Aunque parezca inverosímil, aún hoy, en pleno siglo XXI, cada día mueren personas por no tener algo para comer. El hambre sigue siendo uno de los grandes flagelos de nuestro tiempo. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la población afectada por una crisis alimentaria ha aumentado de manera exponencial en los últimos diez años y ha alcanzado a 155 millones de personas en 55 países en 2020. Actualmente, más de 41 millones de personas enfrentan emergencias por inseguridad alimentaria y corren el riesgo de padecer hambruna a menos que reciban asistencia inmediata.
Si bien diversos organismos multilaterales y de cooperación orientan sus esfuerzos en mitigar esta situación, evidentemente, es aún insuficiente. Aunque los recursos humanitarios destinados al sector alimentario se han incrementado cerca de 30% de 2016 a 2019, siguen siendo insuficientes para ayudar a las comunidades rurales vulnerables a fortalecer su resiliencia ante las catástrofes.
Ante este escenario complejo y, sobre todo, injusto, expertos de la FAO explican que los adelantos en el campo tecnológico y de los datos permiten prever muchas catástrofes antes de que se desaten y causen sufrimiento a las personas, exhortando a todos los países a utilizar masivamente estas herramientas para prevenir la inseguridad alimentaria.
En este sentido, se trata de prever las crisis y actuar para atajarlas antes de que estallen, en lugar de tratar de remar contracorriente una vez que la desgracia ha ocurrido es más eficaz tanto desde el punto de vista humanitario como desde el del costo económico de una respuesta a las emergencias, argumentó la agencia especializada.
Al respecto, el director de Emergencias y Resiliencia de la FAO subrayó ante la Asamblea General de la ONU que es imperativo innovar e invertir de forma “más sabia y eficiente” en el rubro agrícola y alimentario. “El avance de la tecnología y los datos nos da las herramientas para entender y pronosticar mejor las crisis y sus repercusiones”, recalcó Rein Paulsen, instando a valerse de esos medios.
Cabe destacar que las medidas preventivas son el eje del accionar de la agencia de Naciones Unidas. La FAO invirtió en el último año 250 millones de dólares en medidas preventivas como la intervención temprana para contener la plaga de langostas del desierto que se alimentan de cultivos y pastos en África oriental, una provisión que busca salvaguardar la seguridad alimentaria de 40 millones de personas y evitar pérdidas por valor de casi 2000 millones de dólares.
Otro ejemplo de prevención es el caso de Colombia, donde la FAO utilizó los datos de socios de la ONU y el gobierno para prever los crecientes flujos migratorios de Venezuela a la zona fronteriza. Tras prever que las comunidades colombianas no tendrían capacidad de producir alimentos suficientes para el creciente número de personas que estaba llegando, la agencia proporcionó semillas y herramientas a las familias vulnerables a fin de impulsar la producción alimentaria con antelación.
Así, el director de Emergencias insistió en que la acción preventiva es extremadamente urgente y recalcó que ésta se fundamenta en las previsiones. Detalló que abarca desde las transferencias monetarias que permiten a las personas protegerse y proteger a sus animales, hasta la asistencia a los pescadores para que pongan a buen recaudo sus embarcaciones y artes cuando se avecina una tormenta; así como los equipos de horticultura doméstica con el fin de ayudar a las familias en zonas de guerra a producir alimentos más cerca del hogar antes de que el conflicto escale.