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Actualmente, el 12,5% de la población mundial es migrante. Situación que se ha agravado en el último tiempo tras el conflicto bélico en Ucrania. Un nuevo estudio la Organización Mundial de la Salud, publicado recientemente, alerta sobre la el difícil acceso a la salud de la población migrante y afirma que urge a una acción coordinada para que esas personas cuenten con servicios de salud adecuados. Se trata de un derecho humano fundamental que los Estados no pueden negar.

El lugar de nacimiento no puede condicionar el acceso a un derecho fundamental como es la salud. Un informe recientemente publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia que millones de refugiados y migrantes viven en situación de vulnerabilidad y tienen peor salud que la población de sus países de acogida, sobre todo cuando sus condiciones de vida y de trabajo son deficientes. Los expertos afirman que, en el mundo de hoy, una de cada ocho personas, o 12,5% de la población global, es migrante, es decir, hay casi mil millones de personas que viven en un país diferente al propio, pero esto no se refleja en los servicios de salud a los que tienen acceso.

La historia de nuestra humanidad está marcada por la migración. Se trata de una constante a lo largo del tiempo. Por elección o por necesidad, el desplazamiento es parte de la vida de las personas independientemente de las causas, el contexto, el origen o la situación que las llevan a emigrar. Las personas que se desplazan de un Estado a otro deben poder gozar acceder a sus derechos al igual que el resto. Parece una obviedad, pero ciertamente no lo es.

Las personas cruzan las fronteras por diversas razones, desde huir de desastres naturales, conflictos y un clima cambiante hasta buscar mejores perspectivas económicas, experiencias culturales y educación. A pesar de que estos movimientos son, en gran medida, predecibles, el mundo también puede verse falto de preparación para gestionarlos, como lo ha demostrado la pandemia de COVID-19. La salud es un derecho de todos los seres humanos en todas las circunstancias. La pandemia ha demostrado que los sistemas de salud son una pieza fundamental para el funcionamiento de un país, y estos no pueden ser selectivos. Los derechos humanos no dependen de un pasaporte. O al menos no deberían.

El informe de la OMS destaca el cambio climático y el aumento de los conflictos como los principales factores de la migración en este momento, y detalla que el impacto del calentamiento global antropogénico afecta ya el 80% de la superficie del planeta, donde vive el 85% de la población mundial, agregando que las proyecciones indican que 200 millones de personas más se verán obligadas a desplazarse de aquí a 2050. En este contexto, los expertos de la agencia sanitaria plantean que el desplazamiento y la migración son determinantes clave de la salud de los refugiados y los migrantes, y que también afectan a las poblaciones de los países a lo largo de la ruta migratoria.

Claramente, las necesidades de salud cruzan las fronteras y no entienden de nacionalidades. La agencia señala que, si bien muchos refugiados y migrantes gozan de una salud relativamente buena, entre ellos también hay niños y ancianos, personas con discapacidades e individuos cuya salud ha sido afectada por el viaje o las condiciones en su país de origen. Otros pueden enfermarse en el país de acogida, tener hijos o lesionarse en el trabajo, añade. Al respecto el estudio explica: “Estas necesidades de salud cruzan las fronteras, pero muchos países restringen la cobertura de salud dependiendo de la situación migratoria, por lo que el seguro médico y los servicios de salud pueden ser limitados y los gastos directos por los servicios que no son de emergencia pueden ser prohibitivos”. No obstante, la OMS afirma que el problema se puede resolver abordando las desigualdades en la atención a los refugiados y los migrantes y tomando medidas para atajar las causas que influyen negativamente en su salud, como la falta de educación sanitaria o de servicios adecuados para la edad, el sexo y la situación migratoria de cada persona.

Finalmente, la publicación indica que es preciso reorientar los sistemas de salud para que todos sus servicios y programas atiendan a los refugiados y los migrantes, ajustándose a los principios de la atención primaria y la cobertura sanitaria universales. Para este propósito, se necesita que los países, las instituciones y los investigadores implementen con celeridad las medidas e inversiones que hagan falta para supervisar y mejorar la salud de los migrantes, de conformidad con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que pugnan por promover la salud, proteger a la población de las enfermedades y centrarse en las personas más vulnerables y desatendidas. “La salud no comienza ni termina en las fronteras de los países, pero los servicios de salud y las protecciones sociales sí: la salud pública debe incluir a los refugiados y los migrantes”, enfatiza la Organización Mundial de la Salud.

 

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