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La innovación es una prioridad política en toda la Unión Europea que puede aportar muchos beneficios a la sociedad, pero también genera impactos que a menudo no se tienen en cuenta. Sin dudas, la innovación tecnológica es un importante motor del cambio hacia la tan anhelada sostenibilidad, pero, ¿a qué costo? Un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) analiza cómo la innovación puede responder a los retos de la sostenibilidad y de qué manera Europa debe buscar soluciones que se complementen con la tecnología. Los expertos sostienen que los retos de la sostenibilidad requieren, además de la tecnología, prácticas sociales novedosas y un cambio cultural e institucional para generar transformaciones realmente estructurales.
La tecnología (sola) no nos salvará

La innovación tecnológica pareciera ser la solución a todo: problemas medioambientales, sociales, económicos y hasta políticos. Si bien es cierto que esta aporta importantes transformaciones a nuestras sociedades contemporáneas, es importante reflexionar acerca de sus limitaciones. El informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) "Con las personas y para las personas: Innovar para la sostenibilidad" publicado hoy, 9 de septiembre, reflexiona sobre cómo la innovación social y tecnológica podría contribuir a crear sociedades más sostenibles evitando los problemas medioambientales de origen tecnológico y provocados por el hombre, y cambiando el énfasis de las soluciones impulsadas por la tecnología a las impulsadas por las personas. Los nuevos mecanismos de gobernanza y el equilibrio entre la experimentación y la precaución pueden canalizar el potencial de los distintos tipos de innovación hacia la sostenibilidad.

El informe de la AEMA aboga por una gobernanza de la innovación que permita a los ciudadanos y a las sociedades participar y comprometerse en un cambio positivo y transformador que vaya más allá de las elecciones de los consumidores. La pregunta que ha impulsado la investigación fue: ¿Cómo puede la sociedad orientar sus sistemas de innovación para que sean lo suficientemente abiertos como para dar rienda suelta a la creatividad humana y, al mismo tiempo, evitar los problemas medioambientales provocados por la tecnología?

Nada fácil de responder. No existen soluciones mágicas y el informe tampoco las tiene, pero si propone algunas claves interesantes para la reflexión. En este sentido, afirma que la sociedad está experimentando un rápido cambio y este ritmo del cambio y la velocidad de la innovación también se están acelerando, como indica la adopción masiva de productos y servicios innovadores y la generalización de una cultura impulsada por la tecnología. Estos cambios se están produciendo a un ritmo sin precedentes y a una escala que conlleva tanto importantes oportunidades como grandes retos para la sostenibilidad.

La innovación y la novedad son los principios rectores de la nueva estrategia industrial de la UE y una de las fuerzas que impulsan el Pacto Verde Europeo. Sin embargo, el documento plantea que el problema está en que no podemos conocer de antemano los resultados e impactos de los procesos de innovación.  Al respecto, afirma que la innovación puede provocar un cambio gradual que puede orientarse hacia los resultados deseados, pero también puede provocar un cambio disruptivo y consecuencias imprevistas. Las innovaciones tecnológicas también pueden provocar bloqueos y dependencia del camino, cuando la adopción a gran escala de una tecnología requiere el desarrollo de infraestructuras, influye en la organización del mercado y afecta al orden social.

Está claro que la innovación tiene un enorme potencial para transformar la sociedad. Pero las fuerzas del mercado y las políticas públicas no han logrado, hasta ahora, canalizar ese potencial hacia la sostenibilidad, explican los expertos de la AEMA. Cada vez se tiene más la sensación de que se invierte demasiado capital humano y financiero en la creación de productos activamente perjudiciales (por ejemplo, armas sofisticadas o instrumentos financieros) en lugar de abordar los retos más importantes de la sociedad. Además, continúa el informe, con demasiada frecuencia, los intereses de la sociedad quedan marginados en los procesos de innovación impulsados por el mercado.

El mensaje es claro: la tecnología por sí sola no nos salvará. La investigación pone de manifiesto que muchas cuestiones relacionadas con la sostenibilidad revelan los retos que surgen en la interfaz de múltiples ámbitos políticos (por ejemplo, la agricultura, la industria, la economía y el medio ambiente), lo que da lugar tanto a sinergias como a tensiones entre los distintos objetivos. Por ejemplo, la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero puede entrar en conflicto con la creciente demanda de energía. En estos casos, a menudo se recurre a la innovación con la promesa de una solución beneficiosa para todos que supere las tensiones creadas por objetivos políticos contradictorios pero igualmente legítimos, independientemente de si la innovación funciona o no. En este caso, el peligro es doble: el imaginario de la innovación tecnológica puede ocultar la necesidad de un debate político y social y justificar los modelos de siempre disfrazados de soluciones verdes y sostenibles.

Estamos ante una encrucijada, sostiene el informe. Por un lado, la innovación puede traer importantes beneficios sociales, pero, por el otro, no podemos prever sus consecuencias negativas en algunos casos. Aunque muchas tecnologías impulsadas por la sostenibilidad prometen resultados positivos, las consecuencias de las innovaciones tecnológicas son difíciles de asber de antemano. Dado que no son lineales, las "soluciones" tecnológicas a problemas complejos (por ejemplo, el cambio climático) pueden tener consecuencias imprevistas cuando se amplían al nivel del sistema (por ejemplo, el cambio indirecto del uso de la tierra, la pérdida de biodiversidad y el aumento de la competencia por la tierra resultante de la producción de biocombustibles). Por esta razón, es necesario un enfoque sistémico para estudiar la innovación y sus consecuencias.

Así, el estudio concluye que es necesario desplegar la investigación y la innovación de manera responsable. Lo cual implica que los actores sociales (investigadores, ciudadanos, responsables políticos, empresas, organizaciones del tercer sector, etc.) trabajen juntos durante todo el proceso de investigación e innovación para alinear mejor tanto el proceso como sus resultados con los valores, necesidades y expectativas de la sociedad. En concreto, la investigación propone cuatro dimensiones que son fundamentales para anclar la investigación y la innovación responsables en la práctica: anticipación, reflexividad, inclusión y poner en el centro a las personas. De lo contrario, argumentan los expertos, sin una estrecha interacción entre la innovación tecnológica y la social, es probable que la alineación entre las agendas de innovación y los retos y preocupaciones sociales (y medioambientales) siga siendo superficial. Los retos de la sostenibilidad requieren, además de la tecnología, prácticas sociales novedosas y un cambio cultural e institucional, incluso en las instituciones que rigen la innovación.  

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