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En total, 108 países cuentan con una ley de productos orgánicos, aunque en diferentes grados de aplicación. Según un artículo publicado por BBVA, esta normativa tiene por objetivo regular la producción y la cadena de suministro para proteger el medioambiente, controlar los insumos y fomentar la agricultura y la ganadería sostenible.
¿Qué son las leyes de productos orgánicos sostenibles?

La consciencia medioambiental ha crecido de manera exponencial en el mundo entero. De la mano de estas modificaciones culturales, la alimentación también ha ido modificándose. Así, según un artículo publicado por BBVA, la demanda de alimentos orgánicos ha crecido en el mundo entero. El estudio ‘The World of Organic Agriculture 2021’ del FiBL (Instituto de Investigación Orgánica, uno de los principales centros de información e investigación de agricultura ecológica en el planeta) e IFOAM Organics International (Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica) advierte que el mercado global alcanzó 106.000 millones de euros en 2019.

De acuerdo con el estudio ‘The World of Organic Agriculture 2021’, en 2019 los mercados especializados en este sector mostraron altas tasas de crecimiento, en especial en Francia, con un incremento superior al 13%. Los consumidores daneses y suizos fueron los que más gastaron en productos orgánicos, 344 y 338 euros respectivamente. Y Dinamarca despuntó al registrar la mayor cuota de este tipo de alimentos, el 12,1% del total.

A finales de 2019 la cifra de productores orgánicos registrados alcanzó 3,1 millones: India, Uganda y Etiopía lideraron la lista de las naciones con un mayor número, la mayoría certificados en grupos de acuerdo con sistemas de control internos en cada país. Sin embargo, esto no se correlaciona necesariamente con la existencia de legislación. Por ejemplo, India la tiene, pero Etiopía no la ha implementado totalmente y Uganda ni siquiera la ha desarrollado aún.

En cuanto a los países que más hectáreas dedican a la producción orgánica, Australia, Argentina y China están en cabeza. Por continentes, Oceanía lidera en superficie de tierras de cultivo (36 millones de hectáreas), seguida de Europa (16,5 millones de hectáreas) y América Latina (8,3 millones de hectáreas). En total, 16 países dedican un 10% o más de sus tierras de cultivo a la producción orgánica.A raíz de este creciente interés, es que cada vez más países buscan legislar sobre el proceso de producción de estos alimentos para proteger el medioambiente y la biodiversidad, controlar los insumos y fomentar la explotación agropecuaria sostenible.

Cada normativa de producción orgánica en el mundo tiene una redacción propia, si bien todas comparten los criterios mínimos de la Comisión del Codex Alimentarious (CAC) e IFOAM. La CAC es una entidad creada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en ella participan 188 países y una institución supranacional, la Unión Europea, y su meta es el acceso a alimentos inocuos, seguros y de calidad en cualquier parte del globo.

El Codex, por lo tanto, consiste en un compendio de normas, directrices y códigos de prácticas adoptados internacionalmente. “La armonización de las normas alimentarias contribuye a proteger la salud del consumidor y a facilitar cuando sea posible el comercio internacional”, expone el organismo. No obstante, las directrices del Codex no sustituyen a las legislaciones nacionales ni se plantean como una alternativa a ellas, es decir, deja claro que “las leyes y procedimientos administrativos de cada país contienen disposiciones que es necesario cumplir”.

Por ejemplo, la nueva regulación de la Unión Europea cubre la producción y la cadena de suministro de alimentos desde las materias primas al procesamiento, almacenamiento, transporte y distribución. Así, establece unos criterios básicos que deben asumir los países en sus normativas: prohibición de pesticidas químicos, de fertilizantes sintéticos y organismos genéticamente modificados, rotación de cultivos para un uso eficiente de los recursos y regenerar los suelos, o medidas de bienestar animal como limitar el uso de antibióticos, uso de piensos orgánicos y cría en espacios amplios y al aire libre.

De acuerdo con FiBL e IFOAM, actualmente, 108 de los 194 países del mundo cuentan con su propia legislación de producción orgánica de obligado cumplimiento tanto para los productos de procedencia interna como para los que se reciban vía importación. No obstante, el grado de aplicación es diverso: de esos 108 países, 72 cuentan con normas totalmente implementadas, 22 las aplican parcialmente a pesar de tenerlas desarrolladas y 14 trabajan actualmente en su desarrollo.

Para que el sector de productos orgánicos y sostenibles siga creciendo, resulta imprescindible la financiación. Conscientes de esto, BBVA apoya la producción orgánica ofreciendo soluciones de financiación que promueven tanto las inversiones en estos cultivos como en la transición hacia los mismos en aquellos países donde tiene presencia, como México, Perú, Argentina o Colombia, así como en el continente europeo. El sector agroalimentario es esencial, y desde el banco se quiere contribuir a la mejora del sector mediante el acompañamiento en su transición hacia un mundo más verde y más justo.

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