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Ayer, 26 de mayo, en el marco del evento “Por una transición ecológica en igualdad”, organizado por SUST4IN y del cual Diario Responsable ha sido media partner, se presentó el informe “¿Por qué el Pacto Verde Europeo tiene que ser ecofeminista?” elaborado por EEB (Oficina Europea del Medio Ambiente) y la ONG wecf (Women Engage for a Common Future). El objetivo del presente estudio es sumar voces críticas al debate público y lanzar recomendaciones en relación con las políticas y prácticas europeas en materia medioambiental y climática. El documento indaga, entre otras cosas, acerca de cómo trasladar el ecofeminismo a las políticas medioambientales y destaca la importancia central de vincular la igualdad de género y la acción medioambiental en Europa.
Por la inclusión de una perspectiva de género transformadora en las políticas verdes

En los últimos años, los movimientos ecologistas y feministas europeos han recabado un apoyo cada vez mayor. El desarrollo de nuevos paradigmas que incorporan la sostenibilidad de la vida como categoría central está impactando en la agenda pública. Las teorías y prácticas ecofeministas han vuelto a ser objeto de atención y las mujeres se movilizan en contra de la energía nuclear y la destrucción de la naturaleza o para exigir que se aplique un enfoque feminista a la planificación urbana.

En este contexto, el Pacto Verde Europeo —como principal marco político de la actual Comisión Europea— y la nueva Estrategia de Igualdad de Género de la Unión Europea son señales claras de que tanto la protección del medioambiente como la igualdad de género ocupan un lugar destacado en la agenda de la Comisión von der Leyen. Si bien esto no es nuevo y ya en el Tratado de Lisboa se establece la obligación de incluir la perspectiva de género en la formulación de las políticas y de que las interrelaciones entre la igualdad de género y los desafíos medioambientales en Europa y en el mundo ya están de sobra demostradas, las políticas europeas de medioambiente y de género siguen estando muy aisladas entre sí, con escasa consideración del análisis de género también en los últimos desarrollos políticos relacionados con la transición hacia la sostenibilidad.

Con el objetivo de sumar voces críticas a este debate público, ayer, 26 de mayo, en el marco del evento “Por una transición ecológica en igualdad”, organizado por SUST4IN y del cual Diario Responsable ha sido media partner,  se presentó el informe “¿Por qué el Pacto Verde Europeo tiene que ser ecofeminista?”  elaborado por EEB (Oficina Europea del Medio Ambiente) y la ONG wecf (Women Engage for a Common Future). La investigación parte de la premisa de que es indispensable introducir la variable interseccional del género a la hora de analizar la cuestión medioambiental y sus políticas públicas.

Así, el informe analiza varios aspectos de la vinculación entre la igualdad de género y la acción medioambiental en el viejo continente. En primer lugar, las y los expertos afirman que los impactos ambientales están condicionados por el género. Por ejemplo, los hombres generan en promedio entre un 8 y un 40 % más de emisiones que las mujeres, principalmente debido a su comportamiento en materia de movilidad y alimentación. Por su parte, las mujeres tienden a elegir opciones de movilidad más sostenibles y presentan patrones de viaje diferentes, con desplazamientos más cortos y frecuentes, mientras que los servicios de transporte público suelen basarse en los desplazamientos directos de los hombres al trabajo. Como el poder económico sigue estando distribuido de manera desigual, la pobreza energética también afecta desproporcionadamente a las mujeres, y al mismo tiempo es probable que los hogares a cargo de mujeres dispongan de menos recursos para invertir en soluciones sostenibles. Como consecuencia de las normas sociales, los estándares de belleza, las profesiones condicionadas por el género y los factores biológicos, las mujeres se ven notablemente más expuestas a las sustancias químicas presentes en cosméticos o productos de limpieza, entre otras.

En segundo lugar, el estudio advierte que las mujeres con distintos niveles de marginación, por ejemplo, las mujeres racializadas, las jóvenes, las mujeres con discapacidades y las de género no conforme, se enfrentan a discriminaciones interseccionales. Son más vulnerables a los problemas medioambientales y a los efectos del cambio climático, y están en riesgo de quedarse atrás en la transición ecológica. Los estereotipos, la cultura sexista y violenta en el trabajo y el racismo estructural son algunos de los factores que explican su situación.

De este modo, el informe advierte que las políticas del Pacto Verde Europeo analizadas continúan aplicando, en su mayoría, una perspectiva androcéntrica. Además de ignorar la perspectiva de género, el androcentrismo supone que el modelo masculino es el punto neutro y objetivo que deben tomar como referencia las políticas. Y, dado que las políticas europeas no funcionan de manera aislada, existe un riesgo considerable de que reproduzcan las desigualdades y la discriminación existentes en nuestra sociedad. Por ejemplo, el estudio cita el siguiente caso: desde el Mecanismo para una Transición Justa —la principal herramienta del Pacto Verde Europeo para garantizar que la transición sea equitativa—, se destinan fondos para la transición de los trabajadores del carbón hacia las industrias verdes. Aunque es cierto que las zonas donde predominan industrias marrones necesitan un apoyo fuerte para la transición, es probable que el funcionamiento actual del mecanismo acabe beneficiando principalmente a los hombres de las regiones mineras del carbón, en lugar de llevar a cabo un análisis más en profundidad para determinar qué grupos sociales requieren una atención específica en el marco de la transición.

A partir de estas conclusiones, el documento propone una lista de medidas (no exhaustivas) que pueden contribuir a una transición inclusiva, justa desde el punto de vista del género, pertinente en su impacto y más eficaz hacia un futuro neutro en carbono y sostenible para todas y todos. Algunas de las más destacadas son:

  • Es urgente incorporar la igualdad de género a los objetivos de las políticas medioambientales. Este debería ser un prerrequisito para la coherencia de las políticas, teniendo en cuenta el carácter transversal tanto del medioambiente como de la igualdad de género y atendiendo a las disposiciones en materia de transversalización del género establecidas en los tratados europeos.
  • La UE tiene el deber de desafiar los sistemas de opresión vigentes en la actualidad y de redefinir las normas sociales, económicas y políticas de manera que sean válidas para todas las personas y el planeta. La crisis medioambiental y social, incluidas las alarmantes desigualdades de género a las que nos enfrentamos en Europa y en todo el mundo, tienen su origen en el capitalismo sin límites, el patriarcado y el racismo.
  • La UE debe adoptar un marco interseccional para las políticas medioambientales con el fin de beneficiar a toda la ciudadanía europea por igual y fomentar el interés y la aceptación de cara a la transición. Este marco interseccional debe analizar cómo las características sociales se cruzan entre ellas para finalmente dar lugar a experiencias únicas de discriminación, al igual que ocurre con las causas estructurales, históricas e institucionales de tales discriminaciones.
  • La UE debería aplicar un concepto más holístico de sostenibilidad para la transición verde, que incluya las dimensiones medioambiental, económica y social al mismo nivel y la justicia de género más específicamente.
  • La UE debe replantear sus objetivos políticos de base, y abandonar la fijación en el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para orientarse más hacia el bienestar, partiendo del reconocimiento del carácter central de la economía de los cuidados y de las lecciones aprendidas de la crisis de la COVID-19. A modo de ejemplo, cabría sustituir el PIB como indicador global de la prosperidad por otros indicadores más adecuados de medición del bienestar, los derechos humanos, la lucha contra las desigualdades basadas en el género y otras discriminaciones sociales y económicas, la protección del medioambiente y el clima.
  • El derecho a los cuidados debería ser reconocido como un derecho fundamental en la UE. Como quedó de sobra demostrado durante la pandemia de COVID-19, los cuidados remunerados y no remunerados son un elemento fundamental para la cohesión de nuestras sociedades. Los Estados miembro deben priorizar el acceso a servicios públicos de cuidados inclusivos y de calidad mediante la asignación de inversiones y la adopción de legislación.
  • La Unión Europea debería desarrollar y financiar iniciativas de sensibilización sobre género y medioambiente.
  • La UE, a través de Eurostat y el Instituto Europeo para la Igualdad de Género, debería recopilar datos desglosados sobre una amplia gama de características socioeconómicas como el sexo, la edad, la discapacidad, la orientación e identidad sexual, la identidad de género y la raza, y aplicar un análisis interseccional.
  • La Comisión Europea debería aplicar sistemáticamente la transversalización del género en la presupuestación y la fiscalidad verdes.
  • La Comisión Europea debería destinar financiación de los programas de investigación (por ejemplo, a través de Horizonte Europa) a un mejor estudio de las interrelaciones entre género y medioambiente dentro de la UE.
  • La Comisión Europea debería transversalizar el género en las actuales evaluaciones de impacto de las políticas medioambientales, con el fin de explorar las implicaciones no deseadas en términos de igualdad de género y desarrollar políticas sensibles al género.

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