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Aunque parezca impensado, aún hoy, en pleno siglo XXI, el hambre sigue azotando a más de 800 millones de personas, mientras el mundo desperdicia casi el 20% de los alimentos que produce. Naciones Unidas advierte que resulta urgente combatir esta práctica que, paradójicamente, no es exclusiva de los países ricos.
Mientras millones de personas padecen hambre, el desperdicio de alimentos no cesa

De acuerdo con datos de la La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 931 millones de toneladas de alimentos, que representan el 17% de la producción total en 2019 acabaron en la basura de las familias, los comercios minoristas, los restaurantes y otros actores del rubro de la alimentación. En tanto, 811 millones de personas padecen hambre y 132 millones enfrentan inseguridad alimentaria y nutricional hoy debido a la pandemia de COVID-19. ¿Paradójico verdad?

Mientras en el mundo millones de personas no tienen anda para comer, al mismo tiempo, comida se tira diariamente. En términos de dinero, la pérdida de alimentos anual se estima en 400.000 millones de dólares. Ante la falta de alimentos, el hambre y la desnutrición que afectan a todos los países del mundo, la FAO hace un llamado urgente a reducir la cantidad de alimentos que se desperdician diariamente.

Si bien la problemática del hambre no se resolvería de manera estructural únicamente mediante el aprovechamiento más eficiente de los recursos y del alimento sobrante, sin dudas, estoy ayudaría a transformar esta realidad. La reducción de la pérdida y el desperdicio de comida, afirman representantes de Naciones Unidas, podría contribuir a lograr la seguridad alimentaria, mejorar la calidad de los alimentos y disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. La agencia de la ONU para la alimentación urge combatir esa práctica, que no es exclusiva de los países ricos, como piensa mucha gente.

Hoy, 29 de septiembre, se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, y es una fecha ideal para tomar conciencia sobre el tamaño de esta problemática. Asimismo, la ONU recalcó que los alimentos que no se consumen suponen un desperdicio de recursos como la tierra, el agua, la energía, el suelo, las semillas y otros insumos utilizados para su producción.

Los beneficios que se obtendrían mundialmente si esta porblemática puede resolverse serían múltiples: reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos mejoraría los sistemas agroalimentarios, ayudaría a lograr la seguridad alimentaria y a garantizar la calidad de los alimentos, lo que se reflejaría en la nutrición. Además, contribuiría significativamente a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y de la presión sobre los recursos terrestres y hídricos.Es por esto, que la FAO urgió a acelerar las acciones que conduzcan al logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, que se refiere a asegurar el consumo sostenible y a reducir a la mitad el desperdicio de alimentos global per cápita para 2030.

Finalmente, cabe destacar que, contrariamente a lo que se piensa globalmente, el desperdicio de alimentos no es una problemática que solamente ocurre en los países ricos. Más bien todo lo contario, en los estados co ingresos medios y bajos esto también es una realidad de compleja solución.  La directora adjunta de Desarrollo Económico y Social de la FAO explicó en una conferencia de prensa en Ginebra que el problema del desperdicio de alimentos es mundial y que no se limita a las naciones ricas.

Al respecto Nancy Aburto sostuvo que: “La inseguridad alimentaria, el hambre y la desnutrición afectan a todos los países del mundo, ninguno está exento. Unos 811 millones de personas sufren hambre; 2000 millones tienen deficiencias de micronutrientes, es decir, deficiencias de vitaminas y minerales; y millones de niños padecen retraso del crecimiento y emaciación, formas mortales de desnutrición”.

La funcionaria advirtió que, debido a su alto costo, las dietas saludables están fuera del alcance de la gran mayoría de las personas de todas las regiones del mundo, incluida Europa. Asimismo, afirmó que los países necesitan adoptar herramientas innovadoras para reducir el desperdicio, y citó como ejemplo los nuevos empaquetados que pueden prolongar la vida útil de muchos alimentos o las aplicaciones para teléfonos inteligentes que acercan a los consumidores y a los productores, acortando el tiempo entre la cosecha y el consumo del alimento.

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