrema. El hambre derivada de los efectos del cambio climático es una clara muestra de la desigualdad mundial. Y la injusticia es doble, porque, paradójicamente, los países menos responsables de la crisis climática son no solo los que están sufriendo más sus efectos, sino los menos preparados para hacerles frente y los menos responsables. En conjunto, los 10 puntos críticos del cambio climático que enumera la publicación generan tan solo el 0,13% de las emisiones mundiales de carbono, y todos ellos se encuentran entre el tercio de países menos preparados para hacer frente al cambio climático. Por el contrario, advierten los expertos, los países industrializados y contaminantes como los del G20 - que controlan el 80 % de la economía – son responsables, en conjunto, de más de tres cuartas partes de las emisiones mundiales de carbono.
¿Un problema sin solución?
Pero no se trata de un problema sin solución, más bien estamos frente a un conflicto que muchos elijen no ver. Abordar los complejos factores causantes del hambre, así como las desigualdades subyacentes, requiere de distintas medidas de carácter colectivo que contribuyan a acabar con las injusticias que están agravando la creciente crisis alimentaria, y a construir sistemas alimentarios más resilientes al cambio climático y que estén al servicio de todas las personas. En este sentido, el informe denuncia que los dirigentes de estos países siguen apoyando a las riquísimas empresas contaminantes que, en muchos casos, proporcionan un importante apoyo a sus campañas electorales. El promedio diario de los beneficios obtenidos por las empresas de hidrocarburos en los últimos cincuenta años asciende a 2.800 millones de dólares estadounidenses. Los beneficios obtenidos por estas empresas en menos de 18 días bastarían para financiar la totalidad de los llamamientos humanitarios de Naciones Unidas en 2022, cuyo coste asciende a 49.000 millones de dólares. El documento defiende que la actual inacción frente a la crisis climática está perpetuando una dinámica de dependencia de un sistema de ayuda humanitaria que no ha sido diseñado para dar respuesta a crisis cíclicas de tal magnitud y recurrencia, ni está dotado de los recursos necesarios para hacerlo. Además, advierte que, si no se abordan las injusticias subyacentes a la crisis climática, la situación empeorará mucho más.
Son necesarios cambios significativos en las políticas a fin de hacer frente a la doble crisis del cambio climático y el hambre. Si no se adoptan medidas inmediatas y de alcance masivo, la creciente espiral de hambre no se detendrá. "No podemos solucionar la crisis climática sin corregir las desigualdades estructurales de nuestros sistemas alimentario y energético. Aumentar los impuestos de los más contaminantes podría cubrir fácilmente los costes. Tan solo el 1 % del promedio de beneficios anuales de las empresas de hidrocarburos generaría 10.000 millones de dólares, una cantidad que bastaría para cubrir la mayor parte del déficit del llamamiento global de seguridad alimentaria lanzado por las Naciones Unidas", dice Butcher.
Asimismo, la cancelación de la deuda puede contribuir a que los Gobiernos liberen recursos para invertir en la mitigación del cambio climático. "Los países más ricos y contaminantes tienen la responsabilidad moral de compensar a los países de renta baja más afectados por el cambio climático. No es caridad: es una obligación ética", concluye la referente de Oxfam.
Finalmente, en vísperas de las reuniones de la Asamblea General de las Naciones Unidas esta semana, y de la COP27 que se celebrará en noviembre, el documento insta a las y los líderes de los países ricos y contaminantes a cumplir con sus compromisos de reducción de emisiones y afirma que son ellos quienes deben financiar las medidas de adaptación y las pérdidas y daños en los países de renta baja, además de inyectar de manera inmediata los fondos necesarios para financiar el llamamiento de las Naciones Unidas, a fin de dar una respuesta absolutamente vital en los países más afectados. En esta línea los investigadores reclaman a los responsables políticos:
- Proporcionar una asistencia vital para abordar de forma inmediata la crisis alimentaria en estos puntos críticos del cambio climático.
- Garantizar una financiación climática suficiente y anticipada que ayude a las personas afectadas a adaptarse, prepararse y hacer frente al próximo desastre climático.
- Compensar a los países más afectados por todas las pérdidas que ya han sufrido a causa de la crisis climática.
- Reducir los futuros efectos del cambio climático presentando planes de reducción de emisiones realistas que mantengan el calentamiento global por debajo de los 1,5ºC